El tema de la lectura es apasionante, y a la vez, difícil. No sólo porque en México se lea sólo libro y medio y que, partiendo de este récord, compartamos estadística con Argentina, Venezuela, aunque ellos, según el reporte publicado en Lectupedia (27 julio de 2022), nos ganan por algo más. En promedio anual, Venezuela lee dos libros. Ampliemos: Brasil, 2.5 libros; Colombia, 1.9; y Perú, 3.3. Tal vez, si dimensionamos los beneficios de la lectura, nos esforzaríamos en cambiar estos números. Hablo de variaciones profundas. Creo, que al día de hoy, la sociedad se ha perdido de una revolución verdaderamente importante.
¿A quién echarle la culpa? Antes de mirar hacia otro sitio, pongamos los ojos en nuestros propios hogares. ¿En qué invertimos el tiempo de ocio? ¿Está entre nuestras opciones la lectura? Acaso ¿no podemos leer en el celular, en el IPad, en las tabletas, en las Kindle? La lectura, está al alcance de un dispositivo móvil. Si eres de los que dice que los libros físicos son caros, déjame decirte que el libro electrónico y el digital, son más accesibles. ¿Va a desaparecer el libro físico debido a estos formatos híbridos? Claro que no. Incluso, un libro PDF, EPUB, o MOBI… nos puede llevar al libro físico. El asunto es preguntarnos si nosotros también fomentamos la lectura. Dicen: “Si los padres no leen mucho delante de sus hijos y dedican mucho tiempo a los aparatos electrónicos, como la TV y la computadora, pensarán que eso es lo que deben hacer y es posible que no lean mucho… Lea el periódico mientras bebe el café por la mañana, tome una revista mientras espera en el consultorio del médico y lleve un libro de bolsillo en su cartera o maletín. Sus hijos captarán el mensaje de que a usted le gusta leer durante su tiempo libre”.
Hace algunos meses leí un reporte sobre el tiempo que pasamos en el celular. Según la estadística, siete de cada diez minutos que dedicamos al teléfono móvil, lo pasamos en redes sociales u otras aplicaciones de fotos y vídeos. El top 4 de aplicaciones más usadas se compone de diferentes redes sociales y plataformas de streaming. La aplicación en la que más tiempo mensual pasamos en 2021 fue TikTok; le siguen de cerca Facebook y WhatsApp. Los dos últimos años de pandemia provocaron el uso y las descargas de las aplicaciones de ligar y de las plataformas de streaming. Netflix sigue llevando la delantera. Más de un millón de personas de más de 60 países se descargaron la aplicación en 2021. El doble que sus principales competidores. ¿Puede la lectura contra esto? Sí, depende de nosotros desplegar las tropas ante las del “enemigo”.
¿Qué es la lectura? Libertad. El límite es la imaginación, pero no hay tal límite. “Con un poco de imaginación puedes vivir fácilmente toda tu vida en una tarde”, dice el escritor y dramaturgo francés, Jean Anouilh. Y sobre la libertad que genera la lectura o que debe generar, me encuentro nuevamente con los derechos del lector de Daniel Pennac, publicados en su libro Como una novela, y que yo leí, en la versión que publicó Anagrama, en 2006. El capítulo 57 se convierte en decálogo: 1) El derecho a no leer; 2) El derecho a saltarnos páginas; 3) El derecho a no terminar un libro; 4) El derecho a releer; 5) El derecho a leer cualquier cosa; 6) El derecho al bovarismo; 7) El derecho a leer en cualquier sitio; 8) El derecho a hojear; 9) El derecho a leer en voz alta; 10) El derecho a callarnos.
Cuando lo leí había pasado mi temor a dejar los libros inconclusos porque no me gustaban; había pasado mi temor de saltar de una lectura a otra; incluso, al miedo a rayar los libros, porque sí, hago apuntes mientras voy leyendo y qué mejor lugar que la misma página, sus márgenes, o las de cortesía. Para mí era más seguro escribir mis observaciones ahí que en libretas que luego extraviaba. Esta es otra de las maravillas del libro electrónico, subrayar, guardar notas, consultar significados o datos, y una vez terminado, recuperar en un documento todas las acotaciones. Los registros se quedaban ahí, susceptibles a una segunda o tercera lectura que podía enriquecerlos. Veo, en aquellos libros, mucho de las cosas que escribiría después, en poemas, o en textos breves para un futuro libro que he llamado desde entonces: “La escritura del instante”.
En ese 2006 leí el decálogo y, no les miento, me sentí aliviada. A diferencia de lo que decían algunos de mis maestros o guías, estaba haciendo las cosas bien. Finalmente, cada uno tiene su receta para acercarse a la letra impresa y nadie, absolutamente nadie, la puede cuestionar. Me gusta pensar así sobre la lectura: devela historias para develar la nuestra. Y esto ocurre en cada libro que nos lleva a otro. “El libro que no te lleva a otro libro es un libro estéril, fallido para el lector”, afirma Arturo Pérez-Reverte.
Los puntos 6 y 7, El derecho al bovarismo y El derecho a leer en cualquier sitio, quizá me costaron un poco más. Mi camino de la lectura lo construyeron autoras y autores mexicanos. Y estos me llevaron poco a poco a ampliar el mapa difuminando cualquier frontera. Empecé a dudar: ¿Leo el libro correcto? ¿El autor o autora me aportará lo que necesito? ¿Vale la pena leer este libro de poesía? ¿Vale la pena esta novela, este cuento? Me costó mucho elegir un libro solo por curiosidad; leía principalmente poesía, luego, se sumaron (con cierto temor) más géneros como el cuento, la novela, la crónica, etc. Me preocupaba, erróneamente, trastocar el lenguaje poético, su abstracción, el ritmo, la cadencia…
Comencé a leer en la secundaria. Fue difícil para mis papás que prefiriera un libro en lugar de un vestido, unos zapatos, un bolso. Yo quería leer y eso me hacía feliz tal como lo hace ahora. Cuando cumplí dieciséis ya no pudieron obligarme y la lectura y la escritura fueron mis aliadas. Conseguir pues ese espacio, esa autonomía, el tiempo destinado a la lectura y no a cuidar una imagen y presumir lo que no era, me costó y mucho.
¿Preocuparnos por cómo nos acercamos a la lectura o cómo se debe leer un libro? No. Lo importante es encontrar en las páginas, sean físicas o líquidas (como se le dice a las páginas de los libros electrónicos), un remanso que nos beneficie en lo individual y, principalmente, en lo colectivo. Creo en la lectura como un refugio o como un faro para las cosas del mundo. Y esas cosas, en comunidad, alumbrarlas.
Texto publicado originalmente en Medium.
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