Las noches habitadas. La autodestrucción en la primera novela de Alma Delia Murillo


Alma Delia Murillo nos presenta a cuatro mujeres y los demonios que habitan sus noches. Una novela que se nutre de experiencias comunes de los tiempos modernos, la vida familiar y, sobre todo, la predisposición enfermiza al insomnio.

Una buena parte de la novela actual ha tomado como eje central de sus historias la experiencia íntima y familiar. Estas novelas abren de par en par las puertas de sus escenarios y nos permiten presenciar ese “ajuste de cuentas” entre padres e hijos. En dicho ajuste, muchos de estos personajes saldrán librados y muchos otros no. Sin embargo, lo más importante de estas propuestas narrativas, es que en algún momento trascienden esos muros simbólicos y enfrentan las enfermedades de la sociedad actual. Como ejemplo pensemos en las novelas: Canción de tumba de Julian Herbet, El cuerpo en que nací de Guadalupe Nettel, Formas de volver a casa de Alejandro Zambra. Novelas que ficcionan a partir de la historia familiar o que toman, como ejes argumentativos, estos hogares. Y aquí, en este rubro, podemos hablar de algunos cuentos de Andrea Jeftanovic, Alma Delia Murillo y buena parte de la narrativa de Cristina Piñeiro, etcétera.
        A partir de estos dos enfoques, la historia de la literatura escrita principalmente por mujeres, nos brinda material numeroso sobre lo íntimo (la ruptura familiar, la mujer como eje central del éxito, las tormentas, los fracasos). Y al igual que la propuesta de Alma Delia Murillo en el libro Las noches habitadas (Planeta, 2015), Carlota, Magdalena, Claudia y Dalia, configuran la discrepancia entre el deber ser y el querer ser, esa voluntad de poder según Nietzsche.
        En estas novelas, el propósito urgente de mirar a la mujer como sujeto y no como objeto, es fundamental; mirarla más allá de la cultura patriarcal, como la representación fiel que es. Sor Juana Inés de la Cruz, Gertrudis Gómez de Avellaneda, Adela Zamudio, María Luisa Bombal, Gabriela Mistral, Rosario Castellanos, Elena Garro, Luisa Valenzuela, Gioconda Belli, Isabel Allende, Ángeles Mastretta, Aline Pettersson, Marcela Serrano, Beatriz Espejo, Rosa Montero, Cristina Pacheco, etcétera, se inscriben en este apartado. ¿Y qué temas abordan? El amor, la infidelidad, la abnegación, la viudez, el divorcio, la soltería, la marginalidad, la envidia, la rivalidad, las obsesiones, la maternidad, el maltrato, la muerte, la soledad, el miedo. La mujer es vulnerable y se diluye sin importar su libertad, su esencia.

LAS NOCHES HABITADAS

Las mujeres que participan en la historia de Alma Delia Murillo están rotas, partidas por el medio. Su fracaso es eterno. Narrada en primera persona por parte de sus protagonistas, intercalada con la tercera voz narrativa, es un collage que poco a poco nos muestra de cuerpo entero a Carlota, Magdalena, Claudia y Dalia. Comparten la sangre (Carlota, Claudia y Dalia) y la admiración (Magdalena), pero también el insomnio. Hay una respuesta clínica y psicológica para este, hay también quien lo toma como pretexto y escribe libros memorables: Emily Dickinson, Gustave Flaubert. No obstante, al insomnio debemos agregar el hambre y la autodestrucción. No hay un orden específico en estos tres elementos, para los personajes de esta novela implican un solo huésped que habita y trastorna.
        No hay metáforas, acaso sólo el título, y el silencio de la noche se vuelve arma muy filosa y en lo consuetudinario, 'sistema opresor' que encierra y asfixia. Esta, quizá, sea la razón por la cual Las noches habitadas se desarrolle en escenarios muy cerrados: la casa, la escuela, la habitación de Magdalena, algún cuarto de hotel, la biblioteca, el auto de Martín. Conozcamos a estas cuatro mujeres:

Carlota

Sencillamente una no puede… tener dieciséis años y llamarse Carlota. Todo para que me digan Carli, Carlita, Carliux o hasta Carla [...] En cambio mi mamá es tiesa como palo, no sabe qué hacer en público con mi papá. Y mi papá parece un zombi de oficina.
        Y yo soy la peor parte de los dos y no tengo ningún hermano para compartir la tragedia: gorda, tetona y además hija única. Que alguien me mate porque mi vida apesta, lo digo muy en serio.

Claudia

¿Notaste cómo das por hecho su infidelidad?
Es que estoy segura, algo me lo dice.
¿Has hablado con él de esto?

Claudia relata los episodios de reclamos violentos, las acusaciones mordaces, las persecuciones a gritos alrededor de la casa y los portazos de José Manuel con los que terminan los intentos de conversación. Le cuenta a Mario (su terapeuta) de las noches de insomnio, las revisiones del teléfono y de los bolsillos de los sacos y los pantalones, la auditoría a los estados de cuenta de las diferentes tarjetas bancarias de su marido. Y con cada detalle relatado, su imagen de esposa buena y educada se va quedando lejos.

Magdalena

Me gusta sentirme deseada; me gusta cuando un hombre me contempla con esa mirada nueva y estimulante; me gusta saber que aún puedo seducir. El poder que hace sentir eso no se parece al de ninguna droga, ni a la del trabajo adictivo.
        No puedo decir lo mismo de los hombres: yo me metí en la cama de Daniel oliendo a sexo luego de estar con el amante en turno, mentí a destajo, excusé moretones y rasguños del modo más obvio, exhibí ropa interior nueva y tacones que gritaban «soy un fetiche», apagué el teléfono en momentos clave, inventé viajes de trabajo inesperados…

Dalia

15 de noviembre de 2014

Rota

Nací con el corazón en pedazos; también nací insomne. Por eso soy kamikaze. Nací incompleta: me falta resignación. Por eso soy para siempre.
        Por eso sigo sin comprender por qué debemos separarnos; no entiendo por qué me abandonas, por qué no te quedas a atravesar la vida conmigo.
        No tengo hambre. Qué miserables son los días sin sentir hambre ni deseo, y aunque mis dedos te busquen y a veces me toque con una compulsión penosa, me acaricio y llego al llanto, nunca al orgasmo. Te maldigo por eso, porque te llevaste mi hambre y mis orgasmos.

LÍNEAS COMPARTIDAS

En 2011 Alma Delia publicó el libro Damas de Caza (Plaza y Valdés). Es un libro bien escrito, directo, erótico en cierto sentido. Hay en él, algunas líneas temáticas que vemos desarrolladas en Las noches habitadas. La primera es el gusto por la composición de las palabras, su estructura, por parte de la protagonista del cuento “Pensamiento lógico”, y la otra, la sexualidad, su descubrimiento y experiencias. Mireya de Damas de caza y Carlota de Las noches habitadas, comparten esta premisa.
        Mireya descubrirá el poder del sexo cuando decide tomar una manzana, abrir las piernas y comenzar los intentos para que entrara. Su lógica, de ahí el título del relato, es que si la planta de frijol crece en ambientes oscuros y húmedos como un frasco y una bolita de algodón, ocurrirá lo mismo con la fruta dentro de ella.
        Carlota en Las noches habitadas es un personaje fundamental. A partir de su propia tormenta adolescente, nos introduce en la vida de quienes la rodean. Su madre (Claudia), su tía (Dalia), Magdalena (la mujer perfecta, la vecina). ¿Qué hace que una mujer de la edad de Carlota se vuelva crítica de ella misma y de quienes la rodean?
        Carlota abre este diálogo: Claudia obsesionada por la supuesta infidelidad del esposo, atenta al celular, esas llamadas, esos mensajes; Dalia durmiendo un par de horas en el sofá y esforzándose a la mañana siguiente aunque tenga que beber dos litros de café con brandy para mantenerse despierta y enviar su crónica a la revista; Magdalena noche a noche llevando hombres a su penthouse. Hay en cada una de estas mujeres un estrés prolongado, una alteración en el estado emocional porque la única energía que tienen es para destruirse y, con ello, destruir la felicidad. Vale la pena preguntar qué significado tiene la felicidad en Las noches habitadas.
        El insomnio y la autodestrucción no son elementos simbólicos. Fijémonos en el insomnio de Carlota, es uno con el insomnio de Claudia, el conocimiento de este: "Madre e hija se entregan al ritual matutino calladas y tensas; su incomunicación es el más palpable de los desamparos porque Carlota tiene ganas de no ir a la escuela, de quedarse abrazada al cuello de su mamá, de decirle que necesita ayuda, de pedirle que la lleve al nutriólogo, que venga a dormir a su cama las noches en que sabe que no podrá controlar su ansiedad, de preguntarle si alguna vez la relación con la comida se le volvió un huracán inclemente. Y Claudia no sabe cómo decirle que sabe lo que finge que no sabe, contarle que la ha visto sentada en el piso de la cocina, con la puerta del refrigerador abierta, comiendo con tal agresividad que daría lo mismo que se golpeara o se hiciera cortes en las piernas y las manos".
        El hambre corresponde al terreno del espíritu. Y estos personajes carecen de ese alimento que lo sacia. Los restaurantes no bastan, el alcohol, comer y vomitar casi al mismo tiempo. Alma Delia nos invita a reflexionar sobre el hambre que se liga con la respuesta y el sentido que le damos a nuestras vidas: trabajo, amor, familia, amigos y un futuro emocionalmente rico en todas las dimensiones posibles. No es el hambre que se satisface con lo material, aunque se viva en casas majestuosas, y se tenga una apariencia exquisita.
        La novela, sin demeritar su franqueza, aborda temas de los cuales se tiene experiencia. Vuelvo a Carlota. ¿Cuál es la preocupación de los adolescentes? No sé con certeza si las preocupaciones han cambiado a lo largo de la historia, me atrevo a resumirlas: a) aburrimiento; b) estatura y peso; c) la soledad; d) baja autoestima y sentimientos de inferioridad; e) las relaciones familiares; y f) el sexo (con mayúsculas).
        Otro tema copiosamente estudiado es la relación de pareja, sus dificultades. Claudia y José Manuel viven la edad de los hijos, las dudas sobre cómo pudo ser la vida si se hubiese elegido otra pareja, otra ciudad, otra casa; la intimidad; los encuentros extramaritales (es el caso de José Manuel). No hay matrimonio perfecto y la vida está llena de vicisitudes. El tiempo modifica también estas dinámicas. Mario, el terapeuta (en algún momento de la novela reúne a estas mujeres por recomendación de Magdalena), confirmará lo dicho anteriormente:

Mi marido y yo casi no tenemos contacto sexual y llevamos diecisiete años casados.
¿A qué te refieres con «casi no»? Sé un poco más específica, por favor. Y si te sirve de consuelo, déjame empezar por decirte que más de la mitad de los matrimonios, en especial cuando el vínculo es de tantos años, no tienen contacto sexual o tienen muy poco.
¡Más de la mitad!
Sí, señora.

El quiebre en la novela es Dalia. En la línea cronológica, es el punto más alto de la autodestrucción. Dalia es la orilla más extrema, fatal. Claudia nos refiere la relación entre Dalia y Adrián. Lo que sabemos es que este se marchó y causó en ella un dolor inconmensurable. Adrián le responderá en algún momento: «Sí, somos hermanos y por eso nadie va a amarte como yo». La palabra “hermano” queda en el aire, un tanto suspendida, velada.

CONCLUSIÓN

Las noches habitadas, metáfora de la autodestrucción, el insomnio y el hambre, ocurre en su mayor parte en Las Lomas, Santa Fe, Coyoacán, la parte "bonita" de México como dice Murillo en entrevista. Es una ironía. Aunque también esto ya lo sabemos. Detrás de los rostros perfectos, el dinero, la riqueza, el poder, se ocultan los 'demonios'. Y las noches son habitadas por estos. La clase poderosa hace mucho tiempo dejó caer sus telones y descubrimos con horror de qué están hechos sus armarios. Alma Delia retoma este punto, lo reafirma y lo continúa como una de las preocupaciones de la narrativa actual hispanoamericana: lo íntimo, lo familiar que trasciende y refleja tal cual es nuestra sociedad. Las preguntas son: ¿Cómo vivir la vida? ¿De qué sujetarse? ¿De la felicidad, esa felicidad de la que aún no tenemos un concepto claro? ¿Hacia dónde dirigirnos, entonces, cuando este mundo cae roto, saturado, profanado?

Fotografía y texto originalmente publicado en el periódico El siglo de Torreón, el 31 de julio de 2015.  

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