No aceptes caramelos de extraños, libro inquietante de Andrea Jeftanovic


La crisis de la sociedad actual se centra principalmente en el sentido. Hemos perdido orientación y actuamos contra los valores morales; la vida y la fe, son por ello, elementos efímeros. En este contexto se inscribe la obra de la chilena Andrea Jeftanovic. Las instituciones que deberían fortalecer el futuro: la familia, la iglesia, las comunidades, los grupos de opinión, caen, fracturados desde dentro.

De ascendencia judía por parte de la madre y serba-croata por el lado paterno, Andrea Jeftanovic (Santiago, 1970) creció en una casa donde “había tres religiones, ortodoxo ruso, católica y judía, y hacían todas las fiestas desde la Navidad, la Fiesta de los Reyes al Día del Perdón”. Estudió sociología en la Universidad Católica e hizo un doctorado en literatura hispanoamericana en la Universidad de California, Berkeley.
EL LIBRO
No aceptes caramelos de extraños (Seix Barral, Biblioteca breve, 2012), con el que obtuvo el Premio Círculo de Críticos de Arte de Chile a Mejor obra literaria 2011, consta de once cuentos: Árbol genealógico; Marejadas; Primogénito; Medio cuerpo afuera navegando por las ventanas; La necesidad de ser hijo; La desazón de ser anónimos; En la playa, los niños; Mañana saldremos en los titulares; No aceptes caramelos de extraños; Tribunal de familia; Hasta que se apaguen las estrellas.
En Escenario de guerra (2000), Premio del Consejo Nacional del Libro y la Lectura a la mejor obra editada, la infancia es fundamental. Tamara es quien a partir de esta época construye su historia y la del padre. No aceptes caramelos de extraños devora la memoria de los niños y son ellos quienes hacen palpable el torrente oscuro que habita en el hombre. Así los dos primeros textos que se han comentado. El último “Hasta que se apaguen las estrellas”, corresponde a otro escenario, quizá más firme, más seguro.
MAREJADAS
El sueño interrumpido por una llamada telefónica. El policía pronuncia el nombre del hijo, se viste rápido, su marido se disculpa por no poderla acompañar, se dirige al hospital, a la entrada del recinto está Javier (antigua pareja y padre de este), no se han visto en años.
El accidente, la fractura en la clavícula, la perforación del hígado, la mancha enorme del derrame cerebral, son para Jeftanovic metáfora que desdobla a sus personajes en una intención 'purgativa'. Quieren deshacerse de la muerte y legitiman su existencia y la del hijo en un juego sexual. La boca hambrienta de Javier es comparada con la boca de Cristóbal, succiona los pezones, es un pequeño animal bajo el tórax de la madre, se aferra al hueco de las axilas.
NO ACEPTES CARAMELOS DE EXTRAÑOS
En Santiago (de Chile) desaparecen muchos niños cada día, doblan la esquina y no se les ve más, caminan a la escuela y nunca regresan, cruzan la casa del vecino y se pierden en el trayecto, nos dice la protagonista de la historia. El tema es verdaderamente estremecedor.
No aceptes caramelos de extraños presenta a una madre que busca a su hija. En una especie de ritual, abre los planos de la ciudad y vuelve a comenzar. Es una madre que viste un chal de plegarias. Por supuesto, está sola, la policía no tiene noticias y no las tendrá, han cerrado el caso y ella se ha cortado el pelo a tijeretazos. Entendemos la historia a partir de dos escenas:
Antonia, cuando estabas conmigo observabas por la ventana, mientras yo, tu madre, semana tras semana, repetía los mismos gestos. Una niña entre la infancia y la adolescencia sale con una naranja, contando gajos, dejando el aroma cítrico como una estela”.
Siempre avanzar en línea recta, siguiendo el perfil de la fábrica a lo lejos, el recinto bajo que divide el campo. Tengo esperanza de hallar una sandalia en el sendero. Por mientras, invento números telefónicos. Marco. Cuelgo. Voy enhebrando la tira de lana, ese hilo secreto.
Un niño de diez años explica la desaparición forzada en México: Entonces enviaron como a un platillo volador para que los desapareciera por eso nadie sabe donde están. La nota invadió las redes sociales, sin embargo, la realidad va más lejos: cada día decenas de niños son vendidos o traficados en el mundo como objetos sexuales.
Según el Centro Internacional para Niños Desaparecidos y Explotados (CINDE), más de 1.8 millones de niños son víctimas de explotación sexual globalmente; el tráfico sexual ahora ya no se negocia en las calles sino en Internet, lo cual ha provocado un floreciente mercado global difícil de controlar. Entre 250 mil y 800 mil niños procedentes de El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua viven a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y México como migrantes ilegales, lo cual hace que sea más difícil estimar el número exacto de niños que podrían ser víctimas de trata.
El final de la historia ratifica la ausencia. Imposible materializar la integración de la familia, aliviar el dolor, renovar en la aceptación toda esperanza. No obstante, la madre no deja morir lo que le ha sido arrebatado:
Ensayo infinitas carreras con tus bototos (en Chile, zapato más robusto y pesado que el ordinario, propio de la estación invernal, para poder caminar por calles con barro y charcos de agua en época de lluvias) desde el baño hasta la entrada del cuarto. Por si vuelves. O por si alguna vez abro la puerta y en realidad nunca te has ido.
Los caramelos son engaño. En las manos de los niños son tumbas sobre las que no podemos sólo llorar y guardar silencio.
HASTA QUE SE APAGUEN LAS ESTRELLAS
Hasta que se apaguen las estrellas es un texto conmovedor: el padre moribundo en un hogar para ancianos y la hija, sentada a su lado, fumando marihuana. La hija, en cada una de sus visitas, es motor que exterioriza el argumento de los días, sueños, anécdotas, añoranzas, ideales.
Para la autora de Monólogos en fuga (cuentos, 2006); Geografía de la lengua, (novela, 2007); Conversaciones con Isidora Aguirre, (entrevistas y testimonios, 2009) y Hablan los hijos (ensayo, 2011), la vida tiene dos caras. La primera, corresponde al hombre orientado en el tiempo y en el espacio: Mi padre con su conocimiento enciclopédico me corregía, yo siempre confundía los planetas con las estrellas, erraba la ubicación de las constelaciones, no distinguía la luz de los satélites del parpadeo de los aviones. La segunda, es terrible, nos persigue para destruirnos: Mi padre atacado por un terco mal de Parkinson desde hace doce años, mi padre diabético […] mi padre paciente cardiaco […] Él, en sí mismo, un exponente de la medicina contemporánea, la intersección entre la mala genética, los pocos cuidados y la tecnología avanzada. Ahora mi padre diagnosticado con cáncer […] El riñón izquierdo con miles de pequeños quistes.
El cuento se cierra cuando la hija y el padre emprenden un viaje sin retorno; si vuelven, es porque se han apagado las estrellas.
Andrea Jeftanovic habla por todos. Nos saca del letargo en el que vivimos. La vida con sus filos, noches en vela, sombras o luces, debe interesarnos. La indiferencia y la apatía no caben aquí. Perdido el rumbo, el futuro sólo nos deslumbrará con el artificio de las malas intenciones. Es urgente buscar nuevos caminos y la certeza de personas excepcionales. De lo contrario, estamos condenados a vivir aturdidos por los mismos errores.

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