La culpa de que esté buscando mi historia entre papeles, carpetas, álbumes antiguos, es de Susan Sontag y su libro Sobre la fotografía. Hasta hace poco mi aversión a la fotografía no tenía nombre. No tenía caso que apareciera si no estaba contenta con mi apariencia. Eso era todo.
El pasado me llega a pedazos, fotografías de épocas y contextos muy diferentes. Si quiero entender a la persona que era entonces tengo que inventar parte de esa historia, llenar los huecos que resultan incomprensibles. Una fotografía llama mi atención. Tengo cinco o seis años y estoy sentada sobre el cofre de La caribe, ese auto famoso de la Volkswagen con más de “30 millones de unidades fabricadas”. No recuerdo el lugar; el fondo se difumina porque el tiempo se ha llevado el paisaje. Hay un árbol en el fondo derecho y otros más pequeños en el izquierdo. Quizá Montitlán, Cerro Colorado, Carrizalillo; quizá la vera de un camino.
Una parte de mí está ahí pero sin historia. La imagen, el auto, el paisaje, mi vestimenta es lo tangible. Tiene sentido mirar las fotografías en absoluto desorden porque es como entender el glaucoma, es decir, esa visión una y otra vez eclipsada. La cronología no está completa como tampoco está completo el ojo izquierdo de mi padre. El derecho.
Las manchas sobre la fotografía, esas ausencias, agregan otro fondo donde acaso abundan los árboles y la imaginación los viste de hojas verdísimas. Hay un lago que se extiende lado a lado de lo que falta. Hablo de la infancia y del glaucoma en los ojos de mi padre. ¿Quién iba a pensarlo? En la fotografía estamos lejos de saberlo. Algunas personas afirman que las circunstancias actuales y las leyes naturales determinan lo que ocurrirá en el futuro, mientras que otros sostienen que la capacidad de elección de los seres humanos introduce un elemento de incertidumbre. No importa. En esos huecos, en esas orillas faltantes, el pasado debió ser real.
Texto publicado en el El comentario semanal, suplemento del periódico El comentario de la Universidad de Colima y en Prensa Cultura, CultoGrama.
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