Apuntes sobre la frustración y el «no sé»


Leía hace algunos días el discurso de Wislawa Szymborska que dictó al recoger el Premio Nobel de literatura en 1996. Es un discurso directo, sin artificios, sencillo. ¿Cuál es el tema? La poesía y cómo los poetas deberíamos estar orgullosos de serlo y cómo las cosas, frente a la mirada de éste, dejan de ser simplemente cosas. Nada es ordinario en la poesía, efectivamente. Una de sus primeras frases, dan origen a este texto: “El poeta contemporáneo es escéptico y desconfía incluso -o más bien sobre todo- de sí mismo. Con desgana confiesa públicamente que es poeta, como si se trata de algo vergonzoso. […] En las encuestas o en las charlas ocasionales con desconocidos, cuando el poeta se ve forzado a revelar su profesión, prefiere acudir al término genérico de «escritor» o declarar otro oficio que ejerza paralelamente”. Recuerdo: soy periodista antes que poeta, dije; ahora, afirmo, soy poeta y además maestra. En esa primera ocasión, no fue por vergüenza, sino porque al interior de mi familia, el ser poeta, no era propiamente una profesión y, una vez elegida, me moriría de hambre. Creo que hasta el día de hoy piensan lo mismo, pero qué importa, son muchos años de dedicarme a la poesía y el hambre, va y viene como ocurre en cada uno de nosotros, a lo largo del día.
          Lanzo la pregunta: ¿quién está orgulloso de su oficio, su carrera, su vida? Y algunos, pocos, asienten y dicen estar contentos, pero las demás caras, se alargan, se esconden. No hay respuesta o si la hay, se duda de estar en el sitio correcto. No sé si la reacción realmente tenga que ver con aquello a lo que nos dedicamos, o porque la vida misma, en este justo momento, nos coloca de frente a la encrucijada. O ¿será que simplemente caímos en la costumbre de vivir, cansados, agobiados, desilusionados? No hay mucho de dónde asirse; no hay mucho, de dónde tomar fuerza.
          Todo oficio es noble, pregonaba mi abuelo, pero él ya no está para constatar que la percepción sobre los oficios ha cambiado. Muy pocos políticos se salvan del rechazo, la vergüenza, el odio; muy pocos servidores públicos, empresarios, policías, médicos, sacerdotes, monjas, maestros y un largo etcétera. Su testimonio ha sido contrario a la encomienda de su oficio y eso basta en las sociedades actuales, su resultado, su proyección. Puedo afirmar, sin equivocarme, que las circunstancias, ese filón de destino rodeándonos, nada tienen que ver en esto. Muy distinto es, ese hábito desarrollado en las últimas décadas, que nos lleva por los caminos peligrosos de la frustración. Szymborska, lo explica: “La mayoría de los habitantes de esta tierra trabaja para sobrevivir, trabaja por obligación. No fueron ellos quienes por pasión escogieron tal o cual oficio, son las circunstancias de la vida las que escogieron por ellos”. Posiblemente, pero ante el filo de las circunstancias, no queda más que “tomar al toro por los cuernos”.
          Comparto plenamente con la poeta cuando habla del asombro. Es un término es desuso y sin asombro no hay inspiración. Tal vez, partiendo de sus palabras, sea necesario volver a esa frase famosa de Sócrates “yo solo sé que no se nada” que origina la reflexión en torno a lo que verdaderamente sabemos, creemos saber, o ignoramos, acaso, sin darnos cuenta. La poeta, la resume en un contundente «no sé». Su justificación es maravillosa: “Es breve, pero vuela sobre poderosas alas. […] Si Isaac Newton no se hubiera dicho “no sé”, las manzanas en su jardín podrían seguir cayendo como granizo, y él, en el mejor de los casos, solamente se inclinaría para recogerlas y comérselas. Si mi compatriota María Sklodowska-Curie no se hubiera dicho “no sé”, probablemente se habría quedado como maestra de química en un colegio para señoritas de buena familia y en este trabajo, por otra parte muy decente, se le hubiera ido la vida. Pero siguió repitiéndose “no sé” y justo estas palabras la trajeron dos veces a Estocolmo, donde se otorgan los premios Nobel a personas de espíritu inquieto y en búsqueda constante”.
          El discurso es un “jalón de orejas” para quienes permitimos que la vida cotidiana nos hunda en el hastío y negamos el gozo que pueda haber en nuestros oficios. Por cierto, lo repito orgullosamente: Soy Poeta. Tampoco podemos decir que nuestra actitud, ésta con la que nos presentamos diariamente, responda a la vida corriente que nos fue asignada. Szymborska, refuta una y otra vez esta idea: no hay vidas corrientes, aunque seamos en el inconcebible azar. Entonces, queda mucho por vivir, por gozar. Para concluir, los invito a leer uno de sus poemas:

Soy quien soy
inconcebible azar
como cualquier azar

[...]
No fui yo quien escogió
pero no me quejo.
Pudiera haber sido alguien
mucho menos singular.
Uno entre el cardumen, entre el hormiguero,
entre el enjambre zumbante
un fragmento del paisaje sacudido por el aire.

[…]
Pude haber sido yo misma, pero sin que me sorprendiera,
lo que habría significado
ser alguien completamente diferente.


Para leer
1. Antología de poemas de Wislawa Szymborska

Texto publicado originalmente en La vereda, periodismo cultural en línea










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