Paredes donde ningún color duerme y los sueños son gusanos que surcan la claridad del día. La mujer que fuiste —alguna vez fuiste una mujer—, se somete en la oración del miedo y la escalera desciende al fondo de una tierra insensible. Vas de un lado a otro, o en su puño, que coloca en la mejilla derecha o izquierda.
*
—Me despertaron sus gritos. Eran muy fuertes, muy profundos.
—¿Llamaste a la policía?
—La piel se me estremece y la siento como más pesada.
*
(Escucha, me voy a quedar contigo
hasta que te alivies,
hasta que no sea difícil cubrir con maquillaje
los moretones,
hasta que te levantes
escollo a escollo).
La promesa
es golpe bajo la nuca
*
Tu cara resurge como la luz y el maquillaje es suspensión de la edad. Te corresponde el brillo de las flores, el aliento de la calle tras la puerta inamovible. A tu alrededor, después de infinitas semanas, no hay oscuridades o si las hay, se reducen detrás de los hombros. Hay una salida.
Publicado en el suplemento cultural
Confabulario del periódico El universal.
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