Al cortarme la yema del dedo índice
con una hoja de papel
sonreí, hubo motivo y epifanía:
saber que el vacío tiene límites
Reconozco haber fluido
–muy quitado de la pena– al tacto
ciego por la nervadura de una espada
que la industria papelera
puso a mi favor
con una hoja de papel
sonreí, hubo motivo y epifanía:
saber que el vacío tiene límites
Reconozco haber fluido
–muy quitado de la pena– al tacto
ciego por la nervadura de una espada
que la industria papelera
puso a mi favor
Me llegó el olor de Atenquique
Tiento fondo blanco cuadro adentro
Nunca había sido abisal en mis escritos
Me obliga la morfología filial-folial
En el extremo del limbo
resulta imposible distinguir a ojo desnudo
la huella de sangre; la incisiva línea
perfecta en mi dedo apenas vi
Sí, duele tantito
algunas personas creen que chupando
la herida deja de sangrar
La cortadura exquisita, si bien me quiso
frecuenta índice, pulgar, anular y cordial
menos
áspero
más
tierno
Toda hoja de papel respira nuestro aliento
en reminiscencia de otra época
cuando fue árbol
Corta por reflejo, al roce del tendón
desentierra de su instinto la acrobacia del hacha
Se espanta
La condición de mártir le otorga santidad
La santidad no coarta el que pueda
recurrir a la venganza
Al cortarme la yema del índice
reconocí la utilidad de la cesura
Empiezan
los versos
el rastro
la línea
y terminan
ellos en mí, en ellos yo, he aquí el pacto
***
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