La primera vez que leí el ensayo breve “Por qué escribir”, de Jean-Paul Sartre (1905-1980), que forma parte del libro
¿Qué es la literatura? (1975), no tenía muy clara mi vocación literaria. Escribía como pasatiempo o aventura. Lo leí y me pareció revelador, motivante, como ahora, que una vez más vuelvo a él. La escritura en ese momento me pareció una herramienta poderosísima, más que una pistola, un tanque de guerra o un misil. Si realmente usáramos su poder, nuestra historia actual sería otra.
La escritura no puede generarse sola y necesita al hombre como afirma el autor de
El ser y la nada: “Cada una de nuestras percepciones va acompañada de la conciencia de que la realidad humana es ‘reveladora’, es decir, de que ‘hay’ ser gracias a ella o, mejor aún, que el hombre es el medio por el que las cosas se manifiestan. Y agrega: “es nuestra presencia en el mundo lo que multiplica las relaciones; somos nosotros los que ponemos en relación este árbol con ese trozo de cielo; gracias a nosotros, esa estrella, muerta hace milenios, ese cuarto de luna y ese río se revelan en la unidad de un paisaje; es la velocidad de nuestro automóvil o nuestro avión lo que organiza las grandes masas terrestres; con cada uno de nuestros actos, el mundo nos revela un rostro nuevo”.
Puedo hacer un compendio de autores que se han referido a los motivos de la escritura, la lista, sin embargo, es interminable. Recuerdo dos casos en particular: el de Ernesto Sábato que considera la interrogación sobre la acción y sus consecuencias el motor para generar las ideas que llenarán la hoja en blanco; y el de Gabriel García Márquez, que escribió su primer cuento para taparle la boca a Eduardo Zalamea Borda (posteriormente su gran amigo), en ese momento director del suplemento literario de El Espectador de Bogotá, que había publicado una nota donde decía que las nuevas generaciones de escritores no ofrecían nada, que no se veía por ninguna parte un nuevo cuentista ni un nuevo novelista.
Los motivos de la escritura son muchos. En mi caso, el motivo más fuerte es la sanación. Lo he dicho muchas veces: sin la escritura, hubiese sido casi imposible pasar de los veinticinco años. Todo en aquella época era un gran nubarrón. ¿Motivos? Llorar, gritar, maldecir, arrancar de mí aquella soledad cruel, arrancar de mí aquel deseo de muerte, trascender; escribir para decir mis dudas, para amar, para refugiarme, para entender la fractura de mi cuerpo, para saltar de gozo, para sentirme a salvo, para formar otro universo y con él otra existencia, para no sentir miedo, para dejar constancia del desgarro y del horror, para nombrar a nuestros muertos, para exigir ¡Justicia!; para hablar de mi padre, de mi madre; “Porque estamos aquí, pero querríamos estar allí” (Antonio Tabucchi), “Para volver a vidas anteriores, a las lecturas y los tumbos que cada uno lleva en la mochila” (Arturo Pérez-Reverte); “Porque uno no se encuentra bien” (Juan José Millás). O simplemente, para crear vida (y con la vida la muerte), ser dios.
Lancé la siguiente pregunta en Facebook: ¿Cuáles son los motivos por los que escribes? Después de unos minutos las respuestas comenzaron a llegar. Todas las respuestas son válidas en el sentido que manifiestan la necesidad vital de hacer palpable los registros que tomamos de nuestra existencia. Lo maravilloso de este ejercicio: la necesidad de escribir; una necesidad que jamás se supera, antes bien, aguarda y se vuelve a generar como la sed, el sueño, el hambre. Se sacia, sí, pero la necesidad volverá una vez más, esa relación con el lenguaje, con uno mismo, con el mundo, con el universo. Aquí un breve recuento de estas respuestas:
Eduardo Vardheren
Las aves trinan, las ranas croan, las vacas mugen y así, cada ser tiene su canto y forma de expresar su armonía con la naturaleza o el cosmos; algunos humanos cantan, pintan, bailan, actúan y escriben, cada uno tiene sus formas de expresar, la que más le adecua a su personalidad. Creo que la mía es escribir, sí lo hago bien o mal no es el punto, solamente lo hago.
Edna Basurto
Para poder vivir las vidas que no puedo vivir.
Adriana Vargas
Me hace re pensar el mundo. Cuando escribo me entiendo mejor a mí misma y a los demás.
Alejandro Montero
Al principio por mero placer, al final por mantenerme cuerdo.
Gilberto Arvizu Morales
Una forma de ser y estar en este mundo, imagino para entender la realidad.
Daniella Giacoman
Antes lo hacía porque sentía que por mi voz no me entenderían; ahora lo hago para domar a mis demonios que a cada rato me hablan.
Adriana de la Mora Motivo
Una voz interna como de tornado. Finalidad: darme.
Alberto Quero
Por el mismo motivo por el cual respiro. Es una necesidad vital para mí. Es la forma de trascender la muerte y el olvido.
Julián Parra Ibarra
Para mí es una necesidad fisiológica, como respirar, dormir; me mantiene vivo.
Alberto Llanes
Cronicar, relatar, narrar nuestro tiempo y espacio, lo que vemos, lo que vivimos, lo que usamos, la moda, el ambiente, etc. Cronicamos nuestro tiempo, somos los cronistas de estos días.
Georgina Lagenan
Porque me es inevitable. No hay ninguna pretensión más allá. Lo de leer y publicar es un regalo inesperado
Circe Aguilar Ramírez
Porque se me ocurren muchas cosas. Me imagino historias y siento muchas ganas de escribirlas. Me gusta leerlas, quitar, poner, leerlas y… qué maravilla cuando uno inventa un mundo que antes no existía.
Jade Agua
Porque es como una extensión de mí que se manifiesta con exquisito poder a mi alrededor.
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Texto publicado en
La vereda, periodismo cultural en línea y en
El comentario, suplemento cultural del periódico El comentario de la Universidad de Colima.
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