Los comentarios que vierto a continuación no son una sentencia, sólo aproximaciones para apoyar la lectura de este primer libro elegido para nuestro #RetoPoético2020. Son comentarios que corresponden al primer capítulo que, por supuesto, debe nutrirse con los comentarios, las observaciones, las impresiones de quienes participan en el reto. Comparto, pues, mis sentimientos..
Separar
la vida y la poesía de Pizarnik, resulta casi imposible. Hay muchos autores que
insisten en limitar estos extremos; insisten sobre una mirada objetiva o
incluso, sobre el hecho de que, si se conoce la biografía del autor, sus
vicios, sus conflictos… dejarán de gustar sus obras. En Pizarnik es una labor infructuosa.
Entonces, debemos entender esta poesía desde la vida de su autora, sus
episodios, sus momentos felices, sus momentos de profunda angustia, cosas que revisaremos
a lo largo del mes de enero. El segundo poema sintetiza plenamente lo que
comento aquí:
VÉRTIGOS
O CONTEMPLACIÓN DE ALGO QUE TERMINA
Esta
lila se deshoja,
Desde
sí misma cae
y
oculta su antigua sombra.
He
de morir de cosas así.
Ella,
la poeta, la mujer llamada Alejandra Pizarnik, se deshoja. Y sabe perfectamente
su destino fatal: He de morir de cosas así.
Uno de los recursos que
sobresalen en casi toda la poesía de Alejandra, es la paradoja. Veamos
el primer verso del primer poema de este apartado:
La que murió de su vestido azul está cantando. Canta imbuida de
muerte al sol de su ebriedad. Adentro de su canción hay un vestido azul, hay un
caballo blanco, hay un corazón verde tatuado con los ecos de los latidos de su
corazón muerto.
Fíjense en el efecto que ocurre aquí: La que murió de vestido
azul está cantando. Es decir, a la voz del enunciador la suple otra voz, la
que está cantando. Es esta una paradoja muy interesante, es decir, Pizarnik
finca aquí su lenguaje poético; una voz que no sale de la boca de quien lo enuncia,
sino del cuerpo. Esto ocurre en muchos otros poemas. Por ejemplo, en el siguiente queda la paradoja mucho más clara:
I
Las fuerzas del lenguaje son las damas solitarias, desoladas, que
cantan a través de mi voz que escucho a lo lejos. Y lejos, en la negra arena,
yace una niña densa de música ancestral. ¿Dónde la verdadera muerte? He querido
iluminarme a la luz de mi falta de luz. Los ramos se mueren en la memoria. La
yacente anida en mí con su máscara de loba. La que no pudo más e imploró llamas
y ardimos.
En
este poema ocurre una cuestión también muy interesante: el desdoblamiento.
Pizarnik se refiere a las damas solitarias, desoladas, que cantan a
través de su voz. Tanto la voz de la enunciante y la voz de esas damas está
separada. Sin embargo, Pizarnik, en este desdoblamiento, reemplazará la tercera
persona por la primera. Ella es la voz. Observen, en el mismo poema, cómo
ocurre ese cambio:
Cuando a la casa del lenguaje se le vuela el tejado y las palabras no guarecen, yo hablo.
Las damas de rojo se extraviaron dentro de sus máscaras aunque regresarán para sollozar entre flores.
No es muda la muerte. Escucho el canto de los enlutados sellar las hendiduras del silencio. Escucho tu dulcísimo llanto florecer mi silencio gris.
Sería
interesante aquí, en este justo momento, hacer una reflexión entre la poesía de
Pizarnik y la de Celan. Estas dos voces, fincadas en el lenguaje, en el silencio, en
la muerte.
Volvamos
a las palabras en su diálogo con el poema, en relación con él, su hechura, su
circunstancia. Si ustedes observan, las palabras que nos presenta la autora
están cargadas de sombra, de muerte. Son graznidos, ecos antiguos, monstruos. La
han invadido toda; ella, la poeta, como rehén.
Leamos:
SORTILEGIOS
Y
las damas vestidas de rojo para mi dolor y con mi dolor insumidas en mi soplo,
agazapadas como fetos de escorpiones en el lado más interno de mi nuca, las madres
de rojo que me aspiran el único calor que me doy con mi corazón que apenas pudo
nunca latir, a mí que siempre tuve que aprender sola cómo se hace para beber y
comer y respirar y a mí que nadie me enseñó a llorar y nadie me enseñará ni
siquiera las grandes damas adheridas a la entretela de mi respiración con babas
rojizas y velos flotantes de sangre, mi sangre, la mía sola, la que yo me
procuré y ahora vienen a beber de mí luego de haber matado al rey que flota en
el río y mueve los ojos y sonríe pero está muerto y cuando alguien está muerto,
muerto está por más que sonría y las grandes, las trágicas damas de rojo han
matado al que se va río abajo y yo me quedo como rehén en perpetua posesión.
Ahora,
abramos el diálogo. ¿Qué me compartes tú sobre este primer capítulo?
0 Comentarios
NO PERMITIMOS MENSAJES ANÓNIMOS. ¡Queremos saber quién eres! Todos los comentarios se moderan y luego se publican. Gracias.