Doy clases desde hace muchos años, tal vez veinte o más. Aunque a veces
quisiera renunciar, la vitalidad de los jóvenes, su curiosidad, su búsqueda
persistente, incluso sus rabietas, me fortalecen. Aprendemos, reflexionamos,
creamos nuestro propio mundo de ficción. Claudia Rueda, explica: «El chico
tiene una mirada más flexible, más elástica. No tiene problemas en aceptar:
"Esto no es lo único posible". Hay que decirles que puede haber
mundos diferentes o mejores». Sin embargo, conforme cambian las generaciones,
cambia la importancia que le dan a ciertas cosas, una de ellas, es la
escritura.
Escribir, más allá de hilar o
estructurar de manera correcta las oraciones, los párrafos que luego se
convertirán en un texto completo, tiene que ver con la búsqueda de una voz
propia, un estilo. El copy paste hace cada vez más difícil descubrir esa voz
que nos distingue de los demás. Escribir es copiar. Ni siquiera se habla de
resumir, sintetizar, parafrasear. Es como si, a la hora de escribir, tomáramos
los textos de nuestro interés consultados en un sin número de sitios web, y los
vertiéramos a una licuadora. El resultado: una masa pesada, grumosa, como con
celulitis. Ahora, imaginen el sabor.
¿Cómo se logra el estilo propio?
Definitivamente leyendo y escribiendo. Si lo hacemos, fácil será identificar el
abuso de adjetivos, frases hechas, repeticiones, entre otros vicios de la
escritura. El estilo va más allá. Por ejemplo, para Barthes el estilo es «no
sólo las peculiaridades de un autor, su yo irreductible, su genio personal como
en el Romanticismo, sino las peculiaridades más íntimas del escritor, muchas de
las cuales sólo pueden captarse a nivel del subconsciente». Raymond Carver
en Escribir un cuento, sugiere: «Tal cosa es consustancial al
estilo propio, aunque no se trate, únicamente, del estilo. Se trata, en suma,
de la firma inimitable que pone en todas sus cosas el escritor. Este es su
mundo y no otro. Esto es lo que diferencia a un escritor de otro. No se trata
de talento. Hay mucho talento a nuestro alrededor. Pero un escritor que posea
esa forma especial de contemplar las cosas, y que sepa dar una expresión
artística a sus contemplaciones, tarda en encontrarse».
Hay
además otra cuestión maravillosa cuando hablamos de estilo y tiene que ver, no
solo con la voz, sino con la tesitura de ésta, el murmullo, el grito, la
entonación. ¿Y por qué no pensar que el estilo son las voces entremezcladas de
una conversación? ¿los sonidos de los instrumentos musicales, organizados en
tiempos, en pausas, en ejecuciones? Y ¿por qué negarle al estilo la vista?
Nadie puede sustituir la lente de nuestra cámara fotográfica; mostrará
fielmente el ángulo con que miramos las cosas, los colores, los trazos al final
del horizonte.
Para concluir, los invito a reflexionar
sobre estas líneas de Moisés Pascual Pozas: «Como dicen los católicos, los diez
mandamientos se encierran en dos, leer a los clásicos y a los contemporáneos,
pero leer. Algunos más… ser espectador del mundo que le rodea, pero no
indiferente, y escribir sin prisa, sin buscar el éxito, escribir como se está
en la vida».
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2 Comentarios
Me encantó tu publicación. Con esta cuarentena me he dado super a fondo con la escritura. Estoy aprendiendo de todas las fuentes que encuentro en internet. Y comencé un blog para compartir mis ejercicios, si quieren pasar y darle una leída veloz, así como dejar su comentario. Www.Escribireporaqui.blogspot.com
ResponderEliminarClaro, me daré una vuelta. Gracias.
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