Esta forma de transformación o de cómo la literatura se acercó a mí


La mayor dificultad que uno tiene es la de responder sobre la vida y la literatura. La cuestión se presenta y vuelvo sobre el pasado. Escribo rápido, casi sin pensar, porque si lo hago, tendría que suprimir mucho de esa memoria que es como una ciudad o un país, llena de referencias, nombres, plazas, pero también libros, historias, detalles. Hay diversas maneras de responder, en este momento ocurrió así: En 1999 publiqué mi primer libro. El título era Retratos de mujeres y vio la luz bajo el sello de la Secretaría de Cultura de Colima, en su colección Costa Nativa. Nunca imaginé los libros posteriores, los lugares conocidos, la ciudad en que vivo y es tan distinta, en cuanto a vegetación se refiere, a mi terruño natal. Comencé a escribir poesía y después, cuento, entrevista, ensayo literario, reflexiones que no sé en qué género colocarlas.

Puedo decir que la poesía, o mejor dicho, la literatura, me encontró a mí. No hubo una familia que me guiara en los libros. En casa existían sólo dos: La biblia y Mi ángel de la guarda. Más adelante mi mamá me prestó un libro titulado Frente a un escaparate. No recuerdo exactamente de qué trataba; es la sensación del primer libro en las manos, las vidas ocultas en él, lo íntimo, lo misterioso. La poesía llegó con Amado Nervo, Xavier Villaurrutia, Salvador Novo, Ramón López Velarde y estos me llevaron a otros en cadena infinita.

La literatura comenzó a salvarme. Es decir, la literatura salva. Para entonces yo era muy extraña, una especie de Gregorio Samsa, en mujer, con veintitantos años encima y el amor por los suelos. A eso hay qué agregarle una autoestima muy débil, las dudas, los odios, los rencores. La literatura, la poesía, comenzaron a sanar. Las expresiones artísticas, llámense literatura, pintura, música, danza, teatro, son una especie de catarsis. Les digo a mis alumnos que no acudan al psicólogo. La solución: "escribe". Y agrego: "escriban todo cuando ven, sienten, sueñan, anhelan, dudan... El chiste es vaciar lo acumulado, darle forma a lo inexplicable, entender el dolor, la soledad, la ausencia."

Ha cambiado la manera de escribir. Me tocó usar aquellas máquinas Olivetti. Escribir sin equivocarse era un martirio, corregir los libros por ello, otro más grande. Luego, las computadoras y de pronto, esta ventana ilimitada que es el internet y los teléfonos inteligentes, las tabletas... Las editoriales, las librerías o el autor mismo se encargaban de la circulación de los libros. Nunca imaginé comprar libros a través de Internet, compartir de aquí para allá con el resto del mundo. "Esta revolución de los medios abrió la puerta para una nueva forma de escribir en comunidad", dice Cristina Rivera Garza. En face o twitter, lo escrito ya es otra cosa y su idea apunta en mil direcciones. La sentencia es también de Rivera Garza: "Si queremos construir textos relevantes para hoy, más vale que utilicemos las plataformas, la imaginación."

Este año tuve el privilegio de ver publicados tres libros. Caleidoscopio (se publicó el año pasado pero se ha acomodado plácidamente en éste); Visiones de la patria muerta y Cumplimiento de la voluntad (en próximos meses lo presentaremos aquí en Torreón). Este último es una antología personal que abarca mis libros de poesía publicados desde 1999 hasta el 2014. Recibí la invitación por parte del poeta Miguel Gaona y mi libro se incluyó en la colección Arena de poesía de la Secretaría de Cultura del Gobierno del Estado de Coahuila. El libro, con sus errores o sus aciertos, ya está. Es demasiado tarde para el arrepentimiento.

Los libros (impresos o digitales), abren puentes de comunicación entre el escritor y el lector. Esto es lo que me interesa. Las estructuras narrativas y poéticas cambian aceleradamente. Escribimos en comunidad y esa comunidad se ha trasladado a todas las manifestaciones posibles. La poesía, hoy en día, se consolida en la experimentación. Hay "poesía multimedia" y poesía "sonorovisualgestual", por mencionar dos ejemplos.

Actualmente escribo muchas cosas a la vez, entre una clase y otra porque también soy maestra en un colegio y la universidad. Me gusta la docencia tanto como la escritura y no me concibo sin ellas, como tampoco me concibo sin libros y sin el lenguaje sea oral o escrito. Necesito sentarme y trabajar los papeles impresos para formar un nuevo libro, pero no sé cuándo.

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