Amor, inmenso amor, amor sublime. O de cómo el amor se desfigura

Hablar del amor tiene sus aristas. En el taller de poesía que imparto una vez al mes en la galería del Instituto Municipal de Cultura y Educación de Torreón, decidimos abordar la poesía romántica. La sesión estaba programada para el mes de febrero, pero por cuestiones de salud, la realizamos en marzo. Para facilitar la búsqueda de poetas y evitar perdernos en el Internet y dar palos de ciego con páginas de origen y calidad cuestionable, tomamos como referencia el libro Los cien mejores poemas de amor en español (2020), de Alba Editorial, colección de poesía dirigida por Gonzalo Torné Comité. La selección de los textos corrió a cargo de Ana Gorría y José Manuel Ruiz Martínez.

La sesión del taller resultó muy agradable. Al final, ampliamos la lista de autores y autoras que le han escrito al amor romántico porque en México y América Latina, el amor, así como la muerte, la existencia, la finitud, son temas medulares. Oliverio Girondo, por ejemplo, habla de ese amor presente en cada una de las cosas: “¡Todo era amor... Amor! no había nada más que amor. En todas partes se encontraba amor. No se podía hablar más que de amor”.

En el recuento vimos cómo el amor, la pasión, el deseo, el drama, originado por esta misma pulsión, toman rumbo distinto en cada persona; en algunos poemas, entre los enamorados, se cumple la magia y en otros no; para unos, el amor representa la plenitud, el florecimiento, la paz, la fuerza, mientras que, para otros, el amor representa lo contrario. O, como lo acotamos en la conversación y poniendo la mirada en el acontecer diario, en la furia o los celos desenfrenados que culminan en el crimen. Ejemplo: María Teresa Landa, que en mayo de 1928 fue coronada Señorita México a los 17 años. Se dice, que por su belleza recibió diversas propuestas para trabajar en Hollywood, pero las rechazo para casarse con el general Moisés E. Vidal Corro. El domingo 25 de agosto de 1929, la ciudad de México despertó con la noticia de la muerte del general a mano de la misma Teresa Landa, quien al enterarse de su bigamia (el general estaba casado con otra Teresa, pero de apellido Herrejón, con quien tenía dos hijas), disparó sobre él en seis ocasiones. Esto es lo que me inquieta, el amor se desfigura y se convierte en otra cosa.

¿A asesinar por celos se le puede llamar amor? Los psicólogos en los últimos años han comenzado a hablar de manipulación emocional conocida como “love bombing”, o “Bombardeo de amor”. Tal vez, hay algo de razón en la siguiente línea “Too much love will kill you” ("Demasiado amor te matará") que forma parte de la canción escrita por Brian May, guitarrista de una de mis bandas favoritas: Queen. He vivido enamorada toda mi vida. Hablo aquí principalmente del amor romántico, es decir, el que se centra en una fuerte atracción hacia otra persona y que además de ser un sentimiento expresivo, amoroso, placentero, etc., también es íntimo. Pero, como dije, el riesgo de enamorarse es muy alto. Yo le quitaría ese halo que lo catapulta como una de las fantasías más perfectas. Y no sé diga en el periodo adolescente donde la mejor carta es el enamoramiento, o en su defecto, el amor desmedido, incluso, a contracorriente. En lo personal, ya lo dije, me ha ido bien en el amor. La primera vez que me cansé, no, conté en algún texto esa historia; la segunda, ha sido un milagro. Para el 26 de abril, cumplimos el marido y yo, dieciséis años de estar juntos. “Amor, inmenso amor, amor sublime”, escribe Francisco Sosa Escalante.

Hay personas mezquinas que son capaces de realizar actos atroces en nombre del amor, que debe ser por antonomasia, un sentimiento puro, transparente. Platón, para no hablar de religiones, consideraba que el amor es una mixtura de la belleza, la verdad, el bien; es la búsqueda de perfección, de alcanzar lo absoluto, la inmortalidad. Decir, “lo hice por amor”, es la justificación más absurda. Personas piadosas, cabalmente sensatas, sensibles, consideran, en algún punto de su vida, que lo que les hace la pareja, también es “por amor”. Hablamos de abuso físico, sexual, verbal, emocional, amenazas e intimidación, incluso, asilamiento o secuestro. Bien dice Javier Cercas en su artículo La plaga de la impunidad, publicado hace algunos años en el periódico El país: “El estado de enamoramiento se convierte con frecuencia en la mayor atenuante imaginable, aunque ese estado lleve a personas bondadosas a comportarse como malvadas, a personas generosas a ser ruines; a personas compasivas a ser despiadadas; a personas normales a actuar como animales”. Más adelante se refiere a la justicia que no llega, por indolente, por corrupta, por manipulable, a resolver muchos de estos casos en donde “en nombre del amor”, se lastima o se asesina.

Hay un poema de María Elvira Lacaci, volviendo a la antología Los cien mejores poemas de amor en español, que me deja helada. Por supuesto, no es un poema de amor. El poema se titula: “Canta”. Leamos: “Y me pesó tu dedo / lo mismo que un gran manto de hierro / que pendiera / de mis desnudos hombros. / Y me pesó tu dedo cuando me señalaste el corazón -esta mañana-, / mientras el aire, / el aire enrarecido de mi alcoba, /volteaba un sonido: // Canta // Y quise huir. Temí. Me encogí hasta el abismo / de la angustia, / porque pesaba mucho tu palabra: // Canta // Déjame como siempre / volar por la palabra. Libre. Suelta. / Que yo te cantaré como hasta ahora. / Pero no vuelvas a decirme: // Canta”.

Detengámonos en algunas líneas: “Y me pesó tu dedo”, “hombros desnudos”, “el aire enrarecido de mi alcoba volteaba un sonido”; “me encogí hasta el abismo / porque pesaba mucho tu palabra”, “déjame como siempre volar por la palabra…” ¿No son gritos de ayuda? "Probablemente los gritos son la única forma de expresar realmente estas intensas emociones de miedo, de ira y de agresión", dice Sascha Frühholz, profesor de Psicología de la Universidad de Zúrich, en Suiza. Fíjense cómo pesa el dedo de la pareja, pesa su palabra. Es fatal. ¿Cómo puede pesar la palabra? Al final, el yo poético toma fuerza: “Pero no vuelvas a decirme // canta”. Las y los invito a que de este poema obtengan sus conclusiones. 

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