10 de mayo


Hasta hace algunos años, las celebraciones en torno al 10 de mayo, me generaban muchos conflictos. Primero, por el hecho de no tener a una madre biológica. Soy hija adoptiva, como la mayoría de ustedes lo saben. Es de la madre biológica de quien tengo más referencias, por ejemplo, se llamaba Lourdes y le gustaba llevar una vida alegre, por decirlo de algún modo. De mi padre, nada, y, por alguna razón, su presencia nunca me ha importado. Digo esto sin mayores aspavientos, pero cuando comenzaba la adolescencia, fue doloroso. Me enteré que era adoptada unos años antes, porque los mismos compañeros de la escuela se encargan de informarte, o lo que es, meter las narices en donde no les llaman. Claro, primero, lo escuchan de sus padres para, luego, replicarlo contra la víctima. Sí, fui víctima de bullying o, como le decíamos antes, acoso escolar.

Sin embargo, para entonces, no me quedaba muy en claro eso de tener una madre biológica y una madre adoptiva. En la adolescencia, como lo he dicho en repetidas ocasiones, todo se oscureció y mucho de esto dio forma al libro Lo que queda de mí, publicado por el Fondo Editorial Tierra Adentro, en 2003. Fue una escritura catártica, sí, como lo es ahora. Por ese entonces también leí a Antonio Machado; me acercaba por vez primera al autor de Soledades, galerías y otros poemas y su texto “Renacimiento”, me movió mucho: “Galerías del alma… ¡El alma niña! / Su clara luz risueña; / y la pequeña historia, / y la alegría de la vida nueva… // ¡Ah, volver a nacer, y andar camino, / ya recobrada la perdida senda! // Y volver a sentir en nuestra mano, / aquel latido de la mano buena / de nuestra madre… Y caminar en sueños / por amor de la mano que nos lleva”. Yo sólo veía a una madre que se difuminaba, desaparecía.

Con los años, la historia comenzó a cambiar. Hace poco, por ejemplo, leí que durante el 2022, en Baja California, fueron abandonados cada mes un promedio de 10 recién nacidos en hospitales públicos, de acuerdo con información del Sistema Estatal para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF). Y esto sólo en Baja California. Si antes pensaba que yo era la única, estaba equivocada. Abandonan las madres, los padres, la familia. Pero eso no lo ves hasta que nos permitimos comprender y explicar la realidad también a través de los otros. Y si hablo de abandono, también hay que hablar de orfandad. No se trata de bebés o niñas o niños dejados en los hospitales, las calles, las puertas de las casas, sino de niños que perdieron a sus padres, a sus madres, a sus familiares, reflexionemos, debido a la pandemia de Covid-19.

En el documento La orfandad ocasionada por la pandemia, Carla Angélica Gómez Macfarland cita lo siguiente: “De acuerdo con Susan Hillis (2021) al 30 de abril de 2021, en 21 países: 862 365 niños habían quedado huérfanos o habían perdido a un abuelo con custodia debido a la muerte asociada al COVID-19. De estos, 788 704 niños quedaron huérfanos de una madre, un padre o ambos, y la mayoría perdió a uno de los padres; 73 661 perdió al menos un abuelo con custodia; y 355 283 perdieron al menos un abuelo o algún pariente que residía con él. Cabe señalar que los países con mayor número de niñas y niños que perdieron a cuidadores principales, ya sea padre, madre o abuelos, para el mes de abril de 2021 fueron Sudáfrica, Perú, Estados Unidos, India, Brasil y México. El número de menores que sufrieron alguna pérdida oscila entre 94 mil 625 a 141 mil 332”. Hay que agregar, los niños que quedan solos por razones de la guerra, eventos catastróficos, en fin.

Estamos solos, de frente a la infancia, como lo expone Fina García Marruz, en el poema “Los extraños retratos”: “Ahora que estamos solos, / infancia mía, / hablemos, // olvidando un momento / los extraños retratos / que nos hicieron. // Hablemos de lo que tú y yo, / por no tener ya nada, / sabemos. // Que esta solitaria noche mía / no ha tenido la gracia / del comienzo, // y entré en la danza oscura de mi estirpe / como un joven tristísimo / en un lienzo. // Mi imagen sucesiva no me habita / sino como un oscuro / remordimiento, // sin poder distinguir siquiera / qué de mi pan o de mi vino / invento. // En el oscuro cuarto en que levanto / la mano con un gesto / polvoriento…”.

Más adelante, comenzarían otras incomodidades, la de no ser madre y vivir cuando menos dos escenarios: 1.) Las felicitaciones, ¡claro que a mi edad es una obligación ser madre! 2.) Las miradas de rechazo por el hecho de no tener hijos. «¡Cómo es posible! ¡Quién te va a cuidar cuando seas grande!». ¿Es garantía que los hijos nos van a cuidar cuando seamos ancianas o ancianos? No. Y voy a caer en una frase trillada, pero certera: “No tener hijos no te hace menos mujer: ser madre es una opción y no un destino obligado”. Además, no pienso hablar de la histerectomía con gente que ni oye ni entiende. Realmente ¿hay algo que celebrar? ¿Celebrar el día de la madre, como celebrar el día de la mujer y toda esa larga lista de efemérides que sirven de pretexto para la mercantilización, cuando la cara de la moneda es otra? ¿Es una celebración para las madres de personas desaparecidas a lo largo y ancho del país, a lo largo y ancho de Latinoamérica?

Poco a poco estos días me parecen más claros; más luminosos. Estoy contenta con lo que soy, con la familia que tengo. Ser madre es una muy buena oportunidad para trascender de múltiples formas hacia con los hijos; más allá de la gestación, más allá del parto, prepararlo para la vida en todos los aspectos: lo emocional, lo psicológico, lo educativo, lo cultural, lo social… su interacción con el mundo. No serlo, también es otra oportunidad de acompañar, de trascender también en el amor, la fortaleza, la confianza. Quizá a muchas o muchos no les guste lo que escribiré a continuación, pero también me siento plena y feliz con mis gathijas. Soy la madre-humana de tres gatas y ellas cumplen junto con mi familia una función afectiva muy importante y me generan un sentimiento de protección y cercanía. ¿Qué de malo hay en esto? Sin olvidar que son una especie diferente, nada, porque también se trata de respetar su propia vida. ¿Reemplazar la figura de un hijo? No. Simplemente son mis gathijas. Nadie es quien para juzgar, sea cual sea nuestra circunstancia, arrojemos luz sobre este día y los que vienen.

Publicado originalmente en Medium
Imagen de Pexels

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