Comencé
a leer, lo que significa leer, en la secundaria. Ya les he contado esa
anécdota, pero en síntesis, mi primer libro fue La amada inmóvil, de Amado Nervo. Para hacer uso efectivo de mi
voz, que como saben, es muy potente, me pidieron declamar el poema “En paz”
pero tuve la fortuna de que la directora del plantel, en lugar de la típica
copia del texto, me facilitara el libro. Por supuesto, éste es uno de mis
encuentros más afortunados, dichosos, que años después me salvaría la vida; de
ahí que el lema de la editorial que dirijo sea “Leer para vivir”.
Para entonces, desconocía por
completo, lo que los libros significarían en mi vida, porque una cosa es
leerlos y otra cosa es escribirlos. Virginia Woolf decía que para “leer bien un
libro hay que leerlo como si uno lo estuviera escribiendo”. Esto me sucedió
mucho después, cuando además los libros, se transformaron en una especie de
escudo contra el temor que aún le tengo al mundo, las relaciones personales, el
diálogo cotidiano. Cada vez menos, pero son tres cosas, con las que debo luchar
día a día. Pero volvamos a los libros, esos objetos en nuestras manos, el olor,
el sonido al pasar de hoja, o pensemos en los libros que de manera digital o
electrónica, llevamos a los viajes. ¿Quién iba a pensar que podríamos llevar en
un aparato toda una biblioteca, revistas, periódicos? Quienes leemos y al mismo
tiempo escribimos, investigamos, editamos, diseñamos, esto es una maravilla.
Las mochilas y los bolsos de mano se sienten ligeros, pero ahí, dentro de
estos, está la oficina, absolutamente todo. Diría que la vida misma y el amor,
sin embargo, es mucho atrevimiento.
Independientemente del libro que se
lea, físico o electrónico, pienso que es uno de los mayores placeres. Un
placer, por supuesto, ganado a pulso, y más si lo vemos del lado de las
mujeres. Si nos ponemos a revisar diversas fuentes relacionadas con la historia
del libro, nos damos cuenta que leer era una actividad que correspondía al
varón y más o menos, a partir del Siglo XVII, se extiende hacia las mujeres; en
habitaciones, en círculos pequeñísimos, realizaban sus lecturas, algo que
efectivamente ajustarán a un horario estricto sin interrumpir, para nada, sus
actividades domésticas. Este hecho, es muy importante, y ahora lo rememoro cada
vez que abro un libro. ¿Qué implicó que la mujer se diera la oportunidad de
leer? En el libro Mujeres y libros. Una
pasión con consecuencias, de Stefan Bollmann [Versión electrónica, 2018],
los explica de la siguiente manera: “Leer es la primera forma de independencia,
una primera conquista de privacidad donde la mente es libre, donde maridos y
padres quedaban al margen de las nuevas vidas y experiencias que ofrece la
lectura”. Era el inicio de toda una revolución. Hay en este mismo libro, un
pasaje que me hizo soltar la carcajada. ¿Cuáles son las consecuencias de que
las mujeres leyeran? Reproduzco la cita completa:
En 1789, el año de
la Revolución francesa, la revista Hannoversche
Magazin consta en una suerte de estudio empírico que una lectora de novelas
es capaz de describir con lujo de detalles el aspecto del héroe de una obra que
le gusta, aunque el escritor no dé ningún testimonio al respecto. El redactor
expresa la conclusión en una pregunta atemorizada: “Esta imagen creada por su
imaginación, con la que se acuesta por la noche y se levanta por la mañana,
¿acaso no es igual de peligrosa, igual de perniciosa que un amante secreto”.
Asusta
la ficción, ese mundo “alterno” que las mujeres podían crear; incluso, lejos
del yugo familiar. Porque en esa época, como en la actual, ¿quién niega el
yugo? Desafortunadamente, no muchos. De todo lo anterior, me quedo con una
palabra maravillosa: “Libertad”. Porque en efecto, la lectura es libertad.
Libertad para elegir, a través de los libros, ese otro mundo. Hay un poco de romanticismo
en esta idea, que si profundizamos más en la historia, la de las mujeres y los
libros, veremos transmutada poco a poco. La libertad también proporcionó a
nuestras incipientes y lectoras consagradas, una visión, una postura ante los
cambios sociales, culturales y políticos. Como dije, una revolución, que aunada
a otras muchas, incorporó a la mujer a una sociedad productiva, competitiva y
política del país. Como dije, el acto de abrir un libro, tiene su historia. No
fue tan sencillo, como tampoco, lo es ahora la revolución, esa emancipación,
que sorteamos las mujeres dedicadas, en este caso, a la literatura.
Texto publicado originalmente en La vereda.
0 Comentarios
NO PERMITIMOS MENSAJES ANÓNIMOS. ¡Queremos saber quién eres! Todos los comentarios se moderan y luego se publican. Gracias.