La literatura se relaciona con los viajes. Cada página leída nos acerca a los pormenores de subir al auto e interpretar el mundo desde una ventana que nos ofrece la inmediatez del tiempo. Los viajes, no obstante, no sólo se refieren a las ciudades descubiertas a lo largo de la vida; son los viajes hacia la profundidad de los textos, esos paisajes maravillosos. Así entiendo la literatura. Puedo relacionarla con el mar, los bosques, el volcán a punto de estallar, pero sobre todo con los viajes.
Llevando a esta de un lugar a otro, he realizado viajes fantásticos; otros, no tanto. Hay viajes y ciudades que me hacen sentir extraña. Es como si de pronto esas calles no me involucraran en la mirada de los transeúntes y las vidrieras negaran la proyección de mi cuerpo. Viajes, ciudades, calles, mercados, en los que no encajo y mi alegría se rompe. Otros viajes, los placenteros, me llevan a escribir mucho. No en papel o en el teclado de la computadora. Escribir en le memoria, fijar fotografías, sonrisas, frases, para luego volcar el universo infinito.
Con todo lo anterior (sé de antemano que los preámbulos a veces se desbordan), diré que hace una semana fui a Colima. La invitación la recibí por parte de la maestra Celia Cervantes, quien primeramente me pidió integrar un expediente con mi actividad literaria para proponerme al Congreso del Estado de Colima como candidata a recibir la presea “Griselda Álvarez Ponce de León”. Creo hasta el día de hoy que el prestigio de la persona se gana con hechos y no con los títulos que recibe y más aún si estos se obtienen por la vía de lo torcido, lo amañado. Comencé pues a reunir todo ese material en el que he dejado constancia de mi paso por estos caminos. Desde los primeros libros hasta los últimos, desde la mujer que era (la recuerdo vagamente) hasta la que soy y relaciona la literatura con los viajes.
Me empeño en decir que obtener una presea con el nombre de “Griselda Álvarez Ponce de León”, mujer importantísima para el Estado de Colima, escritora, maestra, política, primera mujer en ocupar el cargo de Gobernadora de un estado, es un compromiso muy alto. Fue lo que dije a la Licda. Azucena Evangelista Salazar, actual directora del Centro Universitario de Estudios de Género (CUEG) que junto con la Universidad de Colima, encabezada por el Mtro. José Eduardo Hernández Nava, respaldaron mi postulación; señalé lo mismo a la maestra Karina Robles, de Radio Universidad y a la Licda. Elisa Ramos Jiménez, asistente editorial de la revista Géneros.
No se trata de ser parte de un reconocimiento y dar la vuelta. Es, por medio de un trabajo constante, ininterrumpido, devolver la experiencia. Es la manera en como yo entiendo los momentos importantes de la vida. Por supuesto que para llegar a este lugar, donde la literatura es muchos viajes, las publicaciones de la Universidad de Colima, me abrieron sus páginas. Guardo, con mucho cariño, mis primeros textos que aparecieron en la revista Géneros, en el suplemento Andante de la entonces Facultad de Letras y Comunicación. Cartapacios y Alta mar del Ecos de la Costa y ahora el suplemento El comentario semanal, son testigos.
Llegué a Colima con el atraso de dos autobuses. No pudimos conseguir vuelos y me arrojé a los brazos de la demora. Trastornada por las luces de las cámaras fotográficas, los saludos, los abrazos, miré a Colima como la ciudad de mis múltiples viajes y lo fundamental que ha sido para mi trabajo literario. Colima y Quesería, ese pueblo anclado al pie del Volcán, están inmersos en el espíritu de mis textos.
Me encontré con mis maestros de la Facultad, pero ni ellos son los mismos ni los pasillos que una vez recorrí como quien recorre un mundo paralelo o simplemente una habitación. Ciertamente fluyen otras ideas, proyectos grandes, estructurados, ambiciosos. Y miro su entrega, ese apasionamiento y es como si dentro de mí una fuerza se multiplicara, una corriente de agua o fuego. No sé si lo escribo de manera adecuada, pero es difícil asimilar la alegría como difícil el amor, la vida, la muerte. Ahí estuve, en medio de esas voces que componen mi pasado y reestructuran mi presente.
Un reconocimiento también es oportunidad para volver los ojos sobre temas específicos. En el Día internacional de la mujer (el Congreso del Estado también reconoció el trabajo de otras mujeres colimenses), cabe mencionar que la lucha femenina no termina. En el fluir de los contextos que vive México, esta decisión parece imposible. Sobre la mujer cae el odio, la intolerancia, el crimen. No puedo concebir esas largas listas de mujeres que han sido obligadas a guardar silencio y son arrojadas a la fosa común de los olvidos. Las leyes deben tener fronteras definidas porque sólo así se puede hablar de justicia. Se han vuelto hábito el sonido atronador de las pistolas, la sirena de las ambulancias. La libertad, no acepta condicionamientos, ni la escritura misma. Por ellas y por ustedes, tengo presentes mis compromisos.
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