Celebran el Día Nacional del Libro. Entrevista


México. La fecha se legió debido al natalicio de Sor Juana Inés de la Cruz, considerada la máxima exponente de la literatura mexicana. A través de los siglos, el libro ha sido uno de los principales dispositivos para transmitir conocimiento. Algunas civilizaciones lo han empleado para registrar sus mitos, tradiciones y aspectos de su cultura.

Para muchos también es un amigo, un acompañante que permite el acceso a mundos increíbles
donde la imaginación se ejercita al ritmo de una narrativa. Su utilidad no conoce limitantes: tanto es herramienta de estudio como incluso puede emplearse como pasatiempo y así despejar la bruma de la rutina cotidiana. Seguir leyendo

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El libro es en sí una metáfora, es decir, como objeto tangible o intangible, lo es. Sin pensar primeramente en el mundo, me refiero a su concepción como libro, su hechura, la portada, la diagramación, la transformación, si hablamos del libro electrónico, de la serie de códigos (lenguaje) que interpretados formarán las palabras, su contenido. Es una metáfora porque en su existencia hay un sinfín de maniobras, tanto del creador, como de quien se encargará de su diseño editorial. Son muchas las pulsiones que confluyen ahí y que convertirán la propuesta creativa en libro (libro de artista, libro-objeto, libro alterado). O ebook. Ahora pensemos en el libro como metáfora del mundo. Lo es, pero siempre y cuando el libro se abra. Nada dice en un anaquel, en una mesa, en un dispositivo electrónico cerrado, apagado. Sus páginas se abren y comienza el juego de la imaginación, de la seducción, de la reflexión. Claro, la metáfora no siempre será agradable o positiva, hay metáforas que nos estremecerán, o nos darán escalofrío; hay metáfora que nos tomarán de los cabellos, nos empujarán, nos abofetearán la cara. La historia de la humanidad es así y, los libros o ebooks, aún en su artificio, dejan constancia de ello. Un libro finalmente es la metáfora que nos hace humanos. Así lo afirma: Ted Cohen

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Anne Sexton me ha volado la cabeza. Terminé de leer a Anne Carson, una buena parte de su obra; terminé de leer a Anna Ajmátova. A veces, estamos acostumbrados a concederle a la vida demasiados artificios, a enmascararla, a cubrirla de luces y velos que al finalizar el día, la vuelven irreconocible. También, buscamos o hacemos una poesía de artificios. Sexton no. La poesía de ella no contiene ni una gota de maquillaje. Nada. Miren: “Madre, / cada vez que le hablo a Dios / tú te entrometes. / Sales con tus bla bla blas en bloque, / otra vez con el asunto de las cartas. / Si escribo un poema / tú das un reporte contable. / Si hago el amor / me das las frases más graciosas. / Señora Sarcasmo, ¿por qué no te queda ningún hijo?”. Un atrevimiento sin igual. 

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La poesía escrita por mujeres debe estar siempre presente. No como algo exclusivo, porque tampoco se trata de desbancar el trabajo de los escritores. Se debe hablar desde las mismas oportunidades, de compartir en términos equitativos los espacios, los foros, etc. Lo que quiero decir que sería un error caer en aquello que criticamos. Decir, por ejemplo, si las mujeres fuimos olvidadas o suprimidas de la historia de la literatura (o canon) pues ahora nosotros eliminaremos a los hombres”. Esto es un error. No hablo de borrar la lucha de las mujeres en la búsqueda de la igualdad, en la búsqueda de la diferenciación de géneros, en la búsqueda de espacios en el campo de la literaria, la cultura, la política; evoquemos aquí a Sor Juana, claro, como el mayor referente de nuestro país. No, no hablo de eso. Las mujeres, hoy como nunca, nos hemos vuelto visibles (mucho tienen que ver la tecnología, las redes sociales, las páginas web, los proyectos de difusión). Lo que falta, quizá, es que tanto hombres como mujeres nos acostumbremos a compartir, sumar fuerzas, a proponer en comunidad. El día que encontremos ese equilibro, realmente, cambiará el rumbo de la historia.

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El libro debe de celebrarse siempre. En tiempos difíciles como los que vivimos ahora, el libro y el ebook, son esa ventana hacia otro mundo; un mundo acaso, más tranquilo, más estable. Funciona como aliciente, como bálsamo, porque esas otras vidas nos empapan o nos envuelven. Imaginen, sumergirse en las páginas de un libro y, horas después, saber que hemos olvidado el miedo la incertidumbre, el miedo a la muerte tan cercana. El poder de la lectura es este. Permitirnos escapar, permitirnos otras historias, otras ciudades, otras rutinas. Tal vez muchos no lo entienden, pero el libro es poderosísimo. Los jóvenes lo consideran mentira, pero un joven que lee será un mejor ciudadano; un joven que lee, será una persona crítica de su vida y de su entorno. Crítica, no para destruir, sino para construir. El libro es vital. Y, en efecto, vemos mayor auge en el libro electrónico, pero no el auge que se quisiera. Insisto. Decimos que leemos, pero no, realmente. O no la cantidad de personas que lo afirma. Las cifras no engañan. Ojalá, este día nos demos esa oportunidad. 

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