¿Por qué no construir desde la fractura (no podemos rehacer desde otro sitio) una agenda política de consensos?



Han pasado algunos días después de las elecciones, sin duda alguna históricas para el país, y hay algunas ideas que me rondan la cabeza. Diré primeramente que me correspondió ser presidenta de casilla y eso de alguna manera me da, como a tantas personas que participaron como funcionarios o como observadores, un panorama un poco más amplio. Independientemente de la larga jornada y del calor, el domingo se fue volando. Sí sentía temor por lo que pudiera suceder a lo largo del día o que yo no pudiera responder a las situaciones que se presentaran. Me doy cuenta de que nos falta conocer mucho más de estos mecanismos. En la capacitación vimos todo lo que se tenía que ver, pero en la práctica, a veces las cosas cambian.

Además, para muchos de los votantes quienes ocupamos la mesa directiva, somos funcionarios directos del INE o acaso, del partido político de oposición, o del bueno o del malo, del que apoya a la 4T o del que está en contra. No, somos como cualquier otro votante, sin embargo, esto se olvida y entonces, el enojo es contra uno. Veamos: la persona no aparece en la lista la lista nominal; hay una fila considerable debido a que sólo podían entrar dos votantes para cumplir con la regla sanitaria; permitir la entrada a personas con capacidades diferentes o personas con discapacidad para utilizar el término correcto… 

El voto no es una rebatiña. En palabras de John Lewis: “El voto es preciado. Es la herramienta sin violencia más poderosa que tenemos en una sociedad democrática y debemos usarla”. Y el panorama que queda después de esto no es muy alentador. La coalición de Morena y sus socios, como lo han reportado diversos medios de comunicación, no mantendrán la mayoría calificada (más de dos tercios) con la que contaba desde 2018 y que le permitió estos tres años aprobar reformas profundas e iniciativas del presidente mexicano sin apenas debate o negociación con la oposición. 

En efecto, se ahonda la discordia. La manera en cómo quedó dividida la ciudad de México es la manera en que como sociedad estamos quebrados. Además del espectáculo que ofrecieron muchos de los candidatos a los diferentes puestos de elección, fuimos testigos de los ataques del presidente a la prensa, del rompimiento con el feminismo, de la aceptación de diversos personajes en el ámbito político acusados de abuso sexual y violencia y un largo etcétera. 

Ningún partido puede arrojar con mano limpia la piedra. Ninguno. Y no, la sociedad no está para saber que, por el hecho de ser de tal colonia, de tal municipio, del tal sector, suceden las tragedias.  Pero la gran pregunta es: ¿por qué no construir desde la fractura (no podemos rehacer desde otro sitio) una agenda política de consensos? Parece imposible. E imposible, también, resulta dialogar. Y esto me quedó bastante claro el domingo. 

El enojo de una buena parte de la población está por los aires y no creo que sea exclusivamente por el asunto político. Factores como lo económico, la dinámica familiar, la pandemia y sus consecuencias, entran en juego. ¿Cómo explicar que no éramos del INE, y no representábamos a ningún partido? ¿Cómo explicar que estábamos ahí porque queríamos formar parte de la historia del país, comprobar que la elección se apegara a la legalidad y que no hubiera fraude en las casillas? Dice la frase: “la democracia, no se construyen en un solo día ni después de las elecciones”. Agreguemos: la democracia se construye con la participación de todos y creando sinergia. Independientemente de los intereses, las formas de ser, las aptitudes y los conocimientos distintos, todos somos indispensables para lograr objetivos comunes. Pero ¡qué difícil entenderlo!

No, muchas de nuestras explicaciones, cayeron en saco roto. La población, creo, vive una especie de apatía y desafección y todo es votar por votar, o votar por ese recurso económico propuesto. La política y la identificación partidista están sujetas a despensas, apoyos económicos, compra de votos (ese gran secreto a voces). En fin, cosas que tenía que decir sobre esta jornada llena de contrastes y enriquecedora. Lo que me queda, es aprender más de estos procesos y seguir participando activamente en la vida política y social de mi país, sin olvidar que el no estar de acuerdo, no significa que estemos en contra o a favor o que seamos de un color y de otro, sino que, a partir de la divergencia, la pluralidad en todos los ámbitos nos enriquece.  

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