
Dedico este texto a cada uno de los miembros del taller que estuvieron presentes ayer, pues mucho de lo que compartimos se encuentra reflejado aquí. Mi gratitud, siempre, por el eco de sus palabras y por el espacio que creamos juntos.
El
25 de febrero celebramos una nueva sesión de nuestro Taller de poesía “Dunas de
versos”, realizado como parte de las actividades de la Coordinación de
Literatura del Instituto Municipal de Cultura y Educación de Torreón. La sesión
tuvo lugar en la galería de dicho Instituto y estuvo dedicada a la obra de la
poeta Marianne Toussaint. La autora visitará la ciudad próximamente para
presentar su libro La torre del pájaro, publicado por el IMCE en su
colección Viento y Arena.
Esta presentación se llevará a cabo el martes 11 de marzo, a las 19:00 horas, en las instalaciones de El Siglo de Torreón, donde estará acompañada de Alfredo Castro Muñoz y Nadia Contreras, quienes compartirán detalles sobre el proceso de creación y la relevancia de la obra en el contexto literario actual. Además, Marianne ofrecerá un taller de poesía en las instalaciones del IMCE los días 12, 13 y 14 de marzo, en horario de 18:00 a 20:30 horas. Es gratuito y abierto al público interesado en este género.
Toussaint, quien nació en Torreón, Coahuila, en 1958, es una voz esencial en la poesía mexicana contemporánea. Hija de madre mexicana y padre francés, su infancia transcurrió entre distintas geografías, incluyendo el norte de África. Estudió Letras Hispánicas en la UNAM y ha desarrollado una trayectoria literaria marcada por la exploración de la memoria, la identidad y la fragilidad de la existencia. Fue directora fundadora del Encuentro Internacional de Poesía Manuel Acuña (2013, 2014, 2015 y 2016) algunos de sus poemas han sido traducidos al inglés, francés, portugués, rumano e italiano. Fue Becaria del FONCA en tres ocasiones y del Centro Mexicano de Escritores. Coordinadora de talleres literarios por el Instituto Nacional de Bellas Artes y Politécnico. Impartió clases de poesía en la Escuela de Escritores SOGEM. Sus libros más representativos son El paisaje era la casa y Murallas. Actualmente es becaria del Centro Nacional de Creadores (2022, 2023 y 2024).
Los títulos de los poemas que analizaremos aquí —“Infancia”, “Marruecos”, “Provincias de la noche”, “Atrás de sí mismo”, “La respuesta de Dio” y “Noches de azogue”— ya nos dan una pista de los temas clave en la poesía de Marianne Toussaint. La memoria, la identidad y la fragilidad de la vida se entretejen en luces y sombras. Cada poema ofrece una perspectiva sobre la vulnerabilidad de la existencia, la presencia de la muerte, el deseo y el sufrimiento.
Comencemos pues este breve análisis, cabe decir, iniciado en el taller. En “Infancia”, la imagen de la niña “brincando en el abismo de su pie” captura esa paradoja tan propia de la infancia: la fragilidad y la fuerza coexistiendo en cada gesto. Esa sensación de libertad en su inocencia es al mismo tiempo una delgada línea, como si al brincar, se estuviera acercando a un precipicio. “Infancia mía en el jardín”, dice Rafael Alberti. Más adelante, Toussaint introduce la “navaja”, un elemento de violencia que irrumpe en ese mundo infantil, como un recordatorio de que, en algún momento, la inocencia se ve fracturada por el dolor. La navaja, considero, marca una frontera, una línea invisible que separa lo que fuimos de lo que nos convertimos, porque, al final, la infancia es, ante todo, un territorio vulnerable.
Esta presentación se llevará a cabo el martes 11 de marzo, a las 19:00 horas, en las instalaciones de El Siglo de Torreón, donde estará acompañada de Alfredo Castro Muñoz y Nadia Contreras, quienes compartirán detalles sobre el proceso de creación y la relevancia de la obra en el contexto literario actual. Además, Marianne ofrecerá un taller de poesía en las instalaciones del IMCE los días 12, 13 y 14 de marzo, en horario de 18:00 a 20:30 horas. Es gratuito y abierto al público interesado en este género.
Toussaint, quien nació en Torreón, Coahuila, en 1958, es una voz esencial en la poesía mexicana contemporánea. Hija de madre mexicana y padre francés, su infancia transcurrió entre distintas geografías, incluyendo el norte de África. Estudió Letras Hispánicas en la UNAM y ha desarrollado una trayectoria literaria marcada por la exploración de la memoria, la identidad y la fragilidad de la existencia. Fue directora fundadora del Encuentro Internacional de Poesía Manuel Acuña (2013, 2014, 2015 y 2016) algunos de sus poemas han sido traducidos al inglés, francés, portugués, rumano e italiano. Fue Becaria del FONCA en tres ocasiones y del Centro Mexicano de Escritores. Coordinadora de talleres literarios por el Instituto Nacional de Bellas Artes y Politécnico. Impartió clases de poesía en la Escuela de Escritores SOGEM. Sus libros más representativos son El paisaje era la casa y Murallas. Actualmente es becaria del Centro Nacional de Creadores (2022, 2023 y 2024).
Los títulos de los poemas que analizaremos aquí —“Infancia”, “Marruecos”, “Provincias de la noche”, “Atrás de sí mismo”, “La respuesta de Dio” y “Noches de azogue”— ya nos dan una pista de los temas clave en la poesía de Marianne Toussaint. La memoria, la identidad y la fragilidad de la vida se entretejen en luces y sombras. Cada poema ofrece una perspectiva sobre la vulnerabilidad de la existencia, la presencia de la muerte, el deseo y el sufrimiento.
Comencemos pues este breve análisis, cabe decir, iniciado en el taller. En “Infancia”, la imagen de la niña “brincando en el abismo de su pie” captura esa paradoja tan propia de la infancia: la fragilidad y la fuerza coexistiendo en cada gesto. Esa sensación de libertad en su inocencia es al mismo tiempo una delgada línea, como si al brincar, se estuviera acercando a un precipicio. “Infancia mía en el jardín”, dice Rafael Alberti. Más adelante, Toussaint introduce la “navaja”, un elemento de violencia que irrumpe en ese mundo infantil, como un recordatorio de que, en algún momento, la inocencia se ve fracturada por el dolor. La navaja, considero, marca una frontera, una línea invisible que separa lo que fuimos de lo que nos convertimos, porque, al final, la infancia es, ante todo, un territorio vulnerable.
“Marruecos” es un poema que desvela un escenario de guerra y celebración donde la violencia y la resistencia femenina se confunden en un mismo paisaje. Estos dos escenarios se fusionan. Es un poema muy visual, con una carga sonora impresionante. La repetición de “ellas” subraya la figura femenina, el eje de este espacio de lucha, donde la opresión se mezcla con la persistencia. Las mujeres, en el poema, son tanto testigos como agentes de transformación, su presencia enciende una flama que, a pesar de todo, sigue ardiendo. ¿Puede la luz, paradójicamente, ser el filo de la herida?
¿Alguna vez se han preguntado qué significa pertenecer a un lugar cuando todo a tu alrededor parece desmoronarse? En “Provincias de la noche”, el desierto se convierte en un reflejo de esa sensación. La luz, el viento, todo parece estar marcado por un desarraigo constante. El sol, que aparece como una “guillotina”, no trae vida, sino que comienza a cortar, a separar, a hacer más cruda la existencia. El efrit, ese espíritu del desierto, junto con el viento desbordado, nos lleva a un caos que nos consume. Pero, en medio de esa aridez, el simún, aunque violento y destructivo, encierra una pizca de esperanza, como si nos estuviera mostrando que incluso en la destrucción hay una oportunidad para cambiar. La niña que aparece en el texto, observando los alcatraces bajo la ventana de los extranjeros, nos invita a plantear otra interrogante: ¿cómo nos definimos en esa distancia, entre lo que somos y lo que el mundo espera de nosotros?
En “Atrás de sí mismo”, la poeta nos lleva a un lugar de dolor, donde el sujeto poético parece atrapado en su propia sombra. ¿Qué “espíritu” lo ha reducido a este estado de encierro? La pregunta resuena y, desde mi punto de vista, refleja la autonegación, donde la única certeza es el sufrimiento. Ojalá pudiéramos deshacernos de ese sufrimiento, como lo expresa uno de los poemas de Juan Gelman: “al diablo al sufrimiento que / me crece por verte y por no verte y / no seas más que eso / sufrimiento / en vez de ser temblor ser esperanza / silencio bajo el sol / otro sol además”. ¿Puede la luz traer alivio? La imagen de la mañana “apretando el sol entre sus llagas” sugiere que la luz no calma, sino que oprime más. La luz suave de las velas, a diferencia del sol, no castiga; ofrece un refugio en medio de la oscuridad.
“La respuesta de Dios” es un poema juguetón. Desde el principio, la imagen de alguien que acomoda espejos para “verse la espalda” nos lleva a reflexionar sobre la imposibilidad de conocernos por completo, al menos de manera directa. La espalda, aquí, simboliza todo aquello que es inaccesible, lo que no podemos ver ni tocar, pero que, de alguna forma, nos define. Es esa parte de nosotros que permanece oculta, aunque, en el fondo, es tan crucial para nuestro ser. La figura del gato me resulta interesante porque, al igual que nosotros, también está limitado para ver su espalda. Un gato no puede observarla directamente, ya que su cuello no tiene la flexibilidad necesaria para girarse tanto. No obstante, puede alcanzarla con su lengua para asearse o rascarse. A lo largo del poema, la espalda se convierte en “La respuesta de Dios”, es decir, en lo que está fuera de nuestra vista y de nuestro control. Lo que no podemos ver, lo que nos resulta esquivo, parece ser lo que más nos define. La relación con la espalda ajena se convierte en un reflejo de lo que nunca llegamos a conocer del otro, una correspondencia en la que no hay contacto directo, pero sí una profunda influencia. El “Dios del otro” es una presencia invisible que, aunque no se puede tocar, se siente en cada mirada, en cada gesto.
Finalmente, “Noches de azogue”, la poeta introduce la imagen del suicida, ese alguien que espera, encontrando en su decisión la única certeza posible. Es un poema muy fuerte, muy poderoso. Recuerdo una frase que leí en un tríptico sobre el azogue y la salud, que decía: “La cantidad de azogue que se libera de un termómetro roto es suficiente para causar daño a una persona. Hay niños que han enfermado después de romper un termómetro y respirar el vapor de azogue”. El azogue, o mercurio, es un líquido metálico tóxico que, al liberarse en forma de vapor, puede causar daños al sistema nervioso y otros efectos graves. De manera similar, en el poema, la muerte no se presenta como un destino trágico, sino como un punto de descanso, una resolución ante la inestabilidad del deseo y la memoria. En ambas situaciones, hay una liberación: el mercurio escapa sin ser detenido, al igual que el poema cierra con una imagen de caída, donde el futuro verde se precipita sin resistencia, sin recordar más que el movimiento mismo de la pérdida.
La poesía de Marianne Toussaint transita a través de la presencia y la ausencia, la luz y la oscuridad, el recuerdo y su disolución. Su propuesta se puede vincular con la de diversas autoras que exploran la complejidad de la identidad, la memoria y la fragilidad humana. Con Dolores Castro, quien percibe la vida como un proceso de resistencia frente al dolor, la violencia, la pérdida, y siempre reflexiona sobre la condición femenina. También encontramos un paralelo con Pita Amor, cuyo estilo directo y desgarrador penetra en lo más profundo del ser, abordando la vulnerabilidad humana. La poesía de Concha Urquiza, con sus poderosas imágenes de muerte, desarraigo y dolor; la de Rosario Castellanos, cuya mirada sobre la identidad y la mujer sitúa la fragilidad como una fuente de fuerza y resistencia.
Con un lenguaje preciso y evocador, nos lleva a un espacio donde cada imagen tiene una carga simbólica poderosa. Su obra es un mapa de lo efímero, donde el tiempo, el cuerpo y la memoria se desvanecen, dejando solo el rastro de su resplandor en las palabras.
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