Cuando el cielo se derrumbe, libro de Nadia Contreras para descarga gratuita

En Cuando el cielo se derrumbe (2007a), vemos temas claves en la poética de Contreras: el decaimiento del ser, la vejez mediante la figura de la abuela, la soledad y la muerte. Asimismo, la presencia de los gatos. La voz lírica observa, lúcida, sucesos de lo cotidiano que parecen desplomarse entre brumas; prevalece una estética del dolor donde el cuerpo encarna esta sensación. Centrándonos, primeramente, en la infancia, notamos que se sitúa en un contexto familiar. En este sentido, los padres han dejado huella, una especie de herida en la memoria que acude a episodios dolorosos:

Tú que sabes del miedo,
de una maleta que se rehace cada noche
como una batalla
perdida de ante mano. 
 
Él es mi padre.
Digo padre y un adolescente se juega la vida.
 
Sé que mi madre lo deseaba,
se enamoró como ninguna otra mujer
y su cuerpo fue el cuerpo de la herida,
la sangre, el pulmón roto por el llanto. 
 
Nadie lo ve partir, nadie
abordar ningún barco. 
Sólo yo: la niña desfigurada por el tiempo.
(p. 37)

La voz lírica ofrece un testimonio sobre los encuentros y desencuentros de los padres; en el cierre del poema se revela la infancia. Para Zambrano (2006), “el poeta sueña con su infancia y quiere recuperarla, entrar de nuevo en el jardín irreconquistable que hay al comienzo de cada vida” (p. 71). Esta voz poética da cuenta, a manera de elegía, la evocación de un pasado que repercute en la autopercepción: “niña desfigurada por el tiempo”. En palabras de la filósofa:

la elegía es el momento en que la poesía toma conciencia de su nostalgia propia, de su propia memoria y de su olvido. Nace el llanto, la elegía, que es soledad y lamento por haber conocido un mundo con el que resulta imposible intimar definitivamente, imposible también no intimar; el llanto por la imperfecta posesión, llanto por la manchada castidad, por la inocencia perdida sin compensación. Llanto por el fracaso sin remedio de todo amor, dañado ya en su raíz. (p. 73)

Podríamos afirmar con Zambrano que la infancia es un “irresistible afán, nacido de la nostalgia de un tiempo perdido [...]” (p. 65). Sin embargo, es también un referente vital, así lo leemos en este breve poema: “Una niña nace de mí en el caos / sólo para probar que existo / Que pertenezco / finalmente / al reino de los vivos” (s/p). La conciencia sobre el ser que se declara en el poema, nos remite al hallazgo filosófico. Bachelard nos dice: “Hay horas en la infancia en las que todo niño es un ser asombroso, el ser que realiza el asombro de ser. Descubrimos así, en nosotros una infancia inmóvil, una infancia sin devenir, liberada del engranaje del almanaque” (2014, p. 177).

Cabe señalar que la voz lírica de los poemas abordados, no enuncia desde la infancia “real” sino desde la madurez arrojada a la indagación de la memoria donde sobreviene la infancia o, en palabras de Bachelard, “un estado del alma”. En el primer poema citado, la voz lírica interpela y narra a una segunda persona, vivencias que conforman una retrospectiva familiar dolorosa. Es entonces cuando al final del poema se plantea la conciencia del ser. Este ser, en la autora, es un ser desmadejado. En el segundo poema, la voz enuncia que aflora —como un arma de salvación— la niña que nace de sí misma.

Krishna Naranjo Zavala y Félix Alejandro Delgadillo Zepeda. "Infancia y vejez en la poesía de Nadia Contreras" (fragmento) http://sincronia.cucsh.udg.mx/articulos_76_html/257-269_2019b.html

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