Caminar o viajar son motivo para dedicarme a la escritura. El paisaje e incluso la ciudad más populosa me ayudan a enfocar las ideas. Hacer el mapa de la escritura. Aunque un mapa muy impreciso, porque escribir poesía sigue siendo para mí un misterio. Parto de una estructura, la del libro que quiero configurar, pero cada texto, en sí merece un tema aparte. Hay días en que los poemas salen de golpe y otros no; hay días en que un poema te lleva a la escritura de otro, como una continuidad y otros tantos días que cuesta mantener ese tono, ese ritmo, esa visión sobre las cosas. También se cansa el alma y el espíritu. No obstante, la fuerza, la potencia vuelven y ahí estamos otra vez, enfrentándonos a nosotros mismos.
Lo han dicho infinidad de veces pero insisto: ¡no hay recetas para escribir poemas! (¿las hay para el resto de los géneros literarios?). Se sabe, sin embargo, que la poesía corresponde a un lenguaje peculiar; corresponde también al color, a "una altura de virtud y color acústicos" en ese halo afectivo. Un buen poema entonces despertará emociones, sentimientos, provocará la participación directa del lector o incluso, un cambio, como reflejo de la metáfora, como hechizo. El poeta conjura las palabras y hace falta que las palabras conjuren al mundo.
Hay en todo esto una preocupación (el título de esta entrada es una ironía), decir "he terminado el poema" y que el poema sea un poema hecho y derecho, como decía mi abuelo, es decir, con todas las características de ley. ¿Cómo saber que hemos cumplido con eso? ¿Será que simplemente renunciamos a seguir trabajando esa pieza y se arroja simplemente como una botella al mar? Tal vez. Por lo pronto, y después de esta reflexión les comparto algunas líneas de Ariel Rivadeneira contenidas en su libro Escribir poesía y que tienen que ver con algunas de las condiciones del poema, la escritura de éste, su equilibrio.
- Perfecto equilibrio entre lo que no se dice y lo que se dice. Un poema debe sugerir, no decir en forma directa y explicativa ni decir «todo». Pero tampoco debe ser tan hermético que no se entienda. Forma directa o hermetismo solo cuando el estilo o la intención del autor así lo requiera.
- Progresión en su desarrollo, aunque sea un poema muy breve. Progresión implica crecimiento. Puede variar o no variar a medida que avanza, pero debe estar elaborado de tal manera que provoque un movimiento interno en el lector.
- Coherencia en sí mismo, no con los elementos de la realidad. Progresión y coherencia van juntas. Si un poema es incoherente en cuanto al sujeto que se expresa, a la persona gramatical, al género, al número, etcétera, el lector se perderá en la maraña. Y ve tú a reencontrarlo. Sin coherencia te quedarás sin lector.
- Singularidad, un modo de ser exclusivo. Cada poeta tiene un recorrido propio y, aunque los recorridos son infinitos, se debe encontrar la forma particular de manifestar la personal vivencia de la realidad.
- Condensación, dice más de lo que parece decir. Escribir poesía es tratar de condensar lo más posible el lenguaje. La poesía no tiene fórmulas ni puntos de partida y de llegada, pero el poema es una forma, una estructura interna y tiene multiplicidad de sentidos: para escribir un poema, economiza las palabras como si estuvieras escribiendo un telegrama.
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