#RetoPoético2020 La extracción de la piedra de la locura (1968), de Alejandra Pizarnik


Enero comienza con la lectura y el análisis de uno de los libros más importantes de la poeta Alejandra Pizarnik. El tema, por supuesto, es fascinante: La locura; una locura definida por la desgarradura de la infancia, la inocencia, ese paraíso/espíritu perdido. A lo largo del mes agregaremos reflexiones, hallazgos, comentarios, escrituras que consoliden la revisión de cada texto, así como los temas transversales que encontramos en Pizarnik y en en otras poetas importantes. Para participar en el reto debes formar parte del grupo #EscribirPoesía en facebook, en el cual trabajaremos la mayor parte del tiempo. 

Comparto algunos poemas de Extracción


DESFUNDACIÓN

Alguien quiso abrir alguna puerta. Duelen sus manos aferradas a su prisión de huesos de mal agüero.
Toda la noche ha forcejeado con su nueva sombra. Llovió adentro de la madrugada y martillaban con lloronas.
La infancia implora desde mis noches de cripta.
La música emite colores ingenuos.

Grises pájaros en el amanecer son a la ventana cerrada lo que a mis males mi poema.


FRAGMENTOS PARA DOMINAR EL SILENCIO

I

Las fuerzas del lenguaje son las damas solitarias, desoladas, que cantan a través de mi voz que escucho a lo lejos. Y lejos, en la negra arena, yace una niña densa de música ancestral. ¿Dónde la verdadera muerte? He querido iluminarme a la luz de mi falta de luz. Los ramos se mueren en la memoria. La yacente anida en mí con su máscara de loba. La que no pudo más e imploró llamas y ardimos.

II

Cuando a la casa del lenguaje se le vuela el tejado y las palabras no guarecen, yo hablo.

Las damas de rojo se extraviaron dentro de sus máscaras aunque regresarán para sollozar entre flores.

No es muda la muerte. Escucho el canto de los enlutados sellar las hendiduras del silencio. Escucho tu dulcísimo llanto florecer mi silencio gris.

III

La muerte ha restituido al silencio su prestigio hechizante. Y yo no diré mi poema y yo he de decirlo. Aun si el poema (aquí, ahora) no tiene sentido, no tiene destino.


SORTILEGIOS

Y las damas vestidas de rojo para mi dolor y con mi dolor insumidas en mi soplo, agazapadas como fetos de escorpiones en el lado más interno de mi nuca, las madres de rojo que me aspiran el único calor que me doy con mi corazón que apenas pudo nunca latir, a mí que siempre tuve que aprender sola cómo se hace para beber y comer y respirar y a mí que nadie me enseñó a llorar y nadie me enseñará ni siquiera las grandes damas adheridas a la entretela de mi respiración con babas rojizas y velos flotantes de sangre, mi sangre, la mía sola, la que yo me procuré y ahora vienen a beber de mí luego de haber matado al rey que flota en el río y mueve los ojos y sonríe pero está muerto y cuando alguien está muerto, muerto está por más que sonría y las grandes, las trágicas damas de rojo han matado al que se va río abajo y yo me quedo como rehén en perpetua posesión.

ALEJANDRA PIZARNIK (de nombre real Flora Pizarnik) nació el 29 de abril de 1936 en Buenos Aires (Argentina). Su familia eran inmigrantes judíos de ascendencia rusa y polaca que se dedicaron en tierras argentinas al comercio de joyería. Su madre se llamaba Rezla Bromiker y su padre Elías Pizarnik. Tenía una hermana mayor de nombre Myriam. Tras cursar estudios secundarios, la joven y tímida Flora, tartamuda y asmática, se sintió un tanto desorientada en su desarrollo académico, pasando por la Escuela de Periodismo y estudiando durante un tiempo Filosofía y Letras en la Universidad de Buenos Aires mientras se atiborraba de anfetaminas con el objetivo de no engordar. Desde finales de los años 50, siendo financiada económicamente por sus padres, dedicó gran parte de su tiempo a la escritura y a la pintura, arte que aprendió junto a Juan Batlle Planas. En el año 1960 se instaló en París, trabajando como traductora y estudiando en la Sorbona Literatura e Historia de las Religiones. En Francia permaneció hasta el año 1964. Amiga de Julio Cortázar, Octavio Paz y Antonio Beneyto, firmemente apolítica e influenciada en su lirismo por Antonio Porchia, los simbolistas franceses, en especial Rimbaud y Mallarmé, por el espíritu del romanticismo, y por los surrealistas, Pizarnik escribió libros poéticos de notoria sensibilidad e inquietud formal marcada por una insinuante imaginería. Sus temas giraban en torno a la soledad, la infancia, el dolor y, sobre todo, la muerte. Su primer libro fue “La Tierra Más Ajena” (1955), editado en Botella Al Mar. Más tarde publicó “La Última Inocencia” (1956), volumen dedicado a su psicoanalista Oscar Ostrov, “Las Aventuras Perdidas” (1958), “Árbol De Diana” (1962), “Los Trabajos y Las Noches” (1965), “Extracción De La Piedra De La Locura” (1968) o “El Infierno Musical” (1971). También escribió en prosa “La Condesa Sangrienta” (1971). En un recorrido reflexivo y existencial que parecía predestinado hacia la enajenación y la muerte prematura, Alejandra Pizarnik terminó suicidándose con una sobredosis de seconal el 25 de septiembre de 1972. Tenía solamente 36 años. Está enterrada en el cementerio de La Tablada de Buenos Aires. Años después de su fallecimiento su obra pudo ser recuperada en “Poesía Completa” y “Prosa Completa”. Semblanza tomada de Aloha

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