#RetoPoético2020 Comentarios finales al libro Extracción de la piedra de locura, de Alejandra Pizarnik


Hemos terminado el mes de enero y también el primer libro de lo que denominé #RetoPoético2020 y que correspondió a este libro maravilloso de Pizarnik. Para cerrar, apuntaré algunas cosas que considero importantes en el análisis del libro y la comprensión de la obra.

  1. El libro se compone en su mayoría de poemas en prosa. Sólo hay 9 poemas en verso: VÉRTIGOS O CONTEMPLACIÓN DE ALGO QUE TERMINA, PRIVILEGIO, FIGURAS Y SILENCIOS, TÊTE DE JEUNE SILLE (ODILON REDON), ESCRITO EN EL ESCORIAL, EL SOL, EL POEMA, ESTAR, COMO AGUA SOBRE UNA PIEDRA, EN UN OTOÑO ANTIGUO.
  2. El título de la obra coincide con el nombre del cuadro de El Bosco. En este óleo del siglo XV, que se encuentra en el museo del Prado en España, se representa la operación quirúrgica correspondiente a la edad media y que consistía en extraer “la piedra de la locura”; una piedra que causaba la suprema estupidez. Sin embargo, Cristina Piña, retoma los comentarios de Ivonne Bordelois y desmiente el testimonio. Según esta fuente, “el nombre de la obra fue extraído por Pizarnik de un texto que estaba en una colección de textos indígenas de la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires”. Hay, sin embargo, una referencia muy precisa en el libro hacia el cuadro de El Bosco: “Quien te hace doler te recuerda antiguos homenajes. No obstante, lloras funestamente y evocas tu locura y hasta quisieras extraerla de ti como si fuese una piedra a ella, tu solo privilegio”.
  3. Ya habíamos hablado del desdoblamiento del yo lírico. Ella, la poeta se desdobla en otras voces: voces de niñas, de estatuas, de ruinas. La noche es medio para que la transformación hacia el desarraigo suceda. O la próxima muerte. Leamos: “Hablo como en mí se habla. No mi voz obstinada en parecer una voz humana sino la otra que atestigua que no he cesado de morar en el bosque”.
  4. Una de las figuras retóricas que Pizarnik trabaja de manera repetida es la antítesis como vemos en el último libro, correspondiente al año 1964: “Si vieras a la que sin ti duerme en un jardín en ruinas en la memoria. Allí yo, ebria de mil muertes, hablo de mí conmigo sólo por saber si es verdad que estoy debajo de la hierba. No sé los nombres. ¿A quién le dirás que no sabes? Te deseas otra. La otra que eres se desea otra. ¿Qué pasa en la verde alameda? Pasa que no es verde y ni siquiera hay una alameda”.  El recurso es claro en la siguiente construcción: la verde alameda que no es verde y ni siquiera hay una alameda. Y podemos encontrar otros ejemplos más.
  5. Andrea Marone, en su texto “El desarraigo en Extracción de la piedra de la locura, de Alejandra Pizarnik”, señala otro recurso más: la isotopía, que es una figura retórica que consiste en la agrupación de campos semánticos para dar homogeneidad de significado al texto o a la exposición. Hay un texto muy interesante de Cathérine Kerbrat-Orecchioni titulado “Problemática de la isotopía”, que pueden revisar para ampliar más el marco teórico del término. Andrea Marone, lo explica de la siguiente manera: Si hacemos una reconstrucción de las isotopías que subyacen al texto, encontraremos que son dos las que agrupan mayor cantidad de léxicos. La primera isotopía recibe el nombre de “la escritura” y dentro de ella se agrupan todos los términos que guardan relación con el habla y la escritura. Dentro de estas voces que se escuchan en el poema los silencios juegan un papel importante. Hay “voces obstinadas en parecer voces humanas”, “nombres”, “voces que conjuran”, “voces ávidas”, “vocales”, “música”, “melodía” y “gritos”. […] La segunda isotopía recibe el nombre de “lo funerario” y agrupa todos los léxicos que hacen referencia directa a la muerte, y que conforman una atmósfera macabra y misteriosa. Hay “niebla”, “Violadores de tumbas”, “mil muertes”, “cenizas”, “dolores incesantes”, “vértigo” y “oscuridad”. Es de “noche” y no se pude morir ni vivir, hay un “soplo maligno· y “cadáveres”, “asesinos”, “ahogados”, “quemados”, una “joven muerta” y “calaveras”.
  6. Pizarnik se referirá de múltiples maneras al término “morada”. No lo referirá a casa, sino a jardín, a bosque, hierba, choza, pero todas estas referencias están sumidas en la sombra, en la ceniza. La morada de la poeta está destruida. Lo que debiera ofrecer cobijo, asilo ante las hostilidades del mundo, lo que debería de salvaguardar al yo y lo que se proyecta del yo, está hecho trizas. El yo poético busca inútilmente un refugio y acaso puede encontrarlo en la inocencia (o podemos llamarle muerte), como lo hace evidente en el último párrafo del libro: “Proyectada hacia el regreso, cúbreme con una mortaja lila. Y luego cántame una canción de una ternura sin precedentes, una canción que no diga de la vida ni de la muerte sino de gestos levísimos como el más imperceptible ademán de aquiescencia, una canción que sea menos que una canción, una canción como un dibujo que representa una pequeña casa debajo de un sol al que le faltan algunos rayos; allí ha de poder vivir la muñequita de papel verde, celeste y rojo; allí se ha de poder erguir y tal vez andar en su casita dibujada sobre una página en blanco”.
  7. Este último párrafo me hace recordar un poema de Rosario Castellanos. Era la edad de las atmósferas azules, muñecas intangibles para el sueño que hiende como espadas. Esta espada separará al hombre y a la mujer, pero aún hay un perfecto equilibro, la edad de la inocencia sostiene el derrumbe: “Era el tiempo en que Dios estrenaba los verbos / y hacía, como jugando, / figurillas de barro con las manos: / atmósferas azules y planetas / no lesionados por la geografía, / muñecos intangibles para el sueño / que hiende como espada, separando / en varón y mujer las costillas unánimes. // Era el alba sin sexo. / La edad de la inocencia y del misterio”.
Continuemos esta conversación poética y ojalá puedan compartirme sus impresiones.

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