El mundo cambia rápidamente. Las herramientas digitales que usamos hace un año, ahora resultan casi obsoletas. Otro punto: casi todo existe en internet. Efectivamente, la idea es abarcarlo todo aunque hoy en día, los más curiosos, descubramos sus infinitos huecos. El problema comienza cuando escuchamos frases como "estudiantes digitales, ciudadanos digitales". Es decir, personas que responsablemente usen la tecnología para su vida académica, profesional y social.
Si analizo mi entorno, pocos de mis estudiantes usan la tecnología con responsabilidad. Hablo, por ejemplo, desde socializar, investigar, escribir, crear. Es más fácil descargar un trabajo de Rincón del Vago o Buenas tareas, por mencionar un par de sitios de esa calaña, pasarlo a un nuevo documento, ponerle su nombre y presentarlo al profesor. Así cumplen, así se presentan orgullosos de lo que han hecho. ¿Qué pasa con el aprendizaje, las competencias, el lenguaje mismo? El documento en cuestión nos habla de una persona que no tenemos frente a nosotros.
Una simple pregunta, la solicitud de explicar un concepto o el argumento que defiende o refuta cierta postura, echan por tierra la farsa. Palabras que ni siquiera sabían que existían están escritas bajo su nombre. El lenguaje, como la lectura y como cualquier oficio, crece y se perfecciona con el tiempo. Los que comenzamos a leer, por ejemplo, hace veinte años, no somos los mismos que leemos ahora. El lenguaje es un sello inconfundible en cada uno; es único, irrepetible. Pero ¿qué importa? El plagio se hace a destajo.
Hay, en el programa de español de primer grado de secundaria, un proyecto completo en donde se enseña el manejo de fuentes bibliográficas. Aprendemos, practicamos, pero si el maestro no insiste, el alumno, prescindirá de este requisito. Dejamos de lado la responsabilidad de citar con nombre y apellido al autor, con nombre y apellido la publicación estudiada. Si lo permitimos ¿qué otra cosa podemos plagiar? Plagiar, robar, mentir, sobornar, manipular…
La era digital llega de manera abrupta en los adolescentes. ¿Qué tan preparados están para recibir tal cantidad de información? No están preparados. En los salones de clase debemos estar atentos a las páginas que consultan. Desafortunadamente, si estamos de espaldas, una cantidad considerable de páginas no relacionadas con la materia inundan las pantallas. O fotos, o videos. Lo ideal es que el alumno pudiera trabajar y cumplir con sus investigaciones sin supervisión alguna.
Se habla de edades para enfrentar los tantos tipos de información que existen. No obstante, esto pasa a segundo término cuando se le permite el celular, la Tablet… para mantenerlo quieto o "entretenido". Dentro de las condiciones del facebook el niño-adolescente debe tener 13 años para poder usarlo, pero muchas veces cuando llega a éste, su historia con otras aplicaciones es lo suficientemente extensa. Supervisado o no, el joven se enfrenta a miles de formas de usar la internet, grupos, chats, sin olvidar también aquellas otras personas, buenas o malas, en el otro lado de la gran pantalla del ciberespacio. ¿Qué sustenta lo que digo? Bastan las noticias de las últimas semanas.
Por otro lado, ¡qué alegría cuando el alumno investiga, descubre, crea, haciendo uso de las posibilidades que tiene la internet! El resultado sería muy distinto si fomentamos el manejo responsable de la información. Pienso, en el alumno ideal; un alumno que dentro y fuera de la escuela maneje información de una manera objetiva y productiva. Otro punto importante es saber comunicarse de manera correcta, adecuada y efectiva a través de los diferentes dispositivos que existen; comunicar y desarrollar proyectos en equipo. En este momento quien no sabe trabajar colaborativamente está condenado a fracasar, así de sencillo. Y que viaje. Conocer otras ciudades del mundo, otras culturas, otras formas de vivir, ahora es posible.
No quiero concluir esta reflexión sin dejar en claro que la vida en la escuela es sólo una parte de esta educación, como también otra parte la del maestro que debe ser un agente activo en cada una de estas competencias digitales. En casa, en la familia, ocurre el primer paso para convertirse en ciudadanos digitales responsables.
Texto publicado en La vereda, sección Opinión.
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