EMILIO PRADOS. Nació en Málaga en 1899 y murió en Ciudad de México en el año 1962. Con el poeta Manuel Altolaguirre fundó la imprenta “Sur” y la Revista y la editorial “Litoral” (1927-1929). Cuando estalla la guerra civil, fue un activo participante del mundo de la cultura en el bando republicano, destacando su edición del histórico Romancero general de la guerra española. Terminadas las hostilidades se exilió en México donde continuó su prolífica labor literaria. Su obra poética ha sido ampliamente revalorada en estas últimas décadas, convirtiéndose de un nombre casi desconocido en la poesía peninsular en una destacada figura del Grupo Poético del 27. Sus libros de poemas más importantes son: Tiempo (1925), Canciones del farero (1926), Vuelta (1927), Llanto subterráneo (1936), Llanto en la sangre (1937), Cancionero menor para los combatientes (1938), Mínima muerte (1939), Penumbras (1940), Jardín cerrado (1946), Río natural (1957), La sombra abierta (1961) Signos del ser (1962) y Últimos poemas (Póstumo, 1965).
Todos vienen a darme consejo.
Yo estoy dormido junto a un pozo.
Todos se acercan y me dicen:
La vida se te va,
y tú te tiendes en la yerba,
bajo la luz más tenue del crepúsculo,
atento solamente
a mirar cómo nace
el temblor del lucero
o el pequeño rumor
del agua, entre los árboles.
Y tú te tiendes sobre la yerba:
cuando ya tus cabellos
comienzan a sentir
más cerca y fríos que nunca,
la caricia y el beso
de la mano constante
y sueño de la luna.
Y tú te tiendes sobre la yerba:
cuando apenas si puedes
sentir en tu costado
el húmedo calor
del grano que germina
y el amargo crujir
de la rosa muerta.
Y tú te tiendes sobre la yerba:
cuando apenas si el viento
contiene su rigor,
al mirar en ruina
los muros de tu espalda,
y, el sol, ni se detiene
a levantar tu sangre del silencio.-
Todos se acercan y me dicen:
Tú duermes en la tierra
y tu corazón sangra
y sangra, gota a gota
ya sin dolor, encima de tu sueño,
como en lo más oscuro del jardín, en la noche,
ya sin olor, se muere la violeta.-
Todos vienen a darme consejo.
Yo estoy dormido junto a un pozo.
Sólo, si algún amigo mío
se acerca, y, sin pregunta
me da un abrazo entre las sombras:
lo llevo hasta asomarnos
al borde, juntos, del abismo,
y, en sus profundas aguas,
ver llorar a la luna y su reflejo,
que más tarde ha de hundirse
como piedra de oro,
bajo el otoño frío de la muerte.
Fotografía de Pexels.
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