Poemas de y sobre heroínas




Hace uno días presenté en mi programa de Periscope (lo pueden ver en YouTube) el tema que lleva el título de esta entrada. La idea, fue presentar a mujeres poetas que pese a la adversidad de su tiempo, condición, circunstancia, etc., han dejado huella en la literatura universal.
            Hay muchisísimas que caben en este rubro; muchas de ellas que aún permanecen invisibles pero que llegan a uno, por la sugerencia de conocidos, de compañeros, de amigos en la senda maravillosa del poema. Heroínas ¿por qué? Simple y sencillamente por esto:
  1. Derriban y destruyen mitos y prejuicios en torno a la mujer.
  2. Escribieron y escriben la historia de cada uno de sus países, con sus corruptelas, con sus feminicidios, con sus políticos de grima...
  3. Sus poemas abordan los temas del parto, del sexo (con mujeres, con hombres más jóvenes, por ejemplo), de la masturbación, del deseo, del amor, de la vejez…
  4. Se refieren a los problemas sociales, culturales, a la traición, a la violencia (principalmente), al crimen.
  5. Porque se levantan del caos, del miedo, del dolor, de la ruina, como mujeres. Sí, además, poetas.



Cristina Peri Rossi (Montevideo, Uruguay, 1941). Es una escritora, traductora y activista política uruguaya exiliada en España desde 1972 y residente en Barcelona, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera literaria. Frecuentemente asociada con el Boom, es una de las escritoras más importantes y reconocidas de la lengua española en el siglo XX.

No quisiera que lloviera
No quisiera que lloviera
te lo juro
que lloviera en esta ciudad
sin ti
y escuchar los ruidos del agua
al bajar
y pensar que allí donde estás viviendo
sin mí
llueve sobre la misma ciudad.
Quizá tengas el cabello mojado
el teléfono a mano
que no usas
para llamarme
para decirme
esta noche te amo
me inundan los recuerdos de ti
discúlpame,
la literatura me mató
pero te le parecías tanto.

Gloria Fuertes (Madrid, 1918 – 1998). Poeta española. Escribió una extensa obra dedicada al público infantil. Maestra de profesión, trabajó como archivera bibliotecaria y codirigió la revista Arqueros. Su poesía y persona revelaron siempre una fuerza vital difícil de contener. Aunque ella siempre se definió como “autodidacta y poéticamente desescolarizada”, su nombre ya ha quedado ligado a dos movimientos literarios: la generación del 50 y el Postismo, grupo literario de posguerra al que se unió a finales de los 40.

Cuando te nombran
Cuando te nombran,
me roban un poquito de tu nombre;
parece mentira
que media docena de letras digan tanto.
Mi locura sería deshacer las murallas con tu nombre,
iría pintando todas las paredes,
no quedaría un pozo
sin que yo asomara
para decir tu nombre,
ni montaña de piedra
donde yo no gritara
enseñándole al eco
tus seis letras distintas.
Mi locura sería
enseñar a las aves a cantarlo,
enseñar a los peces a beberlo,
enseñar a los hombres que no hay nada
como volverme loca y repetir tu nombre.
Mi locura sería olvidarme de todo,
de las 22 letras restantes, de los números,
de los libros leídos, de los versos creados.
Saludar con tu nombre.
Pedir pan con tu nombre.
– siempre dice lo mismo- dirían a mi paso,
y yo, tan orgullosa, tan feliz, tan campante.
Y me iré al otro mundo con tu nombre en la boca,
a todas las preguntas responderé tu nombre
– los jueces y los santos no van a entender nada-
Dios me condenaría a decirlo sin parar para siempre.

Wislawa Szyborska (Polonia, 1923-2012). Poeta, ensayista y traductora polaca ganadora del Premio Nobel de Literatura en 1996. Se la emparenta, geográfica, generacionalmente y por calidad, a escritores como Zbigniew Herbert o Czesław Miłosz, a quien admiró desde muy joven.

Amor a primera vista
Ambos están convencidos
de que los ha unido un sentimiento repentino.
Es hermosa esa seguridad,
pero la inseguridad es más hermosa.
Imaginan que como antes no se conocían
no había sucedido nada entre ellos.
Pero ¿qué decir de las calles, las escaleras, los pasillos
en los que hace tiempo podrían haberse cruzado?
Me gustaría preguntarles
si no recuerdan
-quizá un encuentro frente a frente
alguna vez en una puerta giratoria,
o algún “lo siento”
o el sonido de “se ha equivocado” en el teléfono-,
pero conozco su respuesta.
No recuerdan.
Se sorprenderían
de saber que ya hace mucho tiempo
que la casualidad juega con ellos,
una casualidad no del todo preparada
para convertirse en su destino,
que los acercaba y alejaba,
que se interponía en su camino
y que conteniendo la risa
se apartaba a un lado.
Hubo signos, señales,
pero qué hacer si no eran comprensibles.
¿No habrá revoloteado
una hoja de un hombro a otro
hace tres años
o incluso el último martes?
Hubo algo perdido y encontrado.
Quién sabe si alguna pelota
en los matorrales de la infancia.
Hubo picaportes y timbres
en los que un tacto
se sobrepuso a otro tacto.
Maletas, una junto a otra, en una consigna.
Quizá una cierta noche el mismo sueño
desaparecido inmediatamente después de despertar.
Todo principio
no es mas que una continuación,
y el libro de los acontecimientos
se encuentra siempre abierto a la mitad.

Gabriela Mistral. Poeta chilena nacida en Vicuña pequeña localidad del centro norte de Chile en 1889. Aunque su nombre real fue Lucila Godoy Alcayaga, adoptó su seudónimo inspirada en la obra de Gabriel D'Annunzio y Fréderic Mistral. Su labor literaria comenzó a reconocerse en 1914 al resultar ganadora de unos Juegos Florales. En 1922 fue publicada su primera obra y desde entonces viajó por numerosos países de América y Europa. Obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1945 como un justo reconocimiento no sólo de su producción poética, sino de la labor literaria y social de una mujer que había dedicado su vida a la difusión de la cultura y a la lucha por la justicia social y los derechos humanos. Falleció en Nueva York en el año de 1957.

Ausencia
Se va de ti mi cuerpo gota a gota.
Se va mi cara en un óleo sordo;
se van mis manos en azogue suelto;
se van mis pies en dos tiempos de polvo.
¡Se te va todo, se nos va todo!

Se va mi voz, que te hacía campana
cerrada a cuanto no somos nosotros.
Se van mis gestos, que se devanaban,
en lanzaderas, delante tus ojos.
Y se te va la mirada que entrega,
cuando te mira, el enebro y el olmo.
Me voy de ti con tus mismos alientos:
como humedad de tu cuerpo evaporo.
Me voy de ti con vigilia y con sueño,
y en tu recuerdo más fiel ya me borro.
Y en tu memoria me vuelvo como esos
que no nacieron ni en llanos ni en sotos.
Sangre sería y me fuese en las palmas
de tu labor y en tu boca de mosto.
Tu entraña fuese y sería quemada
en marchas tuyas que nunca más oigo,
¡y en tu pasión que retumba en la noche,
como demencia de mares solos!
¡Se nos va todo, se nos va todo!
Escóndeme
Escóndeme que el mundo no me adivine.
Escóndeme como el tronco su resina, y
que yo te perfume en la sombra, como
la gota de goma, y que te suavice con
ella, y los demás no sepan de dónde
viene tu dulzura...

Soy fea sin ti, como las cosas desarraigadas
de su sitio; como las raíces abandonadas
sobre el suelo.

¿Por qué no soy pequeña como la almendra
en el hueso cerrado?

¡Bébeme! ¡Hazme una gota de tu sangre, y
subiré a tu mejilla, y estaré en ella
como la pinta vivísima en la hoja de la
vid. Vuélveme tu suspiro, y subiré
y bajaré de tu pecho, me enredaré
en tu corazón, saldré al aire para volver
a entrar. Y estaré en este juego
toda la vida.

María Emilia Cornejo (1949-1972). Se suicida a la edad de 23 años. Su poesía inauguró la poesía erótica escrita pro mujeres en Perú. En palabras del poeta Marco Martos, “en los pocos poemas que logró escribir, dio un vuelco a la poesía peruana escrita por mujeres”.

OY LA MUCHACHA MALA DE LA HISTORIA
soy
la muchacha mala de la historia,
la que fornicó con tres hombres
y le sacó cuernos a su marido.
soy la mujer
que lo engañó cotidianamente
por un miserable plato de lentejas,
la que le quitó lentamente su ropaje de bondad
hasta convertirlo en una piedra
negra y estéril,
soy la mujer que lo castró
con infinitos gestos de ternura
y gemidos falsos en la cama.
soy
la muchacha mala de la historia.


COMO TÚ LO ESTABLECISTE

sola,
descubro que mi vida transcurrió perfectamente
como tú lo estableciste.
ahora
cuando la sensación de algo inacabado,
inacabado y ajeno
invade de escrúpulos mis buenas intenciones,
sólo ahora
cuando me siento en la mitad de todos mis caminos
atada a frases hechas
a cosas que se hacen por haberlas aprendido
como se aprende una lección de historia,
puedo pensar
que de nada sirvieron los consejos
ni las interminables conversaciones con tu madre,
y esas largas horas de mi vida
perdidas
en aprendizajes extraños
sobre pesas y medidas,
colores
y
sabores
y
en el vano intento de ir tras el sol
tras el vuelo de los pájaros,
de repente quiero acabar
con mi baño de todas las mañanas,
con el café pasado,
con mi agenda cuidadosamente estructurada
de citas y visitas
a las que asisto puntualmente;
pero es tarde
hace frío
y estoy sola.


TÍMIDA Y AVERGONZADA

tímida y avergonzada
dejé que quitaras lentamente mis vestidos,
desnuda
sin saber qué hacer y muerta de frío
me acomodé entre tus piernas
¿es la primera vez?
preguntaste,
sólo pude llorar.
oí que me decías que todo iba a salir bien
que no me preocupara,
yo recordaba las largas discusiones de mis padres,
el desesperado llanto de mi madre
y su voz diciéndome:
“nunca confíes en los hombres”.
Comprendiste mi dolor
y con infinita ternura
cubriste mi cuerpo con tu cuerpo,
tienes que abrir las piernas, murmuraste,
y yo me sentí torpe y desolada.


Alfonsina Storni (1892-1938. Nació el 29 de mayo de 1892 en Sala Capriasca (Suiza) y se trasladó con su familia a la Argentina en 1896, donde adoptará esta nacionalidad. Es autora de los libros de poemas "La inquietud del rosal", "El dulce daño", "Irremediablemente", "Languidez", "Ocre", "Mundo de siete pozos" y "Mascarilla y trébol". Publicó también las obras de teatro "El amo del mundo", "Dos farsas pirotécnicas" y "Teatro infantil". En 1925, recibió el Primer Premio Municipal de Poesía y el Segundo Premio Nacional de Literatura. El 25 de octubre de 1938, se suicidó en la ciudad de Mar del Plata, provincia de Buenos Aires.

A Eros

He aquí que te cacé por el pescuezo
a la orilla del mar, mientras movías
las flechas de tu aljaba para herirme
y vi en el suelo tu floreal corona.
Como a un muñeco destripé tu vientre
y examiné sus ruedas engañosas
y muy envuelta en sus poleas de oro
hallé una trampa que decía: sexo.

Sobre la playa, ya un guiñapo triste,
te mostré al sol, buscón de tus hazañas,
ante un coro asustado de sirenas.

Iba subiendo por la cuesta albina
tu madrina de engaños, Doña Luna,
y te arrojé a la boca de las olas.


Cecilia Vicuña (Santiago de Chile, Chile, 1948-). La poeta, artista visual y cineasta Cecilia Vicuña nació en Santiago de Chile en 1948, en el seno de una familia de artistas; esto la favoreció e incluso lo expresó así: "Antes de saber escribir, yo inventaba palabras". Se graduó en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Chile en 1971 y en 1972 partió a Londres becada por el British Council para estudiar pintura en la Slade School of Fine Arts del University College de Londres. El golpe militar y la instalación de la dictadura pinochetista la llevó a abandonar su país natal, durante algún tiempo recorrió distintos países y finalmente se estableció en New York en 1980. Su obra poética ha recorrido el mundo, y entre sus libros destacan: Sabor a mí (1973), Siete poemas (1979) Precario / precarious (1983), Luxumei o el Traspié de la doctrina (1983), PALABRarmas (1984), Samara (1986), La Wik'uña (1990), Unravelling Words & the Weaving of Water (1992) La realidad es una línea (1994), El templo (2001) I Tú (2005), Zen Surado(2013), Kuntur Ko (2015), Lo Precario (2016), entre otros. 

Las personas que me visitan
no imaginan
lo que desencadenan en mí.
C. no sabe que sueño
con acariciarla
sin que me vea
mientras le echa dulce de camote
al pan parece que juega
con cálices y piedras sagradas,
el modo como levanta la mano
para llenar el cuchillo
de mantequilla
es un gesto
donde los mares hacen equilibrio
donde las mujeres que tienen frío
se solazan.
Tiene oleajes y consecuencias
como una línea en el radar.
Cuando se levanta la falda
para mostrarme el calzón plateado
veo grupos ondulantes de caderas
que repiten la redondez
y la perfección
hasta alcanzar una estridencia grande.

Anhelo que no se mueva demasiado
par a alcanzar a vivir en ella
a respirar y dormir
en esas planicies.
Está tan oscuro el muslo
tan brillante el pelo
que parece habla en otro idioma.
Lo que digo es tan torpe
pero cómo voy a decir:
"Eres tan hermosa"
"Me alegro tanto
de que hayas llegado."
Cuando subo el libro del Renacimiento
donde vemos primitivos italianos
quisiera decirte:
"En esta ciudad te encuentro"
"Tú eres esas colinas"
"Tú las pintaste."
Tus dedos son iguales
a la curva de las aletas
de la sirena
representada en la alegoría.
Pero no es exactamente esto.
Tú eres de un país con ciudades
de Lorenzetti.
Tú y yo alguna vez
volveremos a esa ciudad.

No sufras porque en este cuadro
dos mujeres se acarician
yo alguna vez te acariciaré.
No te preocupes de que estés envejeciendo,
tú vas a otra clase de tiempo
y yo también.
Aliméntate del relato que me haces
de la copa de vino
cruzando el umbral.
Aliméntate y enjóyate,
no dejes de soñar con el cuadro.
del maestro de Fontainebleu
donde una mujer
le toma a otra un pezón:
durante épocas enteras
nadie soltará tu pezón.

Quiero sufrir
enterrarme en ti,
ahorcarte y hacer un hoyo profundo,
donde te empiece a tapar la tierra
lentamente y ver tus colores
pudrirse bajo el café.
¿No te gusta tanto la combinación
de violeta y café?

No quería hablarte de la muerte
pero ya que la temes tanto
¿cómo no voy a hablar?
Es escaso el tiempo
que tenemos para vernos
y conversar.
Me gustaría ser hombre
para seducirte y obligarte
a que abandones tu casa
y te olvides de todo,
pero esta idea no me gusta.
Separados y solitarios
los hombres siempre están fuera
y nada necesitan con más urgencia
que estar dentro,
probar alguna tibieza,
altas y bajasmar.

Estoy cansada de ti
de tus resistencias
y conciencias.
Nunca te dejas llevar,
me gusta más que no lo hagas,
cuando lo haces
parece que el corazón te va a estallar
te va a florecer
te va a doler.

Es mentira que me haya cansado.
Es de mí que me canso.
Deseo verte nada más
que te enamores de otros
y nunca te apercibas de mí.

Cuando te vistes con camisa de franela
y calcetines de lana
por una semana
y te afeas y avejentas
para morir un poco
quiero estar cuando resucites
y sea una gloria de ojos húmedos
y oscuros.

Quiero ser un indio
que está escondido en las montañas
y nunca viene a las laderas
porque todo le duele.

Iluminarme con mis propias luces.

Naciste del cruce
de tu madre con la muerte,
ni siquiera en la infancia
habrás sido rosada.
Los que hacen el amor contigo
creen que nunca regresarán
que se van a hundir
que les vas a tejer
una tela húmeda en la espalda
y como es probable
que tengas conexiones
con la boca de los volcanes
por ahí tirarás a tus amantes
y si ellos se liberan
es porque te compadeces.

Te tengo miedo
porque no puedes mirarme
como yo te miro
no puedes amarme
como yo te amo
no puedes ni siquiera
desear acariciarme
y vivir algún tiempo conmigo
haciéndome peinados góticos
o pidiéndome que revuelva el té
con la punta de mi pezón.

Tu lado humano
no está a la altura
de tu lado bestial.
Algunos te imaginan dueña
de regiones orgullosas
y llenas de daño,
pero los que te han visto
con fiebre
o en épocas de menstruación
te aman muy en contra
de tu voluntad,
si es que tienes voluntad.
Solamente una intensidad
le da poderes a tu vida
y la muerte se ve acabada
por fuentes peludas
y calientes miradas

Qué daría la muerte
porque no tuvieras
esos ojos redondos
ni esos senos
ni esos muslos
ni esos tobillos
para dominarte
envolverte y guardarte
de una vez por todas.

Rosario Castellanos. Poeta mexicana nacida en el Distrito Federal en 1925. Su infancia transcurrió en Chiapas y luego estudió Filosofía y Letras obteniendo una maestría en la UNAM. Practicó con gran éxito todos los géneros literarios, destacándose especialmente en su obra poética que la ha convertido en una de las más altas representantes de México en el último siglo. Obtuvo importantes reconocimientos entre los que se destacan, Premio Xavier Villaurrutia 1961, Sor Juana Inés de la Cruz y Premio Carlos Trouyet.Toda su obra está recopilada en el libro «Poesía no eres tú». Falleció en Tel Aviv en 1974, cuando ocupaba el cargo de embajadora de su país ante el gobierno de Israel.

Parábola de la inconstante

Antes cuando me hablaba de mí misma, decía:
Si yo soy lo que soy
y dejo que en mi cuerpo, que en mis años
suceda ese proceso
que la semilla le permite al árbol
y la piedra a la estatua, seré la plenitud.

Y acaso era verdad. Una verdad.

Pero, ay, amanecía dócil como la hiedra
a asirme a una pared como el enamorado
se ase del otro con sus juramentos.

Y luego yo esparcía a mi alrededor, erguida
en solidez de roble,
la rumorosa soledad, la sombra
hospitalaria y daba al caminante
-a su cuchillo agudo de memoria-
el testimonio fiel de mi corteza.

Mi actitud era a veces el reposo
y otras el arrebato,
la gracia o el furor, siempre los dos contrarios
prontos a aniquilarse
y a emerger de las ruinas del vencido.

Cada hora suplantaba a alguno; cada hora
me iba de algún mesón desmantelado
en el que no encontré ni una mala bujía
y en el que no me fue posible dejar nada.

Usurpaba los nombres, me coronaba de ellos
para arrojar después, lejos de mí, el despojo.

Heme aquí, ya al final, y todavía
no sé qué cara le daré a la muerte.

Eugenia Vaz Ferreira. Poeta uruguaya nacida en Montevideo en 1874. Contemporánea de Delmira  Agustini y de Herrera Reisig, es considerada como una poeta metafísica, con rasgos del romanticismo y simbolismo. Dedicada por algún tiempo a la docencia, fue designada para dictar la Cátedra de Literatura en la Universidad de Mujeres. Sin embargo, su precaria salud la obligó a abandonar su trabajo, falleciendo en 1924, antes de ver publicada su obra. Su producción literaria está compuesta por cuarenta poemas contenidos en su «Isla de los Cánticos», publicada por su hermano Carlos en 1925.

Hacia la noche

Oh noche, yo tendría
una palma futura, desplegada
sobre el gran desierto,
si tú me das por una sola noche
tu corazón de terciopelo negro,
y yo, al compás de su morena sangre,
canto con las ondas beatas el sacro silencio.

Mi canto será vivo
sólo por el deseo
de serenar la cuotidiana angustia...

Oh noche, yo te quiero
sin el fulgor de luminosos astros,
sin marinos clamores
y sin la voz que finge
en los cráneos sonoros el rumor de los vientos.

Oh dulce noche mía, oh dulce noche!
Aunque el glorioso pájaro del alba.
rompa después mi lapidario ensueño,
un polvo de inquietud arda en mis ojos,
y me seas de nuevo
sólo una palma antigua, replegada
sobre el gran desierto.


Heroica

Yo quiero un vencedor de toda cosa,
invulnerable, universal, sapiente,
inaccesible y único.

En cuya grácil mano
se quebrante el acero,
el oro se diluya
y el bronce en que se funden las corazas,
el sólido granito de los muros,
las rocas y las piedras
los troncos y los mármoles
como la arcilla modelables sean,
A cuyo pie sin valla y sin obstáculo
las murallas amengüen,
se nivelen los pozos,
las columnas se trunquen
y se abran de par en par los pórticos.

Que posea la copa de sus labios
el licor de la vida,
el virus de la muerte,
la miel de la esperanza,
las beatas obleas del olvido,
y del divino amor las hostias sacras.

Que al erótico influjo de sus ojos
se empañen los cristales,
la nieve se calcine,
se combustione el seno
virginal de las selvas
y se empenache con ardientes ascuas
el corazón de la rebelde fémina.

Que al rayar de su testa iluminada
resbalen de las frentes
las más bellas coronas,
los lábaros se borren,
repliegue sus insignias
la faz del estandarte
y vacilen los símbolos ilustres
sobre sus pedestales.

Yo quiero un vencedor de toda cosa,
domador de serpientes, encendedor de astros
transponedor de abismos...

Y que rompa una cósmica fonía
como el derrumbe de una inmensa torre
con sus cien mil almenas de cristales
quebrados en la bóveda infinita,
cuando el gran vencedor doble y deponga
cabe mi planta sus rodillas ínclitas.

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