Mujeres y literatura



El 12 de junio participé en una mesa de diálogo "Descentralizar la escritura: Escrituras periféricas en el mapa de escritoras mexicanas", iniciativa de la escritora Esther M. García, apoyada por la Fundación Elena Poniatowska Amor, A. C. Transmitida a través de Facebook Live, tuve el privilegio de compartir diálogo con las escritoras: Elpidia García Delgado, Yelitza Ruíz, Denisse Buendía Castañeda. En el siguiente texto, desarrollo algunas de las ideas que plantee en la conversación, ojalá sean punto de partida para continuar esta revisión. 

¿En qué momento se le dijo a la mujer que debía de parar? ¿En qué momento se le privó de la literatura, primero oral, luego en pliegos, en libros, ahora en pantallas? Si revisamos la historia, no daremos cuenta que la mujer en la época medieval era quien se encargaba de la transmisión de los cuentos, las canciones, las adivinanzas. Sin embargo, es en esta misma época en donde su figura es sometida a cambios fuertes: la iglesia de Roma y la del Judaísmo se encargarán de colocar sobre ella la piedra de todas las condenas. Luego, una contradicción: Eva y María. Piensen en el papel que cada una de ellas desempeña en esa historia.
            Otro punto importante en ese momento es el de la mujer que se quedaba al frente de la casa, de sus bienes, cuando el marido partía debido a las guerras, a esas luchas de asedio y de desgaste. Hay testimonios, claro: los cancioneros cortesanos conformados con textos anónimos y de los cuales hay bastantes estudios.
            Para los Siglos XV y XVI la mujer ya no es tan necesaria. Hay más hombres y tal vez la misma cadena de producción, la convierte en un objeto decorativo que dará al esposo un estatus social. Hay, no obstante, un auge en la participación de las mujeres en los círculos humanistas y dos de ellas, impartieron clases en la universidad: Francisca de Nebrija y Luisa de Medrano. “Ambas -escribe Jorge Álvarez, en su artículo “Las primeras mujeres catedráticas y doctoras de la historia de España, en el siglo XVI” [https://bit.ly/3hggzop]-, resultan especialmente notables no sólo por lo logrado sino por la temprana fecha en que lo hicieron, a principios del siglo XVI, anticipándose bastante a otras mujeres españolas y extranjeras que luego también alcanzarían importantes metas, como Juliana Morell (humanista barcelonesa que fue la primera en recibir un doctorado universitario junto con la filósofa veneciana Lucrecia Cornaro Piscopia), la prodigiosa Laura Bassi (matemática, médico, historiadora y lingüista, que fue profesora de medicina y ciencias, y catedrática de Física) o María Isidra de Guzmán (primera doctora y académica de la Lengua española, a caballo entre los siglos XVIII y XIX), entre otras”.
            El barroco, la ilustración, el romanticismo y el realismo concentró a muchas otras mujeres, pero ya para entonces el patriarcado había tomado por completo las riendas. Para Virginia Woolf la mujer, en este periodo, se define como “Ángel del hogar”. Otro factor, las mujeres comenzaron a firmar con el apellido del marido. Su identidad pasó a último plano. La clase social será determinante para definir las actividades de las mujeres que siguen estando presentes, pero cada vez en menor medida. El desarrollo de la propia historia de la humanidad condena la participación de la mujer y el varón se acostumbró a ser único en la toma de decisiones; el hombre es quien educa, gobierna, dicta leyes, etc. Y la mujer, en parte, se acostumbró también a esa forma de represión; una represión cada vez más injusta, más violenta, más letal. En el límite, las mujeres comenzaron a trazar sus diferencias, comenzaron a reclamar sus espacios, su lenguaje, su cuerpo.
           La mujer, al reelaborar el discurso desde esa casa propia llamada poesía, no sólo se manifiesta de manera individual sino forma grupos, fortalezas que, con el paso de los años, y en el presente, están dentro y fuera del internet (las redes sociales particularmente), dentro y fuera de ese espacio en constante re/construcción. La escritura de un espacio individual se integra al colectivo. Y con esta línea, una recomendación: lean Antígona González de Sara Uribe.
            Siempre que pienso en las mujeres que escriben poesía me viene a la memoria el título del libro Yo soy mi casa, de Guadalupe Amor. Esto tiene que ver con la construcción propia de la poesía, en donde la casa, es la poesía misma; la voz de cada una de ellas rompiendo estereotipos, miedos, enseñanzas agotadas, para finalmente fluir decididamente. Imaginen lo que sucede al interior de esta casa tan propia, cuántas cosas se desatan, cuántas más se rompen; el yo, en esta casa propia, deja de ser precario, miedoso, antes bien fortalecido porque con los años, a la casa (para muchas escritoras, sinónimo de cárcel, jaula…), se le han volado los muros, las ventanas, y se avanza a la reconquista de cuerpo, a la reconquista del lenguaje y del espacio; la escritura para sacudir la tradición poética, hecha y reformulada continuamente por los varones.
           Veamos ahora la escritura que surge de en la periferia, en la marginalidad. Javier Villarreal Lozano escribe que las antologías (o los recuentos) son como los manicomios: “Ni son todos los que están, ni están todos los que son”. Retomo las palabras de Villarreal Lozano porque a la pregunta expresa de qué autoras del estado de Coahuila son para mí importantes, respondo con una lista demasiado corta: Enriqueta Ochoa, Marianne Toussaint, Mercedes Luna, Claudia Luna Fuentes, Claudia Berrueto, Dana Gelinas, Esther M. García, María Luisa Iglesias, Ángeles Dimas, Carmen Ávila. No son las únicas, sin embargo, me une a ellas el conocimiento de su obra, la coincidencia temática (soy mitad colimense, mitad coahuilense), la vocación y la pasión literaria. Hay, sin embargo, de mi parte cierto desconocimiento, no por descuido, sino porque aún es difícil que los nombres de todas las escritoras prevalezcan, que sus textos o sus libros, vayan más allá de las fronteras municipales o regionales. Si esto ocurre en un estado, imaginen la visión que se tiene del centro del país hacia las diferentes periferias, marginalidades.  
             El mapa de mujeres escritoras contemporáneas [https://bit.ly/2XRHcIv], iniciativa de Esther M. García, que se construye mediante la aplicación de Google Maps, es una puerta eficaz para visibilizar el trabajo creativo de las mujeres, para acallar el ninguneo y desconocimiento. Hay otras iniciativas que rescatan y asientan las letras de quienes hasta el día de hoy permanecían invisibilizadas. Proyectos como Escritoras mexicanas, Hablemos escritoras, El periódico de las señoras, Las decimonónicas, Mujeres construyendo (su enfoque es diverso, no exclusivamente literario) fortalecen su quehacer en la escritura femenina. Y tantos proyectos también enmarcados en el espacio de las redes sociales. Internet, sin lugar a duda, ha fortalecido el reconocimiento de estas mujeres, de estos proyectos, pero también la visión del feminismo o ciberfeminismo, que ahondan en los temas de género, del lenguaje o metalenguaje, lo real, lo virtual, de estático, lo líquido… 

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