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Buenas tardes. Antes
que nada, muchas gracias por estar aquí. Gracias a Julio Prez, al grupo de
A-rimados, a Sinfonía Café, a Héctor, su capitán, y a todas las personas que
hacen posible este espacio tan especial. Gracias por acompañarme en la
presentación de este libro que me atravesó —literal— en muchos sentidos: Otras
claridades.
Quiero contarles un poco sobre él. No para explicarlo, sino para que su lectura sea un poco más ligera, más cercana. Para darles algunas claves, o pistas, o simplemente para abrir conversación. Porque Otras claridades, escrito con el apoyo del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico PECDA Coahuila 2021–2022, en la categoría de Creadores con Trayectoria, no es un libro cómodo ni busca serlo. Pero sí quiere tocar fibras.
Lo primero que quiero decirles es que este libro es un recorrido poético por el universo de la locura. Y sí, ya sé que “locura” es una palabra fuerte. Pero a ver, ¿quién no está un poco loco hoy en día? ¿Quién puede decir “yo soy completamente normal”? ¿Y qué es ser normal, de todos modos? Hablo de la locura, pero también del cuerpo, de la percepción, de la enfermedad mental. Es un intento por mirar desde otros ángulos, desde las grietas, desde los lugares vulnerables del cuerpo y la mente. Observarme, pero también observar a los otros.
Quiero contarles un poco sobre él. No para explicarlo, sino para que su lectura sea un poco más ligera, más cercana. Para darles algunas claves, o pistas, o simplemente para abrir conversación. Porque Otras claridades, escrito con el apoyo del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico PECDA Coahuila 2021–2022, en la categoría de Creadores con Trayectoria, no es un libro cómodo ni busca serlo. Pero sí quiere tocar fibras.
Lo primero que quiero decirles es que este libro es un recorrido poético por el universo de la locura. Y sí, ya sé que “locura” es una palabra fuerte. Pero a ver, ¿quién no está un poco loco hoy en día? ¿Quién puede decir “yo soy completamente normal”? ¿Y qué es ser normal, de todos modos? Hablo de la locura, pero también del cuerpo, de la percepción, de la enfermedad mental. Es un intento por mirar desde otros ángulos, desde las grietas, desde los lugares vulnerables del cuerpo y la mente. Observarme, pero también observar a los otros.



Otras claridades no cuenta una
historia tradicional. Lo que hay son voces. Fragmentos. Ambigüedades. Hay una
sala psiquiátrica, terapias electroconvulsivas —electroshocks, dicho más
directo—. Jugué con las voces. Se van a encontrar con una mujer que
ha sido madre, hermana, hija, paciente. Es Ava, pero a veces se confunde con
Liam. ¿Es su hijo? ¿Su hermano? ¿Una proyección? Yo sí sé quién es quién cada
quién, pero decidí que esa ambigüedad estuviera presente, se sostuviera. Porque
así es la locura: difumina los bordes, revuelve los rostros, trastoca las
intenciones. Nada es fijo, nada permanece.
Nil aparece como el médico. Tal vez psiquiatra. Pero incluso él tiene su
propia inestabilidad. En este territorio movedizo, la identidad se vuelve
líquida. El yo y el otro se mezclan, se desdibujan. Como si estuviéramos dentro
de una mente en crisis. El libro habla de lo que me ha pasado en términos
de salud. Soy depresiva, con ansiedad —de la buena, la intensa—, estoy
medicada, claro, porque si no, sinceramente, no estaría aquí hoy. Y agreguemos
las enfermedades de la edad, ya saben, diabetes, hipertensión… y un largo etc.
También he pasado por delirios, alucinaciones, desorientación, pérdida
de memoria, esa sensación de muerte inminente, trastornos emocionales. Agrego
esa cosa que tuve en el hígado, septicemia, que por poco me manda al otro
mundo. Entonces, el libro está atravesado por esta experiencia. Pero no lo
abordo desde la queja ni desde el drama, sino desde la poesía.
Los temas centrales son varios. El primero, claro, es la locura. Pero no
desde lo clínico, sino como experiencia humana radical. Estar al margen del
lenguaje común, de la percepción estable. Delirar como una forma de
conocimiento. Como mencioné, el cuerpo aparece todo el tiempo: el hígado que se
pudre, el útero extirpado, la piel que guarda memoria. El cuerpo como mapa
donde se escriben violencias, memorias, ausencias. La escritura aparece como la
única forma de poner orden. En algún momento se dice: “la locura es más
uniforme si escribes”. Escribir es trazar un límite entre el caos y lo posible.
Es nombrar lo que no se puede decir.
Hay también amor, maternidad, pérdida. Pero no desde la idealización. No
hay ternura edulcorada. Hay heridas, traumas, duelos. Ava representa mucho de
eso: tal vez una hija muerta, tal vez una parte de mí que ya no está. El sujeto
está fragmentado. No hay una conciencia unificada. Y eso se nota en las voces
que se cruzan, en la identidad que se borra, en frases como “borra mi nombre y
dibuja en su lugar otra máscara”.
La percepción también está alterada: imágenes que cambian, objetos que
se transforman, rostros que ya no son lo que eran. Eso remite a trastornos
reales: despersonalización, alucinaciones, confusión de identidad. Pero
también nos lleva a una gran pregunta: ¿qué es real? ¿Podemos confiar en lo que
perciben nuestros sentidos? Detrás de esta poesía hay un trabajo de
investigación que incluye lenguaje psiquiátrico y referencias artísticas —como
Paul Klee, Newton y la fotografía entendida como imagen mental—, además de
figuras como Marie Curie, quien, aunque no inventó las placas de rayos X, fue
fundamental para que su aplicación médica ayudara a salvar vidas, especialmente
durante la Primera Guerra Mundial. Y también la pregunta constante: ¿cómo
se narra el cuerpo enfermo desde adentro? ¿Cómo se habla de lo que no se puede
explicar? Los delirios que aquí aparecen son poéticos, no errores. Son
verdaderas estructuras narrativas. El pantano se convierte en lienzo, el hígado
en perro muerto —una imagen que, en realidad, tomo prestada de mi internista,
quien me salvó la vida… metáforas que buscan traducir el dolor. Si me
preguntan por el título, les diré que la claridad no siempre es lo que parece;
a veces sana, y otras veces puede cegar.
Gracias por acompañarme y por escuchar. Y si se animan a leer el libro,
háganlo con paciencia y sin miedo, porque esas otras claridades a menudo nos
muestran justo aquello que preferíamos no mirar.
Texto leído durante la presentación de esta obra el 12 de julio a las
6:30 de la tarde en Sinfonía Café & Cultura, ubicado en avenida
Matamoros 521, justo frente al Teatro Isauro Martínez.
***
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