
Vi Los extraños (2023), película disponible en Netflix, y al principio me dejó una sensación de desconcierto, de no saber cómo aproximarme a su significado. Esta versión, dirigida por Nathaniel Martello-White, es un thriller psicológico que se concentra en las decisiones morales de las personas. No hay efectos, sobresaltos, gritos ni persecuciones. Las pausas y los silencios, sin embargo, son asfixiantes.
La protagonista es Neve, una mujer que, en apariencia, lo tiene todo: una casa elegante, un marido, hijos, estabilidad económica; una vida, digamos, “resuelta”. Pronto entendemos que ese presente impecable fue edificado sobre un pasado áspero: pobreza, violencia, abandono. Nada de eso se expone con dramatismo. La película lo deja filtrarse en fragmentos, y esos fragmentos se comportan como los recuerdos traumáticos: irrumpen sin orden, sin aviso, sin pedir permiso.
La trama se activa cuando dos figuras del pasado de Neve reaparecen. Su presencia resulta perturbadora porque la conocen, la nombran, la recuerdan. Ahí fue donde me detuve varias veces, porque hay algo profundamente inquietante en que alguien te llame por un nombre que ya no usas. En la cinta, esa aparición no empuja tanto a preguntarse qué va a pasar, sino algo más incómodo: ¿qué está dispuesto a hacer alguien para no volver a ser quien fue?
Los extraños profundiza en esta narrativa donde borrar lo identitario funciona como una estrategia de supervivencia. En ese hilo, me fui a curiosear a internet —ya saben, en eso me pinto sola— en busca de otras referencias, y apareció la novela Passing (publicada en 1929), de la autora estadounidense Nella Larsen. Fue adaptada al cine en 2021 bajo el título Claroscuro y marcó el celebrado debut como directora de la actriz británica Rebecca Hall.
La crítica señala que en esta obra “pasar” por otra identidad social implica una fractura interior: una vida sostenida en el silencio y en la negación del origen. Confieso que la dejé anotada para verla en los próximos días, porque el tema me parece de esos que no se agotan con facilidad. Al final, la pregunta persiste: ¿de qué se trata todo esto?, ¿de pertenecer, de salvarse… pero dejando algo —o a alguien— atrás?
Y aquí es donde la película Los extraños nos da un golpe en el alma.
Al principio tuve dudas: ¿quién es Neve?, ¿una heroína o una villana? Después de darle vueltas, llego a la conclusión de que no es ninguna de las dos, sino alguien que es fiel a su herida. A lo largo de la historia entendemos que huir no es, para ella, una reacción ocasional, sino una estructura bien cimentada: una forma de existencia, su modo de estar en el mundo.
Cuando el vínculo se vuelve profundo y demandante, Neve corta. Desaparece. Avanza. Y creo que por eso el final me resultó incómodo. No porque sea confuso, sino porque es claro. Vuelvo a ver a Neve huir, del mismo modo en que ya lo había hecho antes, dejando atrás esas presencias incómodas que venían a interpelarla. Deja familia, deja pasado, y adopta otra identidad: otra forma de vestirse, de desplazarse, de hablarle al mundo; incluso otro modo de peinarse, como si el cuerpo también necesitara ensayar una versión nueva de sí mismo. Esta vez, las consecuencias son más hondas. Y, aun así, el filme se niega a castigarla. No hay juicio moral subrayado, no hay redención ni condena evidente. El mundo sigue funcionando. Eso, creo, es lo que más duele.
El cierre visual —el agua derramándose de la tarja sin que nadie cierre la llave— es una de esas imágenes que se adhieren a la memoria. ¿Será porque lo reprimido sigue fluyendo y la herida no se cierra solo porque una se vaya? Los extraños no nos pide empatizar a la fuerza con Neve, pero tampoco nos permite reducirla a un simple monstruo. Se trata de algo que puede parecer perturbador: hay personas que viven —y prosperan— a partir de la huida constante, y el daño que dejan no siempre tiene repercusiones visibles.
Terminé la película con una certeza incómoda: no todo el que sigue adelante lo hace habiendo integrado su historia. Algunos solo aprendimos a correr más rápido. Y eso, quizá, es lo verdaderamente inquietante.
Fotografía tomada de Internet.
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