Boca alboreada y armoniosa


Pienso en el silencio como una hendidura. No me gusta el silencio, pero a veces dejo que esa hendidura se extienda, poco a poco al fondo de la mirada. Cierro los ojos, el fondo es de cierta felicidad, el aire revolotea sobre mi cuerpo y la música que suelo poner me invita a bailar imaginariamente. ¡Cuántas ganas tengo de bailar en un salón de pista amplia y con orquesta al fondo! 

Otras veces, froto la hendidura hasta aplanarla, hasta dejarla imperceptible al tacto. Me apretujo en mi coraza donde no hay emociones y sentimientos y de una u otra manera impido que se abra, que se ensanche como si se tratara de la hierba o la lluvia. ¡Qué placer es mirar una agenda llena de compromisos, citas, libros, cafés, talleres! ¡Imposible que la hendidura me atrape! Me sujeto del día, de la noche y no me dejo caer. Dice Hugo Mujica: "Hay una hendidura / en la palabra / hendidura, // un desgarro donde / cada palabra calla". Es el frío. Y el frío, en efecto, desgarra. 

A veces, cuando estoy sujeta al día y a la noche, pienso en aquella época. Vuelvo a esos lugares y compruebo la falta de sol, la falta de abrazos, de besos… Lo demás, pensaba, podía irse por la borda, pero esas tres cosas pudieron salvarme. Y caí. Al caer, la hendidura se abrió como una boca gigante. Nunca toqué fondo. Me hundía en un torbellino sin fin. 

La hendidura por dentro es otra cosa. En la superficie, aparenta ser de una abertura estrecha, alargada y de poca profundidad. Una vez dentro, la hendidura se alarga infinitamente hasta llegar a un fondo terroso que no tiene fin. De sus paredes se desprenden pequeñas piedras, polvo, ramas que castigan. Mientras el cuerpo cae, cada una de sus extremidades se vuelven blandas, como los relojes blandos o derretidos de Dalí. Es este el silencio que no permito avanzar, que corto de tajo; finalmente, es otra la vida que transcurre. Las cosas están en su sitio, el nicho del amor también, pero el temor no se ha ido del todo. "Mi voz se hizo silencio. / Era el silencio horrible de los frutos podridos", escribió Carlos Pellicer. 

Sobre la hendidura, pondré el tapiz de la alegría. Aunque también puede ser una sombra fría, su boca es alboreada y armoniosa.

Fotografía de Pexels.

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