Todo cambia; nada es. Una visita a una tienda de ropa


Los fines de semana procuro pasarlos con mis papás. La edad de mi padre es avanzada y desde hace algunos años perdió la vista (ve muy poco con el ojo derecho) y también la audición. Durante la semana, hablamos por teléfono y les doy breves vueltas para estar segura de que estén bien. Los fines, nos vemos desde el mediodía y procuramos pasar la tarde juntos. La mayoría de las veces, decidimos tomarnos un café fuera de casa. En los últimos años las plazas que rodean el fraccionamiento se ha llenado de estos rinconcitos que tanto me fascinan y, en donde además de café, se encuentran bebidas y alimentos de todo tipo: malteadas, frappés, pastelitos, etc. 

El domingo, como de costumbre, llegamos a uno de ellos. Estábamos cansados. Además, pasaban de las nueve de la noche y mi papá, a esa hora, no perdona una bebida caliente. Desde hace algunas semanas, mi mamá y yo teníamos la intención de aprovechar algunas ofertas en ropa de mujer que habíamos visto anunciadas. La tienda estaba rebosante de atuendos de todo tipo y el remate iba en serio. En los probadores la fila era larga y muchas de las personas que los ocupaban salían para que sus familiares, aprobaran o no, lo que llevaban puesto. Era mero trámite; aunque el novio, el esposo, la suegra, desaprobaran la prenda, ésta se iba a la cesta de las compras. Querían verse bien y bastaba con que así se viera su imagen en el espejo. 

Una de las chicas que iba delante de nosotras, insistía en eso. Llevaba un vestido de noche largo. Su mamá (supongo que lo era) estaba emocionada por la boda de Sofy, prima de Ariadna, la chica que entraba y salía del probador. “Creo que este me queda mejor”, dio medio giro, y mostró la espalda descubierta. Se veía muy bien. Mi madre entró e hizo lo mismo, salir a preguntarme si le quedaba bien ese color, ese corte, esa talla. ¡Qué preocupación es esta la de querernos ver bien! ¿La manera en que nos vemos es la misma en que nos perciben las personas? Creo que fue Coco Chanel quien expresó: “Puedes ser preciosa a los treinta, encantadora a los cuarenta e irresistible durante el resto de tu vida”.

La evolución de la moda ha sido interesante. Con la imagen de la chica y su vestido dejando al descubierto su espalda recta, teclee en el navegador la frase: “Historia de la moda”. Es un tema que tiene sus bemoles, como señalan, hay un deseo constante de quedar y verse bien ante los demás. Desde pequeñas nos dicen que nos esforcemos por lucir lo mejor posible. Y sabemos que debido a esa forma de “presión social”, se han tomado medidas extremas con el fin de cumplir con los estándares de belleza, obsesión por imagen corporal perfecta, determinante en nuestras interacciones profesionales y sociales. No olvidemos aquí la influencia de los medios, las redes sociales y los trucos para editar imágenes y presentarnos cuerpos distorsionados que asumimos como ideales. Aseguran: “La primera impresión que damos a los demás se basa en gran medida en cómo nos presentamos”, pero ¿a qué costo? Fue muy sonado el caso de las modelos del desfile de Gucci en la Semana de la moda de Milán, esto en el 2020. Elisa D'Ospina, una modelo de talla grande, al ver el evidente infrapeso de las modelos de Gucci, lanzó una petición para regular el peso mínimo: “somos mujeres, no maniquíes”, escribía en su blog. 

En la consulta que hice en el internet, la mayoría de las páginas coinciden en que la cultura y el estatus social de cada época han estado representados por la vestimenta desde los primeros días de la humanidad. Los primeros registros de ropa se remontan a miles de años. Los humanos utilizaban pieles de animales como refugio del frío y protección contra los elementos. Con el desarrollo de la agricultura, la gente comenzó a tejer telas con fibras naturales, como el lino y el algodón.

A medida que crecieron las civilizaciones antiguas, también creció la complejidad y variedad de la ropa. Las túnicas largas y los tocados eran símbolos de estatus en el antiguo Egipto. En la antigua Grecia y Roma, la vestimenta se volvió más elaborada, con togas y túnicas de diferentes colores y estilos. También se habla de cómo la iglesia y la nobleza influyeron en la moda durante la Edad Media. En ese periodo eran comunes túnicas largas y capas, y la ropa se usaba para demostrar lealtad. A medida que Europa entró en el Renacimiento, la moda empezó a cambiar. Las telas se volvieron más lujosas y sus diseños intrincados. Los hombres vestían trajes elegantes y sombreros ornamentados, mientras que las mujeres vestían corsés y vestidos ajustados. 

En los siglos XVIII y XIX, la moda se volvió más accesible: se inventó la máquina de coser. Este invento permitió una producción de ropa más rápida y eficiente e hizo que los estilos fueran más accesibles para una variedad de personas. En el siglo XX la moda vivió una revolución, la forma de vestir estuvo influenciada por las dos guerras mundiales y aparecen dos personajes que fueron pioneros en tendencias y estilos: Coco Chanel y Christian Dior. 

Salimos complacidas. En este tipo de tiendas no siempre se encuentra lo que se busca y, a veces, el tiempo invertido en un pasillo y otro, midiéndose una prenda y otra, es la antesala del infierno. Tal vez no se trata de vernos bien para los demás, o tal vez sí, pero primeramente está el encanto propio sobre el estilo (individual, por supuesto) que se porta: blusa, falda, pantalón o vestido. Terminamos nuestras tazas de café y me fui a la cama con la felicidad de ciertos días. Las tiendas de ropa son lo más horrible que me pueda pasar, de ahí que mis visitas sean tan esporádicas; mi experiencia en ellas fue atroz, obligada a vestir como una mujercita de dieciséis años que debía ir a las fiestas, casarse con un joven de posición económica holgada, cuidar bebés, quedarse en casa a cocinar pasteles. Los libros y la escritura no entraban en esa película. Mi experiencia del fin de semana entre percheros, maniquíes, estanterías, espejos… fue agradable, incluso, puedo decir, reconciliadora. Me sentí feliz. Bien lo dijo Heráclito: “Todo cambia; nada es. 

Foto de Rachel Claire, en Pexels.
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