Un de los textos que me sorprendió la semana pasada, fue propiamente el que publicó Zenda y que se refiere a la opinión de Soledad Puértolas, sobre el estilo. Para ella, el estilo es una forma de nadar. Y todo lo que ello implica: desvestirse, ponerse el bañador y tirarse a la piscina. El estilo, también será, cada una de sus formas: crol, espalda, braza y mariposa. Dirá también que lo que hará posible un estilo claro, es el trabajo diario. Leamos: “Vamos, que no se convierte uno en una persona elegante por el mero deseo de querer serlo, ni tampoco escribe uno como Nabokov simplemente por leerlo durante un rato. Más claro, agua. Y sin cloro”.
Esta forma de entender el estilo, cabe perfectamente en la poesía; finalmente como ella misma afirma: “La literatura se vive con la pasión de una oportunidad única y se convierte en un asunto de vida o muerte".
Para Juan Benet, en cambio, el estilo viene acompañado por la inspiración. No hay estilo sin inspiración; vienen a ser dos cosas prácticamente compenetrarles e identificable. Comparto, sobre este tema, un fragmento tomado del libro Conversaciones con escritores, de Federico Campbell, y publicado por Conaculta, en el 2004: “La inspiración dicta. Ese dictado se siente como algo ineluctable. Algo revelado. Tal como viene hay que ponerlo en el papel. Para que esa inspiración sea verdaderamente válida, hay que reconocer que dicta en un estilo determinado que además predetermina el estilo venidero; eso es muy evidente en las composiciones líricas, que por lo general siempre tienen un verso inspirado. Pero la inspiración dicta poco, y hay que completar ese dictado escaso con un relleno que ya no es tan inspirado, hay que darle redondez y componer. Esa labor de composición a partir de un breve dictado de la inspiración es ya el trabajo propio de un escritor, que tiene que alcanzar la cota por sí mismo, con su propio trabajo y esfuerzo, la cota que le ha sido dada casi sin trabajo. La inspiración dicta ya con un estilo, y, para mí es evidente, la inspiración dicta de una manera que ya no se puede alterar. Lo que no sea eso no es inspiración. Dicta un verso y ese verso tiene que ir tal como lo vio el poeta, o tal como lo oyó. Le dicta la primera frase de una narración, y hay que ponerla tal como fue escuchada. Luego hay que seguir. Y al final, la síntesis de esa dialéctica entre inspiración y ejecución del estilo viene a resumirse cuando la inspiración es de tal índole que dicta en un estilo muy regular, que es el mismo que ayudó ella a forjar”.
En fin, cada autor tiene una forma de concebir el estilo, sin embargo, lo que importa aquí, es esa tarea diaria de la lectura, la escritura, la técnica o el desorden. En efecto, una manera segura de dominar el oficio.
Fotografía: Foto de Tirachard Kumtanom en Pexels
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