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Los escritores Alfredo Castro, Nadia Contreras y Marianne Toussaint |
La torre del pájaro, publicado por el Instituto Municipal de Cultura y Educación de Torreón en su colección Viento y Arena, de Marianne Toussaint, propone una poesía precisa y evocadora que se centra en la identidad humana y su búsqueda en un mundo fragmentado. El libro genera una dicotomía entre la libertad y las limitaciones, la memoria y el olvido. También evoca las ciudades del norte de México, especialmente las del desierto, como Torreón, donde el viento y la arena moldean un paisaje tanto tangible como simbólico. La sequedad, el polvo y la aridez funcionan como metáforas de la existencia, en un espacio que, aun teniendo una identidad concreta, podría ser cualquier otro.
El libro se divide en cuatro apartados. En el primero, “La torre del pájaro”, se introduce una metáfora que resuena profundamente con el concepto del encierro y la limitación. Aquí, el ave, usualmente símbolo de libertad, se encuentra atrapado en una torre. Este espacio se convierte en una representación de la imposibilidad de alcanzar el vuelo, de trascender tanto las barreras físicas, espirituales. Esta imagen no es ajena a los dilemas existenciales que Octavio Paz aborda a lo largo de su obra, donde la libertad y la búsqueda de un espacio genuino se perciben en un enfrentamiento con lo exterior y lo interior. Esta confrontación se refleja perfectamente en uno de los pasajes de su poema “La calle”: “Todo está oscuro y sin salida, / y doy vueltas en esquinas / que dan siempre a la calle / donde nadie me espera ni me sigue, / donde yo sigo a un hombre que tropieza / y se levanta y dice al verme: nadie”.
La segunda sección, “Provincias de la noche”, es un campo fértil para la introspección, donde la identidad no es algo dado, sino algo que se debe desentrañar poco a poco. En “Noches de azogue”, el tiempo se presenta no en una línea recta, sino en un espacio fluido y mutable, que la poeta revisita una y otra vez, reinterpretando el pasado constantemente. El azogue, con su incesante movimiento, se convierte en un símbolo perfecto de esa memoria líquida, escurridiza e imposible de capturar o estabilizar. Este concepto de memoria fluida se encuentra también en la obra de otros poetas como Rosario Castellanos, quien explora cómo la historia, la memoria colectiva y las identidades se entrelazan, especialmente en lo que respecta a las mujeres y los pueblos indígenas. Uno de los ejemplos más claros de esta mirada hacia la memoria se encuentra en su poema “Los adioses”: “Quisimos aprender la despedida / y rompimos la alianza que juntaba al amigo con la amiga. / Y alzamos la distancia / entre las amistades divididas. / / Para aprender a irnos, caminamos. / Fuimos dejando atrás las colinas, los valles, / los verdeantes prados / miramos su hermosura / pero no nos quedamos”.
Al igual que el azogue, que fluye y se escapa, esta despedida es algo que no puede retenerse, aunque se haya experimentado y observado con claridad. La imagen de las colinas, los valles y los prados que se quedan atrás resuena con la fluidez del tiempo y la memoria. Finalmente, “Murallas” cierra el libro con una reflexión sobre la historia y el tiempo, temas que se entrelazan a lo largo de la obra. En los versos “Los pájaros, perdimos la voz / entre las altas murallas, / se la hemos prestado a la ciudad / para formar un manto de murmullos / que cubra las heridas de su rasgado cielo de torres”, las aves, que podrían representar la libertad, pierden su voz al quedar atrapadas entre las murallas, un espacio de limitación y represión. Al prestarles su voz a la ciudad, se genera un murmullo, un ruido constante que cubre las heridas del cielo urbano. Así, el poema revela cómo la historia, con sus cicatrices y traumas, queda oculta bajo las murallas del presente, construidas tanto por la ciudad como por sus habitantes.
Estas murallas, tanto físicas como simbólicas, se erigen como barreras que nos impiden escuchar las voces del pasado, condenándonos a una historia fragmentada e incompleta. En esta construcción poética, la imagen de la muralla dialoga con el paisaje árido del desierto, donde la arena, la sequedad y el polvo también actúan como velos que ocultan y transforman la memoria. Así como las tolvaneras pueden borrar huellas en la tierra, el tiempo y las estructuras que edificamos pueden desdibujar nuestra conexión con lo que fuimos.
En este recorrido por el libro, destaco algunos de los elementos que me parecen fundamentales. Vuelvo al título: la torre se convierte en una “cima”; si retomamos a Platón, la “cima” de conocimiento y verdad, accesible solo a través del pensamiento puro y la trascendencia. Toussaint integra este elemento de manera única: utiliza la torre y el pájaro para reflejar el desafío de elevarse por encima de las limitaciones y alcanzar un estado superior de ser. La metáfora del pájaro y la torre atraviesa todo el poemario, donde el pájaro encarna la dualidad del ser humano: el deseo de libertad y la imposibilidad de alcanzarla completamente. En varios poemas, los pájaros aparecen atrapados, lo que nos hace pensar en la vulnerabilidad del individuo frente a su propio destino. Un claro ejemplo de ello se encuentra en “El jardín de los enfermos”, donde los pájaros enjaulados (el pájaro en su jaula es un universo determinante en esta obra) simbolizan la fragilidad de los pacientes en un hospital, estableciendo un paralelismo la jaula y el cuerpo enfermo. Ambos elementos son prisiones. Leamos: “Los pájaros sueñan que sus alas les oprimen el pecho / que, cuando internan su pico entre las plumas al pardear la tarde, / las miradas los ciñen, les cortan las alas. / ¿Y quién es uno? / el pájaro que se sueña sin alas / el hombre en silla de ruedas”.
Otro tema recurrente en la obra es el desarraigo, un sentimiento alimentado por la constante búsqueda de un hogar o de un tiempo perdido que, irremediablemente, no puede ser recuperado. Este desarraigo se manifiesta con fuerza en los versos: “Que no se borre la infancia, / ni caiga el aire que sostiene las palmeras” y “Vengo a ver las palmeras que no existen más”. La imagen de las palmeras, que se desvanecen con el paso del tiempo, se convierte en un símbolo de lo irrecuperable. Representan ese lugar emocional, ese refugio de la infancia que ya no existe, un espacio inalcanzable que se desintegra a medida que crecemos. Reflexionemos: ¿Cómo influye en nuestra identidad el hecho de que la infancia, ese periodo en el que todo parece posible, se nos escapa lentamente, convirtiéndose en un recuerdo lejano que nunca podremos recuperar por completo? ¿De qué manera la pérdida de ese tiempo inicial forma parte de nuestra búsqueda constante de sentido y pertenencia?
Otro punto a destacar en este libro es el lenguaje. El lenguaje de Toussaint, preciso y evocador, evita adornos innecesarios y se centra en la potencia de la imagen poética. Un ejemplo significativo es el verso: “El relámpago rasga una costura / en la oscuridad del ojo”. El relámpago, con su fugaz intensidad, actúa como un símbolo de la epifanía repentina, un destello de luz que interrumpe la oscuridad de la conciencia humana.
Este tipo de metáforas también resuenan en la tradición filosófica, en los filósofos existencialistas, como Søren Kierkegaard, quienes consideran que la verdad surge a través de momentos de crisis. La “costura rota” puede interpretarse como un momento transitorio que va de la contradicción a la resolución, un instante fugaz que refleja la condición humana. Esta visión fragmentada de la percepción también se refleja en La fenomenología de la percepción de Maurice Merleau-Ponty, donde la percepción humana siempre es incompleta, y solo a través de momentos intensos y fugaces, podemos atisbar una verdad más profunda.
Marianne Toussaint es hija de la gran poeta Enriqueta Ochoa (1928-2008), de quien heredó la palabra y el tacto poético. Sin embargo, ha desarrollado una mirada propia que se ha plasmado en otras obras: Esta cuchilla móvil (1982), Caligrafía de Ariadna (UNAM, 1987), Murallas (Gobierno del DF, 1996), Cordilleras de sombras (UNAM, 2000) y El paisaje es una casa (Conaculta, 2006). A través de este libro, Toussaint crea una experiencia poética que interpela al lector, obligándolo a enfrentarse a sus propios recuerdos y miedos. La torre del pájaro es, finalmente, un mapa de la experiencia humana, en el que cada lector puede identificar sus propias aspiraciones y límites, así como sus torres y pájaros, oscilando siempre la jaula de las restricciones y la inmensidad del cielo de la memoria.
Texto leído en la presentación del libro La torre del pájaro (Instituto Municipal de Cultura y Educación, Colección Viento y Arena, 2024), el 11 de marzo de 2025, en el marco del Encuentro Cultural Las Mujeres Toman Torreón. Instalaciones de El siglo de Torreón.
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