Reflexiones ante el altar dedicado al escritor Gilberto Prado Galán, actividad organizada por el Instituto Municipal de Cultura y Educación de Torreón

“La muerte para los jóvenes es naufragio y para los viejos es llegar a puerto”. La frase que acabo de leer es del escritor español Baltasar Gracián (1601-1658) y lo retomo aquí porque para Prado Galán, Gracián era autor de cabecera; en sus conversaciones siempre estaba presente junto con Machado, Lorca, Borges, etc.

Observemos: “llegar a puerto. El puerto como una casa a la que se vuelve luego de día largo de trabajo. Nada como llegar a casa, dicen. “Esta es la casa, el mar y la bandera”, dice Neruda. Miren, el valor que el poeta le da a la casa: mar, bandera. Agreguemos: Puerto.

Y aquí amplió un poco más la reflexión. ¿Cuándo fue que entendimos de manera cabal el significado de la palabra “Muerte”? Voy a hablar un poco de mi experiencia. He comentado en repetidas ocasiones que la primera vez que me acerqué a la poesía a través de Amado Nervo. Fue Nervo quien trazó primeramente mi vocación literaria, y también, quien por vez primera me mostró el dolor de perder a un ser querido. Cuando leí a Nervo tenía 16 años y estaba enamorada. Las líneas que Nervo escribió en su libro La amada inmóvil, dicen: “Va a hacer un mes, un mes solamente y, sin embargo, en esos treinta días, en esos treinta relámpagos, he llorado más lágrimas que estrellas visibles tiene la noche”. Esto era lo que escribía sobre Ana Cecilia Luisa Dailliez, su amada, que falleció el 7 de enero de 1912. Veintiún días borraron de golpe 10 años de una historia compartida.

¿Qué se hace cuando se muere así de esta manera? ¿Cuándo la muerte arrebata, desprende, separa, altera? Cuando terminé de leer no sólo el texto, sino el libro completo, quedé pasmada. Yo no quería perder a la persona que amaba en ese entonces, como tampoco quiero perder el amor de la persona que ahora me acompaña en el camino de la vida, como tampoco quiero perder a las personas que me rodean, que quiero y me quieren. Y cada vez son más. ¡Qué cruel es la muerte! ¡Qué sorpresiva! Y estamos aquí, evocando al escritor, poeta, ensayista Gilberto Prado Galán. Y más que eso, amigo, colega, compañero, familia. Gilberto entendió de manera cabal lo que es el significado de la muerte, murió su amada, y Ella era el jardín, su último libro es testimonio de ello. Dicen que el mejor homenaje para un escritor es leer su obra, voy a atreverme a traer la voz de Gilberto en los siguientes párrafos. Como dije, los tomo de su libro Ella era el jardín.

“Cuando la muerte del ser amado anubla nuestros minutos, nuestras horas, nuestros días y ensombrece la claridad del alba sobreviene entonces la distracción de la vida: olvidas los boletos, se te cae la sopa, quiebras un vaso, tropiezas con un mueble, resbalas, buscas los lentes que traes puestos y una larga fila de pequeños (o mayúsculos) desfiguros, accidentes, peripecias. Es porque el Argos vigilante que veía por ti, que se preocupaba por ti, que te cuidaba, ahora está ausente. Y uno había descansado en la otra persona las nimiedades que, una vez Ella ausente, se magnifican peligrosamente, y se tornan amenazantes”.

“¡Qué triste es el despertar del viudo! El vacío íntimo, la resistencia y la negación hermanadas en esa dolorosa cruzada contra la muerte, contra la certidumbre de la muerte. Y las yemas de los dedos en llamas. Y el día hosco y sombrío. El día torvo como una amenaza, como una amenaza de vida, de seguir viviendo, de seguir caminando los pasos de la vida sin Ella. De ver el porvenir como un lamento, como una congoja, como una desgracia perenne. De no saber cómo orientar el barco”.

“Refugiado en el corazón, en la almendra de la palabra mientras, espero la revelación de tu voz, cincelar el milagro, vencer el helor de la muerte y volver al río de ti para orquestar mi ofrenda, mi acendrado cariño, mi vida entera. Abres todas mis puertas, reinventas mis ventanas y entras conmigo a la casa del oro, a la pasión transfinita”.

Y cierro con esta última línea: “entras conmigo a la casa del oro, a la pasión transfinita”, porque efectivamente Leticia y Gilberto, han entrado a esa casa de oro, a esa casa de pasión transfinita. Como dije al inicio del texto, han llegado a puerto. ¡Muchas gracias!


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