Pensamientos sobre El infinito en un junco. La invención de los libros en el mundo antiguo, de Irene Vallejo: Parte 1 de 3


Estoy comenzando nuevamente El infinito en un junco. La invención de los libros en el mundo antiguo (2019, Kindle), de Irene Vallejo. La primera vez que lo leí no tomé notas, pero esta vez me he propuesto registrar las impresiones a medida que avance con la lectura. Este libro no es solo un ensayo sobre la historia de los libros, sino una exploración profunda y reflexiva sobre el verdadero significado de leer y escribir en nuestras vidas.
 
Más allá de la erudición y los datos históricos que maneja, tiene una forma tan cálida de transmitir sus ideas que no siento que esté leyendo un ensayo, sino más bien que estoy escuchando a una amiga hablarme con pasión sobre algo que le mueve profundamente. El tema central del libro son los libros, claro, pero no se queda ahí; Vallejo explora todo lo que los libros representan para nuestra historia, nuestra cultura y nuestra existencia. Al menos eso es lo que me ha transmitido.
 
Vallejo entrelaza la historia de los libros con nuestra evolución como seres humanos. En una de las primeras secciones, habla del impacto de la lectura en nuestro cerebro. “Leer y escribir alteran nuestra organización cerebral”, dice, y esto me hizo pensar en el verdadero significado del acto de leer. No solo estamos absorbiendo información, sino que estamos transformando nuestra forma de pensar, nuestra visión del mundo. Vallejo nos invita a ver la lectura como un proceso transformador, un viaje hacia otros tiempos, lugares y realidades. “Leer es siempre un traslado, un viaje, un irse para encontrarse”, y es cierto: al leer nos sumergimos en mundos que de otra manera no conoceríamos, nos conectamos con pensamientos de otras épocas y descubrimos universos completos en cada página.
 
La Biblioteca de Alejandría, que fue el ícono de la sabiduría en la antigüedad, representaba el sueño de poseer el mundo a través de los libros. Vallejo menciona a Alejandro Magno y su obsesión por reunir todos los libros existentes como una forma simbólica de poseer el mundo: “Reunir todos los libros existentes es otra forma —simbólica, mental, pacífica— de poseer el mundo”. Esa idea me impactó, porque habla del poder del conocimiento, de cómo los libros no son solo objetos, sino vehículos que nos conectan con algo mucho más grande que nosotros mismos. La visión de Alejandro Magno, que siempre estuvo obsesionado con dejar su huella en la historia, tiene un giro fascinante: “Era el sueño de Alejandro: tener una leyenda propia, entrar en los libros para permanecer en el recuerdo”. No lo había visto de esa manera antes, pero Irene lo presenta como una forma de inmortalidad a través de la palabra escrita, mucho más trascendental que la simple conquista de tierras.
 
La Biblioteca de Alejandría, con todo su poderío, se convierte en el símbolo de la fragilidad del conocimiento humano. La autora nos recuerda cómo ese gran tesoro se perdió en un incendio, una pérdida que dejó una huella en la historia. Eso me hizo pensar en lo frágiles que son los libros: aunque son tan poderosos, siempre están amenazados por el olvido, la censura o la destrucción. Compara la Biblioteca de Alejandría con la vastedad de Internet, diciendo que “Internet es una emanación —multiplicada, vasta y etérea— de las bibliotecas”. Y esto me hizo reflexionar sobre cómo, aunque hoy tenemos acceso a más información que nunca, esa fragilidad sigue siendo una constante. Internet puede almacenar miles de veces más información que una biblioteca física, pero la posibilidad de perderlo todo siempre está presente.
 
Durante siglos, las mujeres que leían fueron vistas con desconfianza, incluso como peligrosas. “Las mujeres que leían fueron sospechosas durante siglos”. ¿Cuántas veces las mujeres han sido privadas de acceso al conocimiento, ya sea por censura, ignorancia o restricciones sociales? Vallejo rescata autoras y lectoras clave en la historia de la literatura, muchas veces invisibilizadas. Nos recuerda que, aunque muchas veces intentaron callarlas, la palabra escrita siempre ha sido un espacio de resistencia y empoderamiento.
 
Sobre el poder y el control del conocimiento, la autora profundiza en cómo, a lo largo de los siglos, las sociedades han utilizado la posesión de los libros y el conocimiento como una forma de control. En el pasado, los libros eran privilegio de unos pocos, mientras que ahora, con la digitalización, la información está al alcance de todos. Nos advierte que, aunque hoy el acceso sea más democrático, el libro sigue siendo frágil y vulnerable a las amenazas, tal como lo fue desde su nacimiento.
 
Estoy apenas a mitad de la lectura y este libro me ha recordado que los libros no solo nos cuentan historias, sino que son una parte fundamental de nuestra historia, nuestra memoria colectiva y nuestra libertad. Como les dije al principio, seguiré compartiendo mis impresiones conforme avance.
 
¿Qué opinan ustedes de lo que he contado hasta ahora? ¿Alguien más ha leído este libro o tiene ganas de hacerlo? ¡Me encantaría saber sus pensamientos!
 
Comparto con ustedes algunas de mis citas favoritas, basadas en lo que he leído hasta el momento.
 
*“En Alejandría, los libros eran combustible para las pasiones”.
 
*“«Me pregunto si algún día apareceremos en las canciones y las leyendas. Estamos envueltos en una, por supuesto; pero quiero decir si la pondrán en palabras para contarla junto al fuego o para leerla en un libraco con letras rojas y negras, muchos, muchos años después. Y la gente dirá: sí, es una de mis historias favoritas»”.
 
*“Era el sueño de Alejandro: tener una leyenda propia, entrar en los libros para permanecer en el recuerdo. Y lo consiguió...”.
 
*“La Biblioteca hizo realidad la mejor parte del sueño de Alejandro: su universalidad, su afán de conocimiento, su inusual deseo de fusión”.
 
*“Internet es una emanación —multiplicada, vasta y etérea— de las bibliotecas”.
 
*“El primer libro de la historia nació cuando las palabras, apenas aire escrito, encontraron cobijo en la médula de una planta acuática”.
“Que los gusanos de los libros le roan las entrañas como lo hace el remordimiento que nunca cesa”.
 
*“El agua borraba las letras escritas sobre el barro pero, a cambio, el fuego, que ha sido verdugo de tantos libros, cocía las tablillas de arcilla igual que un horno de alfarero, haciéndolas más duraderas”.
 
*“En cambio, los libros de Atenas, Alejandría y Roma nunca han callado del todo. A lo largo de los siglos han mantenido una conversación en susurros, un diálogo que habla de mitos y leyendas, pero también de filosofía, ciencia y leyes”.
 
*“Nuestra piel es una gran página en blanco; el cuerpo, un libro”.
 
*“Creo que el tatuaje es una supervivencia del pensamiento mágico, el rastro de una fe ancestral en el aura de las palabras”.
 
*“Esta es mi lista provisional de escritoras casi borradas: Corina, Telesila, Mirtis, Praxila, Eumetis también llamada Cleobulina, Beo, Erina, Nóside, Mero, Ánite, Mosquina, Hédila, Filina, Melino, Cecilia Trebula, Julia Balbila, Damo, Teosebia. Me intrigan los versos que ya nunca leeremos de cada una de ellas porque, para mí, el griego empezó con voz de mujer—la voz de mi profesora de instituto—”.
 
*“Echaba de menos las palabras de las escritoras perdidas y sus poemas nacidos en el silencio”.

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1 Comentarios

  1. Hola. Buen día.
    Internet lo comparan con las bibliotecas, pero ya más bien lo equiparo con un mercado, una plaza o una feria. Más que una biblioteca, yo diría que es como un kiosko de revistas.

    Es cierto que hay muchísima información, pero no podemos asegurar que siempre esté ahí. Los que sepan de informática saben de la vulnerabilidad de los servidores donde se almacena la información, es más, todos hemos sufrido pérdida de datos por la falla de una memoria flash o un disco duro, o por borrar accidentalmente algún archivo.

    Incluso historiadores y periodistas han advertido sobre la pérdida de la memoria histórica de el final del siglo XX y el XXI, todo por confiar las noticias al ciberespacio en vez de al papel. Los dispositivos electromagnéticos y ópticos suelen tener una caducidad relativamente corta, al contrario de otros medios físicos. Adí que un historiador del siglo XXIII podría tener dificultades para saber de nuestra sociedad actual, cosa que no pasaría con lo ocurrido de 20 años para atrás.

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