El erotismo ha acompañado a la humanidad a lo largo de la
historia, tejiéndose como un hilo invisible entre culturas y épocas, moldeando
nuestra visión del deseo, la belleza y la sensualidad. Desde tiempos remotos,
ha estado presente en el arte, la literatura, la religión y la vida cotidiana,
evolucionando con los valores y creencias de cada civilización. En
civilizaciones antiguas como Egipto, Grecia y Roma, el erotismo era parte
natural de la vida, estrechamente ligado a la religión y la estructura social.
En Egipto, la fertilidad y la sexualidad se veneraban en mitos y rituales,
reflejándose en esculturas y jeroglíficos. En la Grecia clásica, la belleza del
cuerpo humano se exaltaba en el arte, mientras que la literatura y la filosofía
abordaban sin tapujos el amor platónico y las relaciones entre personas del
mismo sexo. Roma, por su parte, llevó la sensualidad a un nivel más libertino,
dejando testimonio de ello en su arte, poesía y los frescos de Pompeya y
Herculano, que muestran la naturalidad con la que se vivía el placer.
Con la llegada del cristianismo, la visión erótica cambió drásticamente. La Iglesia impuso una moral restrictiva, relegando la sexualidad al matrimonio con fines reproductivos. La castidad y la represión de los deseos carnales se convirtieron en ideales, lo que redujo las representaciones eróticas en el arte y la literatura. Sin embargo, la avidez no desapareció, sino que persistió en relatos clandestinos, poesías y canciones populares que mantenían viva la pasión. El Renacimiento trajo consigo un resurgimiento de éste. El redescubrimiento del arte clásico permitió una mayor exploración del cuerpo humano y del deseo. Pintores como Botticelli, Leonardo da Vinci y Tiziano plasmaron la sensualidad en sus obras, mientras que escritores como Boccaccio y Petrarca hicieron lo propio en sus textos.
Los siglos XVIII y XIX oscilaron entre la censura y la expresión. Mientras la moral victoriana imponía una fuerte represión, la literatura y el arte hallaban formas sutiles de explorar la sensualidad. Con el siglo XX llegó la revolución sexual y la apertura de muchos tabúes, transformando nuestra percepción del erotismo. El cine, la fotografía y, más tarde, el internet, ampliaron la expresión del deseo. Pero, ¿realmente hemos alcanzado la plena libertad en este ámbito o seguimos atados a viejos prejuicios? Hoy, lo erótico se manifiesta en múltiples formas: literatura, cine, publicidad, redes sociales. La diversidad de orientaciones e identidades sexuales ha enriquecido su representación, promoviendo una visión más inclusiva. Sin embargo, los debates sobre los límites entre erotismo, pornografía y explotación continúan, evidenciando que sigue siendo un tema central en la evolución cultural.
A diferencia de la poesía erótica masculina, que a menudo ha reducido a la mujer a objeto de deseo o ha plasmado una visión masculina del amor y el cuerpo, la poesía escrita por mujeres ha roto esos esquemas para explorar la aspiración con mayor complejidad y autonomía. Con el tiempo, la poesía erótica femenina pasó de ser marginal a convertirse en un espacio donde las mujeres pueden abordar la sexualidad en sus formas más viscerales y, al mismo tiempo, reflexionar sobre poder, identidad y libertad. Este cambio no ha sido fácil. Las mujeres han tenido que abrirse paso en un terreno que durante siglos les fue ajeno.
Julio Cortázar, Octavio Paz, Jaime Sabines, Eduardo Lizalde, José Emilio Pacheco, Homero Aridjis, Héctor Manjarrez, Gaspar Aguilera Díaz, Coral Bracho, Griselda Álvarez, Sor Juana Inés de la Cruz, Elsa Cross, Rosario Castellanos, Silvia Tomasa Rivera, Odette Alonso, Margarita Vázquez Díaz y Lucía Rivadeneyra son algunas de las voces que exploraremos en este análisis. Mediante sus obras, se resaltarán las diferencias que percibo entre la poesía masculina y femenina, así como la manera en que cada autor aborda el erotismo, el deseo y la sensualidad desde enfoques propios y distintivos. Mientras que la poesía masculina ha sido históricamente vista como la norma, a menudo retratando a la mujer como un objeto carnal, la poesía escrita por mujeres se ha centrado en la exploración de las experiencias íntimas, emocionales y físicas de las mujeres, reivindicando su autonomía y su derecho a vivir y expresar su sexualidad.
En Julio Cortázar, Octavio Paz o Jaime Sabines, encontramos una exploración del amor desde una perspectiva marcadamente masculina. Cortázar, por ejemplo, en su poema “Encargo”, presenta el amor como un acto de entrega casi sacrificial, mientras que, en Rayuela, “Capítulo 7”, explora un juego de sensaciones y de la relación entre el cuerpo y la percepción. La acción de "dibujar" la boca con la mano representa un acto de creación y control, pero también de descubrimiento, pues se deshace y se reinventa constantemente. En “Mi corazón feroz en ti reposa”, Octavio Paz sigue la tradición del soneto clásico, la métrica es mayormente endecasílaba, y la rima sigue el esquema ABBA ABBA CDC DCD, característico del soneto italiano o petrarquista, donde la precisión y el equilibrio formal resaltan la conexión profunda entre el amor y el deseo. Por otro lado, “Profilaxis” de Eduardo Lizalde juega con la ironía para hablar del amor erótico como algo efímero y pragmático, despojándolo de la idealización romántica. Mientras tanto, en “Después de todo”, Jaime Sabines nos invita a reflexionar sobre la fugacidad del placer y la inevitable presencia de la muerte en la experiencia erótica. En "La Y", José Emilio Pacheco reflexiona sobre la efimeridad del amor a través de las inscripciones en los muros de una capilla en ruinas, donde las iniciales talladas representan tanto el encuentro como la separación de los amantes. La "y" griega, conjunción copulativa, simboliza la unión de los cuerpos y las vidas, pero también alude a los caminos divergentes que los destinos pueden tomar.
La poesía masculina, en muchos casos, tiende a abordar el erotismo desde una perspectiva que oscila entre la exaltación del fervor y su confrontación con la muerte, el desencanto o la trascendencia. A menudo, en la tradición poética escrita por hombres, el amor y la pasión se configuran como un juego de poder, conquista o sublimación, reflejando una visión que oscila entre la idealización y la crudeza. Sin embargo, existen elementos que se alejan de la dicotomía entre lo sublime y lo carnal, con el propósito de construir una visión más integrada del erotismo. Cortázar lo muestra como entrega y sacrificio; Paz lo eleva a lo trascendental; Lizalde lo desmitifica con ironía; y Sabines lo asocia con la fugacidad de la vida. En “Perra en la tierra”, Homero Aridjis lleva el erotismo a una dimensión más instintiva, mientras que en “Anverso”, Héctor Manjarrez convierte el amor y el deseo en una búsqueda filosófica de identidad y autoconocimiento.
La poesía erótica escrita por mujeres ofrece una visión más íntima y compleja del deseo. A través de un lenguaje sensorial y simbólico, las poetas transforman el amor físico en una experiencia donde los cuerpos se funden con la naturaleza y el espacio. Más que un juego entre placer y sufrimiento, su poesía presenta el erotismo como un territorio de expresión libre y consciente. No se trata solo de una respuesta a la tradición masculina, sino de una afirmación del derecho femenino a explorar y narrar su propio ímpetu.
Los poemas de Sor Juana Inés de la Cruz, Elsa Cross y Rosario Castellanos, proponen un lenguaje renovador, profundo y matizado. Estas autoras exploran el deseo, la pasión y el amor como fuerzas que van más allá de lo físico, introduciendo capas de significado que incluyen la introspección, la crítica social y la reflexión sobre el poder, la identidad y la autonomía. Sor Juana cuestiona el amor a través de la ironía y la crítica en su poema “Detente sombra”. Los versos:
Si al imán de tus gracias, atractivo,
sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero
si has de burlarme luego fugitivo?
reflejan cómo la poeta se siente atraída por una ilusión que, al final, resulta ser fugaz e insatisfactoria. Elsa Cross, en su poema “Amor el más oscuro I”, explora el amor como un misterio existencial y doloroso. Cuando la poeta escribe:
Aquí te descubro
inalcanzable y triste.
está revelando un amor que está más allá de su alcance, un amor que no es solo físico, sino también emocional y filosófico. Rosario Castellanos, en “En el filo del gozo”, celebra el erotismo como una experiencia liberadora y compleja. En el poema, la poeta fusiona lo físico y lo emocional:
Cuerpo de amor, de plenitud, de fiesta,
palabras que los vientos dispensan como pétalos,
campanas delirantes al crepúsculo.
El cuerpo se presenta como un espacio donde se vive el amor con intensidad, pero también con una conciencia constante de la muerte y del paso del tiempo. La imagen de “la muerte” enfrentada al “cuerpo de amor” resalta la tensión entre la fugacidad del impulso y su eterna búsqueda de satisfacción. Sor Juana, Elsa Cross y Rosario Castellanos, a pesar de sus diferentes contextos históricos y culturales, abordan la lucha interna de las mujeres en su relación con el amor, el deseo y la autonomía. En muchos de sus textos, estas autoras dejan en evidencia cómo las mujeres, a pesar de ser deseadas y amadas, se ven atrapadas en un ciclo de expectativas sociales que las dejan insatisfechas y subyugadas.
Avancemos en nuestro análisis. Coral Bracho, Griselda Álvarez, Silvia Tomasa Rivera, Lucía Rivadeneyra, Odette Alonso y Margarita Vázquez Díaz nos sumergen en un universo literario lleno de imágenes evocadoras, emociones profundas y reflexiones sobre temas fundamentales: el amor, el deseo, la muerte, la memoria, y la relación con el cuerpo y la naturaleza. Uno de los puntos en común entre estas autoras es la centralidad del cuerpo como espacio de exploración y significado. En el poema Peces de piel fugaz, Coral Bracho describe el cuerpo como un territorio en constante transformación, ligado a la naturaleza:
Porque tu fuego es tierra de mar,
y en tu noche se agolpan
–como un ir y venir de las mareas–
todas las densidades suspendidas.
Aquí, el cuerpo se funde con los elementos naturales, como el mar y el fuego, en una metáfora que evoca tanto la fragilidad como la intensidad de la experiencia humana. Hay una conexión aquí con Homero Aridjis: En Peces de piel fugaz de Coral Bracho y Mirándola dormir de Homero Aridjis, el ritmo circundante y casi hipnótico invita a la contemplación. En estos versos, lo ferviente se presenta como una forma de reverencia hacia la belleza del cuerpo amado, casi como un ritual. De manera similar, Margarita Vázquez Díaz, en “Cuerpos celestes en rotación constante”, utiliza imágenes cósmicas para describir la unión erótica:
Encendidos
penetramos
en un bosque sagrado,
tomados de la mano
atravesamos el fuego.
Otra característica de la poesía creada por mujeres es la intensidad del deseo, una fuerza arrolladora. En “Mareo”, Lucía Rivadeneyra emplea un lenguaje directo y vibrante para capturar toda su intensidad:
Dan ganas de llorar de pura dicha
cuando presienten tus dedos mis antojos.
Dan ganas, muchas ganas, de hacer lumbre
para que no se enfríen las caricias.
La repetición de “Dan ganas” refuerza la intensidad del deseo y la emoción desbordante. Esta estructura enfatiza la urgencia de la experiencia sensorial, transmitiendo un anhelo que crece con cada verso. Por otro lado, Silvia Tomasa Rivera, en “Esta es la noche de fiebre enloquecida”, entrelaza la pasión con la memoria y la ausencia:
El eco de su grito
le restriega la ausencia en los oídos,
y en su cuerpo retumban las palabras
traídas desde el sueño.
En “Balcón al mar”, Odette Alonso escribe:
Porque no soy igual a los demás es que te amo
cuando la muerte es una rosa de los vientos.
La memoria del amor perdido se convierte en un acto de resistencia contra el olvido y la muerte. De manera similar, en Eva o el pecado original, Alonso reinterpreta el mito de Eva desde una perspectiva personal y femenina, recordando su despertar corporal y emocional:
Era fuego, era sangre, era lava de volcán,
era espejismo.
No supe qué pasaba y tuve miedo.
En ambos casos, la memoria se convierte en un espacio de autodescubrimiento y resignificación de la identidad.
Aunque comparten temas similares, cada poeta se distingue por su estilo y enfoque. Coral Bracho, por ejemplo, es conocida por su lenguaje denso y metafórico. En “En la humedad cifrada”, escribe:
Oigo tu cuerpo con la avidez abrevada y tranquila
de quien se impregna (de quien
emerge,
de quien se extiende saturado).
Su poesía es introspectiva y sensorial, con una estructura libre que refleja la fluidez de las emociones. En contraste, Griselda Álvarez utiliza una forma más clásica, como el soneto en “Anatomía superficial”:
Oreja, mano, brazo, pierna, ojo,
tu mitad que se ajusta con la mía
en la superficial anatomía
donde corren tu audacia y mi sonrojo.
Aquí, la métrica y la rima consonante le otorgan un ritmo estructurado, que contrasta con las imágenes inquietantes sobre la unión del cuerpo y la mortalidad.
El lenguaje en la poesía creada desde la mirada femenina se caracteriza por su diversidad, riqueza sensorial y profundidad emocional, como ya lo hemos visto hasta ahora. En cuanto al tono, puede ir desde lo delicado y sutil hasta lo visceral y desafiante, sin temor a transitar entre la ternura y la intensidad. Su ritmo varía según la intención: en algunos casos es pausado y contemplativo, como una caricia, mientras que en otros es urgente y apasionado. Las preocupaciones que atraviesan este lenguaje incluyen la reivindicación del cuerpo, la deconstrucción de los discursos tradicionales sobre el amor y el placer, y la búsqueda de nuevas formas de nombrar la experiencia femenina. Veamos algunos ejemplos:
Lucía Rivadeneyra y Silvia Tomasa Rivera optan por un lenguaje más directo y emocional en su poesía, caracterizado por una fuerte carga sensorial y una intensidad expresiva que busca tocar lo más profundo de la experiencia humana. En “Mareo”, Rivadeneyra recurre a imágenes cotidianas y sensoriales para capturar la exaltación del deseo, estableciendo una conexión inmediata y visceral con el lector. Su lenguaje, cercano y tangible, refleja la urgencia y la efimeridad del momento. Por su parte, Rivera, en “Esta es la noche de fiebre enloquecida”, combina un lirismo intenso con una mirada introspectiva que entrelaza amor, memoria y ausencia.
Ambas poetas, al igual que muchas otras, se preocupan por la capacidad del lenguaje, los estados emocionales y existenciales que lo acompañan. Este enfoque permite que su poesía no solo sea un reflejo de la emoción, sino también una meditación sobre las palabras mismas, expandiendo los límites de lo que se puede nombrar y sentir. Por otro lado, Margarita Vázquez Díaz y Odette Alonso abordan el erotismo desde un enfoque más místico y evocador. En “Cuerpos celestes en rotación constante”, Vázquez Díaz convierte la pasión en una experiencia cósmica, mientras que Alonso, en “Balcón al mar”, utiliza la metáfora del mar para hablar de la nostalgia y la búsqueda de identidad. El contexto personal y la historia de cada autora influyen en sus temas y estilos. Griselda Álvarez, la primera mujer en ocupar la gubernatura en México, la de Colima, mi estado natal, explora en su poesía cuestiones de identidad y poder desde una perspectiva crítica. En “Piel”, reflexiona sobre la conexión humana y las barreras invisibles que nos separan:
Camino de la seda tu contacto
en bengalas de sol se desenvuelve.
Su poesía mezcla la introspección con una mirada amplia sobre la condición humana. Por su parte, Coral Bracho, una de las voces más representativas del neobarroco latinoamericano, se interesa por la estética del lenguaje, explorando lo sensorial y lo metafórico de manera innovadora. En “Peces de piel fugaz”, escribe:
Quiero salir de ti
como nadar al fondo de tus ojos y toparme en la sombra
con tu lento vacío de hierba ardiente.
Su poesía rompe con las convenciones, buscando expandir los límites del lenguaje y la percepción. Odette Alonso y Margarita Vázquez Díaz, ambas con experiencias de migración o desarraigo, exploran temas de pertenencia y nostalgia. En “Balcón al mar”, Alonso convierte la ciudad en un símbolo de la memoria y la identidad:
La Habana
al otro lado
es una mancha
una extensa muchacha de luces en la espalda.
Además de estos temas, estas poetas comparten una inquietud por el propio lenguaje, por su capacidad para nombrar lo inefable y sugerir más allá de lo dicho. A través de metáforas, ritmos y estructuras innovadoras, su poesía desafía las formas tradicionales de expresión. Su propuesta poética ofrece diversas perspectivas sobre el deseo, el amor y la memoria, explorando sus complejidades desde lo físico hasta lo trascendental. Cada una, con su estilo único, nos presenta una visión profunda del erotismo, la identidad y la emoción. Aunque varían en sus enfoques, todas coinciden en entender el erotismo como algo que va más allá de lo físico, abordándolo desde lo introspectivo y emocional. El amor es una energía dinámica que nos lleva a explorar los extremos de la emoción, la esperanza y el dolor. Leer estas obras es un viaje hacia el interior de nuestras propias experiencias emocionales. La poesía erótica no solo refleja nuestros avideces y miedos, sino que nos permite comprender la constante búsqueda de conexión, la necesidad de tocar y ser tocados, de nombrar lo inefable y encontrar un sentido en las palabras.
Esta charla se realizó a través del Instituto Municipal de Cultura y Educación de Torreón, en el marco del Encuentro cultural "Las mujeres toman Torreón, 2025". Casa Mudéjar, 18 de marzo de 2025.
Aquí puedes descargar la selección de poemas analizados en este texto. DESCARGA SELECCIÓN o lee en línea en este mismo sitio.
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