Este poema surge de la colaboración con los lectores, quienes sugieren temas y palabras a través de mi página de Facebook o de manera personal. Es una invitación a crear juntos, donde sus ideas influyen en el poema. Así nace el hashtag #PoemaASolicitud, que refleja esta conexión entre autor y lectores. Te invito a que compartas también tus creaciones en el apartado de comentarios. Ten paciencia, una vez moderadas, se publicarán.
Cuando llegó, las paredes de la casa
respiraron su nombre
y las cortinas —velos antiguos—
ondearon presagios de costas lejanas.
¿Había estado siempre ahí,
en las fisuras del tiempo, en la madera consumida?
¿Era una historia ya escrita?
Se hundió en el sillón,
un libro abierto, ojos arrasados
por las páginas de otro siglo,
un eco de Chejov descalzo,
Carver desvanecido en humo.
Lo imaginaba:
tras la huella del amor,
fuma abstracciones.
Sus manos trazan rutas,
el aire se vuelve mar
en corredores vacíos.
No habló mucho.
A veces, veía tras la ventana.
Era el musitar de los pájaros
o quizá el pensamiento
que el tiempo exalta;
antes de la siguiente línea,
antes del verso
—esa urgencia latente—.
Una tarde se marchó.
Pregunté a las paredes de entonces,
a los pliegues de tiempo y papel:
¿No somos todos inquilinos
de historias no contadas?
¿Es la ausencia una respuesta o una pregunta,
el disfraz del silencio?
Nunca nos vamos del todo.
Todo lo que tocamos se estremece,
cambia de forma,
se convierte, tal vez en una señal.
Y ahí permanecemos, inquilinos
en la memoria de otros,
pero antes de ser reflejo
de lo inexistente.
Fotografía de Pexels.
***
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