Los libros, en cualquiera de sus formatos, son el hacha que rompe el mar helado


Hace días se dieron a conocer los libros ganadores del III Premio Bitácora de Vuelos. En esta ocasión, resultaron ganadores las propuestas: de ensayo,Tiempos enmascarados. El tiempo mexicano de Carlos Fuentes en el cine nacional (1960-1970), de Obed González Moreno; de poesía, Una lengua quebrada, de Gerardo Flores de la Rosa; y de cuento, El criado y otras historias de aflicción, obra propuesta por Alma Mancilla. En el género de poesía se dieron a conocer las menciones honoríficas correspondientes a los libros de Diana Eréndira Reséndiz Guerra y Luis Antonio Orea Morales. Los jurados en estas disciplinas, en orden estricto fueron: Ignacio Ballester Pardo, Ihovan Pineda y Alfredo Loera.
       Es una noticia que me pone contenta, otorga nuevos bríos a la tarea que comenzamos hace más de seis años. Claro, lleva sus riesgos, siempre hay alguien que no queda contento, alguien que refutará lo que hacemos posible con mucho esfuerzo, dedicación y amor. Sí, amor, porque solo el amor va más allá de los resultados económicos. En fin, las preocupaciones siempre estarán al igual que quienes gruñen. Simple y sencillamente tratamos de hacer bien las cosas, lo más objetivamente en la selección de los autores. Me puse a temblar el día en que mi coordinador editorial me hizo llegar la decisión de los jurados en cada una de las categorías. En el cuerpo del email venía escrito el nombre de las propuestas y me correspondió abrir las plicas de identificación. ¡No imaginan la emoción que experimenté! ¡No imaginan lo que se siente desvelar el nombre de los autores, autoras, y escribirlos (copiarlos) para que al día siguiente se publicaran en la revista (https://bit.ly/2zrBQGI)! Aquí es donde digo, vale la pena todo esto.
        El libro en formato electrónico es una opción más de lectura y otra puerta para aquellos autores que les es imposible difundir su trabajo en papel no porque no cumpla con los estándares de calidad requeridos (sobre este tema el debate es infinito) sino por la situación que enfrentan las editoriales mexicanas. Los libros se publicarán bajo nuestro sello y en alianza con e-ñ (http://www.etalcontenidos.com/); la propia e-ñ publicará por su parte, las menciones honoríficas. Comenzaremos esa aventura en unas semanas y claro, vienen de mi parte, días y días de muchos nervios. Hacer un libro electrónico no desmerita los procesos; el formato final cambia, no su hechura, no el cuidado. El trato con los autores es algo que también me pone los pelos de punta. No todos los pactos han llegado a feliz término; tal vez hace falta más humildad, incluso al señalar algo que se hizo erróneamente. Ni nacemos siendo escritores ni siendo editores y a veces se olvida esta parte: la del aprendizaje. Saber compartir nuestros conocimientos de manera constructiva y edificativa cuesta mucho y, por ello, despotricamos al menor (o incluso mayor) incidente. Creo que los grandes editores lo son porque aprendieron de sus equívocos y, sin embargo, imposible negar que cada proyecto, implica un comienzo aterrador. Señalar, orientar, corregir, jalar orejas, etc., requiere de sabiduría, no de estómago, no de vísceras, no de malas intenciones. Claro, con urgencia, también debo corregir algunas de estas conductas.
      Comprender el entramado de los tiempos actuales parece imposible si no vamos de la mano con aquello que se publica en libros, periódicos, revistas. Hoy se publica más que nunca pero solo leyendo sabremos discernir entre lo “bueno” y lo “malo”. Hay, en todo esto que hacemos, junto con otras editoriales maravillosas, el compromiso de que cada libro sea esa puerta que una el universo del autor y del lector. Ese acercamiento, esa posibilidad. Hace falta, sí, un mayor aprecio al trabajo que se hace desde la trinchera digital. Desconfianza, desconocimiento, rechazo, son elementos que minimizan o anulan nuestro trabajo.
       Las grandes editoriales tienen ya una relevancia en el ámbito nacional e internacional, hablamos de catálogos amplísimos, autores distinguidos aquí y allá; en cambio, las editoriales pequeñas, tenemos frente a nosotros las aguas de los ríos a contracorriente. Efectivamente, no la libramos si los propios autores no nos ayudan a promocionar o vender sus libros, tal vez comenzando con la familia (en algún momento los libros se venderán solos, pero mientras esto ocurre vale la pena invertir algo de nuestro tiempo para que esto funcione); tampoco ayudan, si en face o twitter, por ejemplo, dejan pasar los anuncios publicitarios correspondientes, sin comentarlos o compartirlos. Si cada uno de nosotros funcionáramos dentro de esta red de promoción, de difusión, como lectores o agentes, nadie tendría por qué pagar cuantiosas sumas para fines propagandísticos. Todos y cada uno de nosotros somos importantes en la cadena editorial porque se supone, si ocurriera, cada libro publicado tendría que solventar el libro próximo y ayudar a cubrir el salario de quienes integran la editorial. Cuando se supone que la lectura está al alcance de un clic, cuando se supone que el libro electrónico tiene un menor costo y hay cientos de herramientas que nos permiten leer en óptimas condiciones, no se hace. ¡Que ironía!
       Estamos por embarcarnos en una nueva aventura. En algún momento la historia del mundo editorial (tradicional, digital o electrónico), cambiará para bien (debe ocurrir así). Aquí hacemos libros y ojalá que estos, como dice una de las frases célebres de Kafka (parafraseada en el título del texto), sean el hacha que rompa el mar helado que hay dentro de nosotros.

Texto publicado en La vereda, periodismo cultural en línea y El comentario, suplemento del periódico El comentario de la Universidad de Colima. 

Publicar un comentario

0 Comentarios