RESEÑA Bosque de instantes: el haiku íntimo y urbano de José Luis Mendizábal, por Nadia Contreras


En Bosque de haikus (Laberinto Ediciones, 2024), dividido en cuatro grandes apartados —Haikus cotidianos, urbanos, entomológicos y del fuego—, el escritor mexicano José Luis Mendizábal Montes se adentra en el territorio del haiku con una mirada que oscila entre la contemplación, el humor y la extrañeza. Sin seguir al pie de la letra la forma tradicional japonesa —la conocida estructura de 5-7-5 sílabas, el uso del kigo (referencia estacional) o el kireji (corte)—, Mendizábal trabaja el haiku como un campo de exploración libre y poética. Sus textos son relámpagos; en ellos no sólo se captura el paisaje, sino también sensaciones y vínculos: cuerpos, ciudades, insectos, silencios y disrupciones.

El bosque, como sabemos, ocupa un lugar fundamental en la poesía mexicana y, por ello, su presencia adquiere múltiples significados según la mirada del creador. En Carlos Pellicer, por ejemplo, se convierte en un espacio sagrado y vital, ligado tanto a la naturaleza como a la memoria indígena. Árbol adentro, de Octavio Paz, es —desde mi perspectiva— la gran metáfora del pensamiento y el deseo. Xavier Villaurrutia, uno de mis autores favoritos, lo asocia con lo nocturno y lo perturbador. Un caso igualmente destacado es el de Homero Aridjis, en cuya obra el bosque adquiere un tono celebratorio y ecológico, donde lo vegetal se funde con lo cósmico; conviene recalcar, además, su relevancia al tocar cuestiones ligadas a la conciencia ambiental y a las consecuencias de su deterioro. Finalmente, Coral Bracho, autora de Peces de piel fugaz, aporta un matiz contemporáneo y político: su poesía, símbolo de resistencia y conciencia ambiental, renueva el bosque como espacio poético. Esta es apenas una lista resumida de poetas que pueden tomarse como punto de partida, pues emprender un recorrido completo sería una tarea vasta y ardua. Sin embargo, estas menciones nos permiten comprender que el bosque, sin lugar a duda, refleja la relación del ser humano con lo sagrado, la vida, la muerte y, por supuesto, la memoria colectiva.



¿Por qué Bosque de haikus? La elección del título puede entenderse desde varios ángulos. Un bosque es, ante todo, un espacio donde conviven la multiplicidad, el misterio y la diversidad. No hay un solo árbol ni una sola especie: hay follaje, sombra, sonidos, claros, ramas entretejidas, rutas visibles y otras ocultas. Así ocurre también con los haikus que componen el libro. Cada poema, como explico, es como un árbol distinto. Y como un árbol distinto tiene su forma, su clima, su tono; al juntarse en esta obra, construyen un ecosistema poético complejo, donde el lector puede perderse, deambular, detenerse o descubrir conexiones imprevistas. Hay haikus de corte naturalista, urbanos, sensuales, grotescos, irónicos o introspectivos, y todos conviven bajo el mismo follaje simbólico.

Además, el bosque exige una percepción aguda: hay que escuchar con atención, mirar con detenimiento, oler, tocar. Algunos poemas observan la cotidianidad con una mirada casi zen, atenta al detalle mínimo que se transforma en revelación: “Juega la lluvia / sobre el vidrio ser cielo / la gota estrella”. Aquí, la lluvia no es solo agua: es el suceso mínimo que rompe la serenidad aparente. Lo mismo ocurre en “Vuela la mosca / turba el zumbido / el roce impertinente”, en donde el poeta repara en un gesto cotidiano casi insignificante: el vuelo de una mosca. Ese detalle, que cualquiera pasaría por alto, se convierte en una imagen de incomodidad. Lo que en la rutina apenas se percibe, la mirada del poeta lo detiene y lo vuelve significativo.

Una parte importante del libro revela una inclinación hacia lo urbano y lo contemporáneo, sin renunciar al tono introspectivo del haiku clásico. Aparece la congestión vial como paisaje de conmociones que, al final, abre paso a la plenitud compartida: “Braman los cláxones / y en ese desconcierto / siempre te encuentro”. En otro momento, “Camino urbano / una oruga de ruedas / deja sus huellas”, los versos nos invitan a mirar cómo la ciudad deja de ser simple escenario para volverse protagonista: un espacio donde conviven el ruido, el caos y también una belleza inesperada.

El libro también ofrece poemas de carácter más íntimo y sensual: “Busco refugio / oquedad de tu cuerpo / ahí te encuentro”, es una composición que habla del erotismo de manera sutil, mostrando el cuerpo como un lugar de intimidad y refugio. En esa misma línea, “Lluvia en asfalto / espejos donde miro / tu rostro urbano”, el poeta une la sensualidad del cuerpo con la vida de la ciudad. La lluvia hace de las calles espejos donde aparece el rostro amado, y así el paisaje urbano se transforma en una manera de sentir su presencia.

Lo lúdico y lo irreverente también se abren paso en varios haikus que desplazan la solemnidad muchas veces asociada al género. Un haiku divertido y agudo dice: “Frágil mosquito / desquicia el zumbido / más que el piquete”, en el que el desagrado cotidiano se convierte en materia poética. La naturaleza no está ausente del libro, pero no se le idealiza. En lugar del paisaje bucólico, Mendizábal prefiere mostrarla en tensión con el entorno humano o con sus propias rarezas. Así, encontramos: “Araña quieta / en medio del espejo / doble amenaza”, una escena que pone en juego lo real y su reflejo, lo vivo y lo ilusorio, en apenas tres versos.

Algo que destaca a lo largo del libro es la voz poética: no hay un yo excesivo ni narrador omnipresente, pero sí una mirada constante que revela sensibilidad y sentido del humor. Mendizábal consigue que sus haikus suenen cercanos, sin caer en la confesión íntima, y al mismo tiempo amplios, sin volverse fríos o abstractos.

En Bosque de haikus, la escritura apuesta por la precisión de la imagen, el ritmo íntimo del verso corto y ese juego entre lo que se dice y lo que queda en silencio. Algunos haikus se acercan al tono narrativo, otros a lo filosófico; unos se leen como aforismos en movimiento y otros como pequeñas historias completas. Hay también miradas que recorren el cuerpo femenino, como por ejemplo los textos que componen "Anatomías", y lo hacen resaltando la belleza de los gestos más pequeños, la suavidad de la piel y la intensidad de una sensualidad que se insinúa en cada verso.

En tiempos donde la poesía muchas veces se desborda en lo discursivo, Bosque de haikus es una apuesta por la contención, por el filo de la imagen, por el silencio cargado de sentido. Un libro que, como todo buen haiku, permanece mucho después de su lectura y vibra en la memoria como una luz breve que no se apaga.

Texto leído durante la presentación del libro, el día 16 de agosto, de 2025. En Sinfonía Café, Torreón, Coahuila, México. Con el grupo de A-rimados, encabezado por Julio Pérez Rodríguez.

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1 Comentarios

  1. Muy bonito comentario, he leído el Bosque de Haikus, pero cuando veo los haikus que señala y lo que escribe es como si me prestara un telescopio para observar la luna. Me encanto

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